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Entrevista

'Si no tengo algo por lo que estar luchando, la vida pierde sentido'

Tato Quiñones, autor de una historia de las hermandades abacuá habaneras, habla de su iniciación y de cómo han sido reconocidas oficialmente en los últimos años.

La Habana

En 2016 la editorial José Martí reimprimió el libro Asere Núncue Itiá Ecobio Enyene Abacuá, de Serafín "Tato" Quiñones (1942), una aproximación a la historia de las hermandades abacuá o ñáñigas en La Habana.

La obra revisa la historia de los abacuá desde sus orígenes, presumiblemente a finales del siglo XVIII, hasta principios del siglo XXI, cuando la Organización de Unidad Abacuá es reconocida por el difícilmente franqueable Registro de Asociaciones del Ministerio de Justicia. Evento que zanjó, institucionalmente, una deuda histórica con las organizaciones abacuá que aparecerían desde entonces reunidas en el Consejo Supremo Abacuá de Cuba.

Hay autores en los que la vida y la obra aparecen claramente diferenciados, no es el caso de Tato Quiñones. Sería muy extenso resumir sus peripecias vitales, pero por la lectura de su libro o de esta entrevista concedida a DIARIO DE CUBA, el lector puede corroborar que la curiosidad y el compromiso de Tato Quiñones no se resuelven en las páginas escritas. Por esa razón entrevistarlo para conocer más de su libro y el mundo abacuá, a la vez resuma parte de su historia de vida.

¿Por qué te iniciaste abacuá en una época en que, según narras en Asere Núncue Itiá Ecobio Enyene Abacuá, los vientos no le eran favorables a la hermandad?

Nosotros estábamos preparando el guion para un documental de Juan Carlos Tabío que se realizó y tuvo por título Un breve ensayo sobre la delincuencia en Cuba. Había sido un trabajo que el MININT le encargó al ICAIC con fines didácticos, pero que Juan Carlos y todo un grupo de amigos quisimos llevarlo más allá. En aquel momento el tema de la marginalidad y la delincuencia estaba siendo debatido entre nosotros y aquella oportunidad nos vino como anillo al dedo. Cuando abordamos el tema de la violencia, los ñáñigos nos salían al paso constantemente y decidimos ir a su encuentro.

Por la época en que a Juan Carlos le encargan la película, 1973 por ahí, comenzaban los ñáñigos a tratar de organizarse para hacer algo frente a las prohibiciones.

¿Es por entonces que surge la Organización de Unidad Abacuá (OUA)?

Exacto. En el libro está el acta de su fundación, que fue en el mes de noviembre de 1975, en la casa de VÍctor Herrera, en el barrio de Atarés. Fue un intento de confederar las asociaciones y tener un frente común para defender los derechos que no estaban siendo reconocidos por las autoridades. Sobre todo el derecho a iniciar nuevos miembros, "plantar".

O sea, para reunirnos y debatir asuntos de la potencia no eran necesarios los permisos, esas eran las juntas. Luego, previa solicitud de permisos policiales, que podían ser otorgados o no, era posible hacer ceremonias fúnebres, actividades rituales, promover miembros rasos a determinados niveles de jerarquía. Ahora, iniciar nuevos miembros estaba prohibido. Se prohibió en 1967.

¿Ya tú eras abacuá cuando se funda la OUA?

No. Yo me incorporo al movimiento sin haber sido iniciado. Redactaba las actas, los documentos, me parecía que era una causa justísima por la cual luchar, y yo soy un luchador. Si no tengo algo por lo que estar luchando para mí la vida pierde sentido.

Todos esos documentos de aquella época que están en el libro están hechos por mí. Luego me juré —me juraron los hermanos—, en 1977, para entonces ya llevaba dos años presentado. A mí me pareció que adentro yo podía hacer más que desde afuera.

¿Por qué es que prohíben los plantes?

Para hacerlo se argumentó la violencia, se dieron cifras de fallecidos y lesionados en las funciones rituales abacuá que, por una estadística que hay en el libro, se demuestra que no eran ciertas.

Además de eso se argumentó que venía la famosa Zafra de los Diez Millones de 1970, y que todo el esfuerzo había que ponerlo en lograr aquella meta, que nunca se logró. Era necesario posponerlo todo, incluidas las iniciaciones abacuá, hasta después de logrados los diez millones. Pero la prohibición continuó hasta 1976.

Después de promulgada la nueva Constitución no es que concedieran el permiso para las nuevas iniciaciones, sino que se decidió, decidimos, comenzar a iniciar sin permisos oficiales. No lo hicimos en secreto, fuimos y lo dijimos en la estación de policía: "Vamos a hacer esto tal día porque es nuestro derecho, con permiso o sin permiso lo vamos a hacer. Se lo decimos para que ustedes lo sepan, no vaya a ser que se enteren y entonces se sientan obligados a ir allí a intervenir. Si van a ir a reprimir vayan y repriman".

Roberto Castro, "Bertico", el difunto Isué de la potencia guanabacoense Orú Abacua Ecobio Endure que fue además la que iniciaría, dijo: "Si quieren matar un poco de negros, allí vamos a estar".

La ceremonia se realizó sin intervención policial alguna y luego, de ahí, siguieron iniciando las demás. En esa misma situación me inicio yo.

En su libro se habla mucho del vínculo del abacuá y el barrio. ¿A qué se debe esa relación?

La relación está en que cada potencia ñáñiga tiene un barrio de la Habana que le sirve de base social; en Matanzas creo que es parecido. Acuérdate que el fenómeno abacuá no es nacional, sino que se limita a La Habana, Matanzas y, muy probablemente, a Cienfuegos. Pero la presencia del abacuá en Cienfuegos está por investigarse.

Te menciono algún ejemplo, el barrio de Equereguá, es Jesús María. Muñanga, la potencia a la que pertenezco, es del barrio de Pueblo Nuevo. Usagaré Mutanga es de Los Sitios. Gumán Efó de Atarés, Belén tiene Eforikomó y Bakokó, en fin. Hay barrios que tienen más de una. Además ahora han proliferado muchísimo.

¿Ah, sí? ¿Hay nuevas?

¡Decenas! Se han multiplicado como los panes y los peces.

¿Y en esta época cómo es la relación con el barrio?

Ahora la relación con el barrio, según lo aprecio, es otra. Antiguamente si usted nació en el barrio de Jesús María, y usted quería ser abacuá, debería iniciarse en Equereguá, que es el juego de ese barrio, donde a usted lo conocen desde niño, porque para el abacuá no vale aquello que "de chiquito no se vale". Estabas siendo observado todo el tiempo.

Generalmente se nacía, crecía y se moría en el barrio. Había quien se iba del barrio pero no era la regla. Como todo el mundo se criaba junto, todo el mundo se veía. Allí estaban los contemporáneos y los viejos mirando. Si en la escuela ganabas fama de flojo, de cobarde, pues no servías para el abacuá. Si eras abusador o chismoso tampoco. De ahí que si tú eras de Jesús María, no era bien visto que te fueras a presentar en Muñanga, que era de Pueblo Nuevo. ¿Por qué no te presentaste en Jesús María? ¿Alguien te sabe algo a ti allí que te impide ser abacuá?

¿Esos mecanismos siguen funcionando de la misma manera en la configuración del mundo abacuá?

Probablemente no. La manera debe ser diferente pero la esencia sigue siendo la misma. No hace mucho yo tuve la ocasión, por un convenio que tenía la Biblioteca Nacional con la Dirección de Prisiones del MININT, de dar una charla en la prisión de menores de Occidente. Fue interesante porque esta prisión es un edificio contemporáneo, pero la atmósfera y los olores eran los mismos de El Príncipe, que era una fortaleza colonial donde yo trabajé como maestro en la década del 70, cuando todavía era la Cárcel de La Habana. Es un olor que tiene la prisión que quien la conoce sabe. ¿A qué? No sé. Huele a prisión. Y la atmósfera era un poco igual. La reja, los guardias, en fin, el mundo carcelario. Y esta reunión se hizo en un teatro que se llenó de jóvenes reclusos.

En un principio, como ocurre con todo prisionero, muy desconfiados. Hasta que entramos en materia. Incluso había algunos que ya eran abacuá. Otros que aspiraban a serlo. Empezamos a hablar y a mi pregunta "¿por qué te hiciste abacuá?" para mí quedó claro que, como siempre ha sucedido y sigue sucediendo en el mundo del ambiente, cuando no se tienen conceptos claros de los valores, de la ética, de la conducta, de esa condición de "caballero del barrio" de la que habla Mario Castillo en el prólogo del libro, lo que se está buscando fundamentalmente, pienso yo, es un espacio de identidad, de ser.

Cuando tú eres un marginal o un marginado, los espacios de ser no abundan. Dentro de la hermandad abacuá eres un miembro, tienes ecobios, hermanos. Tu opinión cuenta en las juntas, puedes levantar la mano y hablar. Decir tu criterio en lo que tiene que ver con la potencia. Y ahí ya hay un espacio de realización, que a mí me parece que bien utilizado podría resultar útil a los efectos de formar ciudadanos mejores. A veces se logra, a veces no. Todas las potencias no son iguales.

¿Y ahora por qué lucha Tato Quiñones?

Yo me mantengo con una lucha que para mí ya es secular contra la marginalidad, los prejuicios y la discriminación raciales. Precisamente la que en el pasado me llevó a incorporarme a la batalla que entonces libraban los ñáñigos de La Habana.

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