Ronald es un joven de 18 años, vecino del municipio habanero Plaza. Proviene de una familia humilde y trabajadora cuyo único lujo ha sido ofrecerle una crianza decente, a pesar de las carencias económicas. A Ronald le faltan 30CUC para completar 85: el costo de la oferta para disfrutar un día completo en el hotel Tuxpan, de Varadero. A sus dos amigos, de la misma edad, también les falta una cifra similar.
Ninguno sabe cómo conseguir ese dinero "sin tener que caer en nada malo o fuera de órbita", dice Ronald, que trabaja como vendedor en una cafetería privada de Nuevo Vedado.
"Ni sofocar a los 'puros', que bastante estrés tienen para darnos de comer", añade Eric, uno de sus amigos.
"La oferta de los hoteles son caras, pero lo importante es que lo pasas relajado porque a nadie se le ocurriría gastar casi cien cañas para poner malo el ambiente", anota Mayito, el tercer amigo, que trabaja en una pizzería clandestina.
Muchos adolescentes y jóvenes se quejan de que las actividades de "recreación sana" que diseña y promueve el Gobierno en la Isla para ellos tienen más de propaganda ideológica que de oferta sociocultural. Otros consideraron que La Habana se ha vuelto musicalmente machacona y socialmente violenta.
En la barriada Los Sitios, Omarito vendía, por cinco CUC, el cake que una vecina le había regalado por su 21 cumpleaños.
"No estoy para cake, estoy para dármela [drogarse]", pregonaba a posibles compradores este joven enganchado al alcohol y a la "piedra".
La "piedra", también llamada en la Isla "canto", es conocida en el mundo como crack. Aunque las autoridades cubanas guardan silencio al respecto, el uso de esta droga se ha extendido, al menos en el último quinquenio, entre adolescentes y jóvenes. Una dosis llega a costar entre cinco y diez CUC.
Idalia, la madre de Omarito, es técnica en gestión de documentos. Se rindió hace mucho tiempo ante la adicción de su hijo. Aunque asume su responsabilidad y su descuido, también critica que escaseen, para adolescentes y jóvenes, espacios de socialización donde no prime el consumo de alcohol y, con frecuencia, la deriva hacia la violencia.
"Mi salario nunca me alcanzó más allá de garantizar la comida de Omarito, muchísimo menos para costear las ofertas de los hoteles, donde sí pueden acceder sus amigos que tienen familiares con altos niveles adquisitivos", dice Idalia.
Al igual que ella, los padres de Mabel lamentan que la recreación sana, para la familia cubana que depende del salario promedio —unos 30CUC al mes—, se reduce a música a todo volumen y consumo de bebidas alcohólicas.
Cuando apenas tenía 16 años de edad, Mabel despuntó como alcohólica y, en ocasiones, llegó a consumir la "piedra". Sus padres, altos funcionarios de empresas del Gobierno, decidieron implicarse en un círculo de corrupción para costear a su hija un mejor ambiente: las ofertas de fin de semana en hoteles de Varadero, que oscilan entre los 100 y 150CUC.
"Mabel ya no consume alcohol ni drogas desde hace tres años", dice su madre, dispuesta a pagar el costo moral de propiciarle la llamada "recreación sana".
En la edición 256 de Somos Jóvenes —publicación de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC)— se describía esa recreación como "la libertad, espontaneidad, diversión, entretenimiento, goce y relajación de las tensiones cotidianas, pero con una perspectiva saludable".
Para Félix, joven de 20 años y que abandonó la carrera de Historia del Arte y su membrecía en la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) para ayudar en la economía familiar, esta concepción no está basada en la realidad cubana.
"No existen respuestas simples en una sociedad que inevitablemente avanza hacia el consumismo y la agudización de los desniveles sociales", objeta Félix, quien actualmente ejerce como guía turístico clandestino.
Ese oficio le ha permitido ayudar económicamente a su familia y sufragar además las ofertas en hoteles de Varadero, que disfruta con su pareja dos veces al mes.
A mediados del pasado mes de marzo, especialistas en publicidad de la cadena RTV Comercial se presentaron en el preuniversitario Kim Il-sung, en Arroyo Naranjo, como parte de un programa contra las drogas. Ofrecieron a los estudiantes un sorteo: el premio consistía en disfrutar un fin de semana en un campismo estatal y cuatro cajas de cerveza bucanero.
"Esa misma cadena de televisión reproduce los videoclips que retratan esa otra Cuba que los cubanos no podemos costearnos", fustigó un maestro de este centro escolar.