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Política

Estado sin sitio

Congresistas de EEUU se reúnen con Raúl Castro. Se habla de los ataques acústicos mientras se obvia la implantación de un tácito estado de sitio contra los cuentapropistas.

Miami

Una delegación congresional de Estados Unidos se reúne con Raúl Castro y el tema siguen siendo los ataques acústicos, mientras se obvia la implantación de un tácito estado de sitio contra los cuentapropistas, curiosamente la bandera de identidad política del raulismo, un desempeño económico calificado por el académico Richard Feinberg como "profundamente decepcionante".

Esta incongruencia, que está generando fuga de capitales en vez de los alimentos en la mesa que prometió el General-Presidente, demuestra a todas luces que el Estado raulista sigue a la deriva, sin sitio donde afianzarse. Continúa tratando de definirse en base a la relación con un estado extranjero en detrimento de su relación con los nacionales.

El senador Ron Wydem, integrante de la delegación encabezada por su colega Patrick Leahy, afirmó a bombo y platillo en conferencia de prensa en La Habana que "funcionarios cubanos repetidamente dijeron que este era el año para hacerlo, para unificar la moneda".

La representante Kathy Castor se da el lujo de anticipar un falso cambio de mando en la Isla, al decir que declinó reunirse con Raúl Castro porque es el pasado, pero le hubiera gustado reunirse con Díaz Canel, que es el futuro. Evidentemente necesita un cambio de brújula, o de bruja.

Lo que sí resulta claro es que asuntos de capital importancia para la vida de los cubanos se discuten con políticos extranjeros, no con la ciudadanía. Para el régimen, el mundo externo, especialmente Estados Unidos, siempre tiene prioridad sobre la realidad interna.

Esa es precisamente la razón por la cual a la gente no le interesa el mal llamado "relevo presidencial" que tantas cuartillas emborrona fuera de la Isla. El Estado castrista no tiene sitio en el imaginario político cubano, puesto que carece de significado alguno en su realidad concreta. El Consejo de Estado se convierte simplemente una representación ficticia, puesto que no significa absolutamente nada en la vida cotidiana de los cubanos.

La ilegitimidad del castrismo se manifiesta de esta manera en su forma más cruda y realista. Si no existe en el pilar más sólido de cualquier contrato social, que es la mentalidad ciudadana, resulta ser una alienación per se, lo que determina su condición esencialmente de facto. La ausencia real dicta su esencia dictatorial.

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