La mentalidad cederista le está haciendo la vida más difícil a El Puya, un joven vecino del consejo popular Colón, del municipio Centro Habana, que se busca un dinero extra manteniendo la limpieza en Consulado entre Ánimas y Virtudes.
Los dueños de tres negocios privados de arrendamiento a extranjeros ubicados en la zona se pusieron de acuerdo para pagar mensualmente a este padre de dos menores.
"Así, los extranjeros, además del confort, tendrían una mejor opinión de nuestra ciudad. Pero también eso trae beneficio para los propios vecinos porque tienen un entorno más higiénico", opina El Puya.
Sin embargo, la presidenta del Comité de Defensa de la Revolución de la cuadra no está de acuerdo con la ocupación de El Puya. Alega que esa responsabilidad le corresponde a la Empresa de Comunales y que "quien quiera hacer ese trabajo por su cuenta entonces tiene que sacar una licencia".
Centro Habana y La Habana Vieja están entre las zonas más sucias e insalubres de la capital. Tanto la recogida de desechos sólidos y de escombros como el saneamiento de solares yermos o áreas comunes están entre aquellas problemáticas que el Gobierno cubano no ha podido superar a nivel de país.
"La Revolución no quiere calles limpias o iluminadas, del mismo modo que no quiere que sobresalga la gente próspera", opina Regla Bermúdez, que junto a su padre regenta un restaurante privado en Diez de Octubre.
Meses atrás, otros negocios particulares de los alrededores habían acordado financiar la restauración del alumbrado público y mantener la higiene de las calles. Por la limpieza pagarían unos 30 dólares mensuales a personas que viven en situaciones económicas precarias.
"Para el alumbrado utilizaríamos nuestra propio servicio eléctrico, que puntualmente pagamos cada mes como los servicios de agua y de gas. Por tanto el Estado no se afectaría en nada y resolveríamos de paso problemas que una parte de nuestra comunidad sufre: la oscuridad y suciedad de las calles".
A esperar por los japoneses
Pero las autoridades del Poder Popular de la zona tampoco están de acuerdo con que personas particulares realicen trabajos que correspondan al sector estatal. Las mismas empresas estatales que durante décadas no han logrado superar el inmovilismo debido a una errónea praxis de economía centralizada que justifica sus desaciertos con el embargo económico de Estados Unidos.
"Y por la otra parte impera una voluntad política de no permitir la prosperidad del cuentapromismo y de los cubanos emprendedores", añade Bermúdez en referencia a declaraciones del primer vicepresidente cubano, Miguel Díaz-Canel.
El pasado año, en conferencia ante cuadros del Partido Comunista, Díaz-Canel afirmó que es una mentira que "el éxito está entre los llamados emprendedores y el sector no estatal", y advirtió además que esa concepción es "caldo de cultivo para la restauración capitalista y neoliberal".
Los recientes anuncios en la prensa oficial de la Isla sobre un donativo de diez millones de dólares del Gobierno japonés para sanear La Habana han sido acogidos con excepticismo.
"Ahora tendremos que esperar por los japoneses para tener calles más limpias y menos vertederos de aguas albañales. Ni siquiera eso puede cubrir el presupuesto del Estado", critica Tamara Estévez, vecina de Nuevo Vedado y dueña de una cafetería.
"Los extranjeros sí que pueden aportar para el embellecimiento, higiene y seguridad de las calles en nuestro país, pero los cuentapropistas cubanos no. Y es que el Estado jamás reconocería que gracias al emprendimiento particular este país no está peor de lo que está".
La consultora The Havana Consulting Group (THCG) en un estudio reciente reportaba que la fuga de capital hacia el exterior rondaba entre 208 y 350 millones de dólares, consecuencia inevitable de las prohibiciones y restricciones del Gobierno contra el sector privado en la Isla.
Alfonso Castañeda, licenciado en Economía y vecino del Cerro que también enfrenta la intolerancia del Poder Popular ante iniciativas locales del sector privado, asegura que no es necesario que Japón "o país alguno" done plata para limpiar La Habana.
"Si a los cuentapropistas les permitieran verdaderas libertades" no solo podrían aportar al alumbrado público o a la recogida de basura, considera. "Cientos de iniciativas se podrían emprender en las comunidades y barriadas: desde restaurar sitios históricos hasta escuelas, de conjunto con los gobiernos de cada Consejo Popular".
"Un país mejor, sin los cuentapropistas, es imposible", concluye.