Cecilia está inquieta y no es para menos. "Faltan pocos días para el inicio del curso y aún no he podido comprar los zapatos. Ni hablar de las otras cosas: mochila, forros para los libros, medias largas, cosas para el pelo. ¡Es mucho! ¿Y de dónde saca uno el dinero? Hay quien puede, pero la mayoría aruñamos para poder vivir", comenta preocupada.
Su hija Mélany inicia este año la secundaria básica en Holguín. "Ya le arreglé el uniforme y le hice unos shorts para debajo de la falda. Me defiendo un poco con la máquina de coser. Lo otro que ya tengo es gracias a una prima que recibió un paquete 'del norte' y me regaló unos blúmeres para ella. ¡Cayeron del cielo! Mi marido solo gana una chequera de jubilado de poco más de 300 pesos. Eso no alcanza para nada".
"Estoy esperando que otro hijo mío, que ya es mayor y trabaja, me dé diez CUC que me ofreció como ayuda para los zapatos. Pero ya hice un recorrido por las tiendas y no hay muchas opciones. Solo unos tenis morados a seis y pico, que tendré que comprar, aunque no peguen con el uniforme amarillo. Las medias cuestan 32 pesos (moneda nacional) el par por el Estado. Mochila nueva ni pensarlo, debe seguir con la vieja reparada. Todo es muy caro", concluye.
Adiané tiene una historia diferente. Su suegro vive en Puerto Rico y, aunque se fue bien mayor, hace sus trabajitos y todas las semanas manda entre 60 y 100 dólares a su hijo.
"Mira que se gasta dinero para comenzar el curso. Ya voy por más de 150 CUC y posiblemente tenga que comprar algunas boberías más. Cada vez las cosas están más caras", dice tras regresar de la TRD Caribe, donde compró la mochila con rueditas y dibujos de barbies que tanto gustan a las niñas de primaria.
En Cuba no hay escuelas privadas, todas son públicas. Todos los niños asisten a la misma instalación, la que les toca por su dirección. No importa si son pobres en extremo (hijos de obreros del Estado), pobres con cierto poder adquisitivo (de obreros que "luchan" algo), o pudientes (hijos de cuentapropistas con éxito o familias que reciben remesas). Allí, todo mezclado, se aprecia desde hace mucho tiempo la diferenciación social de la Cuba ¿socialista?
Podría argumentarse que es un fenómeno mundial, pero no sería justo. En Cuba se hizo una revolución "por los humildes y para los humildes", que todavía se mantiene en el poder tras casi seis décadas con ese demagógico lema. Y los humildes cada día están más humillados por los precios y los salarios que impone el propio Estado que supuestamente debería protegerlos.
Es cierto que la base material de estudio es prestada de manera gratuita, pero los libros son viejos y están rotos. Los lápices y libretas, de pésima calidad, no alcanzan para el curso. Una goma cuesta diez pesos en la calle y una libreta escolar seis u ocho pesos, a precio del Estado. Un trabajador de comercio, el mismo que las vende y tiene hijos que las necesitan, gana nueve pesos en ocho horas de trabajo. Tiene que trabajar dos días para poder comprar tres libretas.
Así transcurren los preparativos para el inicio del curso escolar. Mientras tanto, Cuba está dividida entre estos dos tipos diferentes: los que pueden, como Adiané, y los que tienen la cabeza hecha agua, como Cecilia.
Celebramos que todos los niños tengan su escuela garantizada, aunque no sea en buenas condiciones. Pero tras este avance social tan exhibido como logro en la vitrina de la revolución se esconden problemas sociales de fondo que merecen ser revelados.