Desde 2010 han sido cerrados 64 hospitales, el país perdió un tercio de la capacidad de hospitalización, los pacientes hacen regalos a médicos y dentistas para poder ser atendidos, muchas intervenciones quirúrgicas no se realizan por falta de cirujanos o de lo necesario para operar, médicos abandonan la profesión y venden artesanías o son choferes, aumentan las epidemias de todo tipo, la falta de medicamentos agrava o causa la muerte de pacientes…
No se trata del comienzo de una crónica sobre un país del África subsahariana, sino de una "potencia médica", que el castrismo vendió al mundo como fruto de la revolución marxista-leninista.
En sus 52 años como faraón cubano, Fidel Castro diseminó hacia los cuatro puntos cardinales la falacia de que gracias a la superioridad del modelo socioeconómico socialista, Cuba se convirtió en una potencia de la medicina contemporánea, no solo para dar servicio gratuito a los cubanos, sino a los países pobres del Tercer Mundo. Y calzó su banderín publicitario con otro: antes de 1959 los servicios médicos en la Isla eran un desastre.
Sembró tan magistralmente ese mito en la conciencia mundial que hoy, 27 años después de haberse desinflado, los organismos especializados del sistema de Naciones Unidas y millones de personas en todas partes le siguen rindiendo culto.
El dueto salud pública-educación gratuitos en la Isla fue el mejor producto de marketing político-ideológico de Castro I. Como maestro en el arte de la propaganda, el comandante se basó en la vieja técnica de decir parte de la verdad y no toda la verdad. No hay mejor forma de mentir.
Porque, ciertamente, desde los años 60 hasta 1991 en Cuba los servicios de salud pública se expandieron incluso por áreas rurales en las que no habían existido. ¿Pero por qué solo hasta 1991? Ese año se desintegró la Unión Soviética y se acabó el financiamiento de la salud pública. Así de simple.
Triple engaño de Castro I
El engaño de Fidel Castro fue triple: 1) ni la revolución era capaz de sufragar los cuantiosos gastos de salud pública, 2) ni el propósito verdadero era el de cuidar la salud de los cubanos, sino el de legitimar su dictadura con dinero ajeno, y 3) su plan era el de exportar servicios médicos y no el de ayudar a países pobres.
Por su carácter contra natura, el improductivo sistema económico castrista no generaba, ni genera, recursos suficientes. Solo con dinero de Moscú fue posible erigir la vitrina médica con la que Castro se atornilló políticamente en el poder. Pero en diciembre de 1991, al esfumarse los subsidios soviéticos, los servicios médicos cubanos mostraron su cuño nada autóctono: Made in URSS.
En 31 años de "hermandad", Cuba recibió del Kremlin unos $115,000 millones de dólares, que Castro no invirtió en el desarrollo de la economía del país, sino en alimentar su megalomanía. Intervino militarmente en varios países de África y Medio Oriente, exportó la "guerra de liberación" y el terrorismo guevarista a Latinoamérica, y devino redentor del Tercer Mundo.
Fin de la URSS, fin de los "logros"
Al derrumbarse el "socialismo real" Cuba se hundió en una crisis económica que hizo añicos los "logros de la revolución" en salud pública. Los subsidios venezolanos paliaron durante un tiempo la ausencia de la URSS, pero la cubanización del chavismo destrozó igualmente a Venezuela, que ya no puede mantener al Estado proxeneta castrista, siempre viviendo con dinero ajeno.
Y todo se agrava con el envío de miles de médicos y profesionales de la salud al extranjero. Más de 33.000 médicos cubanos, un tercio de los 90.161 existentes según el Anuario Estadístico de Salud de 2016, trabajan en 62 países como esclavos de bata blanca. El régimen les confisca el 75% de sus sueldos, que suman unos $8.000 millones de dólares anuales y constituyen el mayor ingreso de divisas del país, junto con las remesas, viajes y paquetes desde EEUU.
Como consecuencia, la atención primaria y su pilar, el médico y la enfermera de la familia, casi han desaparecido con la reducción de más de 23.000 médicos y enfermeras de la familia, según datos oficiales.
"La revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes", como la proclamó Castro I, lejos de aumentar el número de hospitales y de camas, o modernizarlos, los cierra, o ya en ruinas los echa abajo para construir hoteles, pues eso sí da divisas a los militares.
Este último es el caso del Hospital Infantil Pedro Borrás, del Vedado, que ha sido demolido para construir un hotel del grupo Cubanacán, una de las compañías turísticas de las Fuerzas Armadas. Durante bastante tiempo esa estupenda instalación, inaugurada en 1934, fue el más grande y moderno hospital infantil de Cuba y de toda América Latina. Su imponente edificio de estilo art decó era una joya de la arquitectura cubana y todo un emblema de la medicina insular.
En los últimos siete años han sido cerrados 64 hospitales. El país pierde velozmente capacidad de hospitalización (un 32% desde 2010). Y el número de policlínicos se ha reducido en un 9%. Datos del economista Carmelo Mesa-Lago muestran que el personal total de salud fue reducido en un 22% entre 2008 y 2016. El número de técnicos cayó un 54% y las enfermeras en 16%. Solo en 2010 fueron despedidos 47.000 empleados de ese sector.
Todos los hospitales rurales —baluartes de la propaganda castrista— y los puestos rurales y urbanos fueron cerrados en 2011. Los campesinos y sus familias son referidos a hospitales regionales, pero por falta de transporte en los casos de emergencia sus vidas corren peligro. La mortalidad materna aumentó nacionalmente un 34% entre 2007 y 2015. Han descendido drásticamente los diagnósticos y las pruebas costosas.
Dentistas no hay suficientes (había unos 14.000 en 2012, según la ONEI). Hay escasez de sillones, déficit de personal técnico, falta de higiene. No hay resinas para reparar los dientes, ni materiales para hacer prótesis. En las calles se ve cómo a personas todavía jóvenes les faltan piezas dentales. Muchos padecen de problemas digestivos porque no pueden masticar bien.
Sálvese quien pueda
Uno de los peores azotes hoy es la grave escasez de medicamentos e insumos para cirugía. Los pacientes deben llevar a los hospitales sábanas, almohadas, bombillos y hasta el mercurocromo. No hay agua, las paredes y pisos están sucios, pululan cucarachas, mosquitos y malos olores.
En las farmacias no hay medicamentos, ni siquiera aspirina u otros analgésicos. Según reportan periodistas independientes, los hipertensos, cardíacos o diabéticos están meses sin sus medicamentos.
El diario oficial Granma reconoció el 29 de noviembre de 2017 que desde junio había "grandes afectaciones" en el abastecimiento y producción de medicamentos porque no se les está pagando a los proveedores extranjeros que suministran la materia prima y los propios medicamentos, de los cuales, en Cuba, el 85% son importados.
Tampoco hay psicofármacos en un país donde la depresión y el stress son alarmantes. Los precios en el mercado negro son astronómicos y muchos los tienen que pagar a costa de carecer de alimentos. Ello ha disparado la corrupción y la crisis.
Por ejemplo, en la cola de una farmacia hay alguien que es amigo de un médico que le dio una receta innecesaria. Compra el medicamento, lo revende a sobreprecio, y galeno y falso paciente lucran. No importa si pacientes de verdad se quedan sin el medicamento y empeoran o mueren.
Como decía alguien allá en La Habana, en Cuba lo que hay es "prepotencia médica". Cierto, la de su cúpula dictatorial, experta en fabricar mitos. Aunque también va de mal en peor.