"Tengan confianza en su Revolución… saldremos adelante…nadie será olvidado…para la temporada alta los daños en el turismo se habrán recuperado." Tales han sido las palabras de "aliento" del general Castro ante el desastre nacional ocasionado por el huracán Irma.
La buro-burguesía cubana, en palabras de su primera figura, no ha presentado una valoración de los daños, no ha ofrecido ningún programa ni cronograma de recuperación, no ha informado con qué recursos materiales y humanos cuenta para enfrentar la enorme catástrofe; pero asegura demagógicamente que la confianza del pueblo en la dictadura y la voluntad de vencer las adversidades llevarán a la recuperación del país, mientras no deja duda alguna: su esfuerzo principal será restaurar la industria turística para la temporada alta, en apenas unos meses.
Nada diferente podría esperarse de un Gobierno que ha empobrecido al pueblo, dilapidado sus recursos y destruido la economía de la nación; que evita la prosperidad de los individuos y obstruye el trabajo privado y el asociado, que sigue con la filosofía de que lo importante y determinante para el desarrollo del país es la propiedad estatal explotada mediante formas de semiesclavitud y administrada por la alta burocracia, no por los individuos, las asociaciones y la sociedad civil, puesta en función de ellos mismos.
Y todo, en nombre de un inexistente socialismo y para evitar el "enriquecimiento" de sus ciudadanos. Nada más cínico y fariseo.
Si 57 años no han sido suficientes para que el castrismo entienda que él mismo es la causa del desastre y su incapacidad para recuperarse de golpes como este, nadie podría esperar que el Estado, monopolista, tacaño, celoso de su propiedad, fuera a reaccionar de forma distinta. Como el escorpión de la fábula, en medio del río dijo a la rana que se prestó a salvarlo: "tengo que emponzoñarte porque esa es mi naturaleza". Así, ese Gobierno se irá al abismo, tratando de llevarse consigo al pueblo cubano.
Recuerdo la frase del caudillo fallecido: "primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos ser esclavos de nadie". De nadie que no sean los Castros, pues ellos y solo ellos se creen en la capacidad de decidir sobre los destinos de Cuba y sus ciudadanos, incluso si es preciso hundirlos, ante una amenaza a su poder. Fue lo que demostraron cuando la Crisis de Octubre, en 1962, y lo que hicieron cuando la caída de la URSS y el "campo socialista".
El mensaje del General al pueblo cubano es más que desalentador. El plan es mantenerse en el poder y garantizar la explotación estatal asalariada de los trabajadores del turismo y de los demás sectores como parte de la economía del Estado populista, una vez refrendada la marcha atrás dada a los simulacros de reformas anunciadas a bombo y platillo desde la llegada del General al gobierno y refrendadas en los Congresos VI y VII del Partido Comunista.
Sin liberar las fuerzas productivas, sin permitir la libertad económica de la iniciativa privada y asociada, sin permitir la libre contratación, sin dar amplia entrada al capital cubano de afuera y con las mil y una trabas a la inversión extranjera, es prácticamente imposible realizar una recuperación de las graves afectaciones de Irma, sacar a flote la economía del país y liberar de la miseria a varios millones de cubanos.
La política del General es mantener a la gente pobre y en la miseria para poder manipularlos, imponerles la esclavitud asalariada, que queden agradecidos por "la salud y la educación gratuitas" y sean sumisos y dóciles a las políticas de la dictadura so pena de salir del sistema y se declarados no-personas, como les ha sucedido a miles de opositores y disidentes.
Una posible salida, peras al olmo
Para sacar el país adelante y hacer que funcione hay que garantizar todas las libertades civiles, políticas y económicas y convocar una Constituyente en seis meses y, en seis meses más, realizar las elecciones libres y democráticas que emanen de ella.
Lo que precisamos es de un sistema democrático, que garantice altos niveles de autonomía y libertad ciudadana y local y una mayor repartición general de la riqueza, concentrada hoy en la cúpula gobernante.
Lo anterior garantizaría una ayuda efectiva del exterior, especialmente de la comunidad cubana y de la internacional.
Pero como nadie va a pedir peras al olmo, ni se aprecian todavía condiciones para una salida democrática a la crisis, por el momento lo recomendable es que la ayuda internacional que se vaya a brindar al pueblo cubano en dinero efectivo, medicinas, alimentos o demás artículos de consumo para esta situación, se haga lo más personalizada posible o dirigida a grupos de la sociedad civil, para evitar la intermediación del Estado que lucra con ella y la utiliza para garantizar sus intereses y no para resolver las necesidades inmediatas del pueblo en desgracia.
Terminando este escrito me llega la información de que "el gobierno revolucionario" está vendiendo cajitas de comida a los damnificados del ciclón y que la cadena española Sol Meliá acaba de anunciar que ya restableció los daños en sus instalaciones. Dos contundentes pruebas de todo lo escrito en este artículo.