Tras el anuncio del presidente Trump de limitar la visita de ciudadanos norteamericanos a Cuba, una ola de protestas se ha levantado en EEUU y en otros países. Reclaman el derecho humano básico y legal de recorrer el mundo sin otra restricción que la seguridad de los ciudadanos. Es curioso que sea el régimen cubano uno de los que más claman porque los "yanquis" puedan viajar libremente.
Sintomático porque quienes se quejan de coartar el libre tránsito, el régimen cubano, solo recibe entrada libre, sin visas, a unas 30 naciones, si se viaja entre uno y tres meses. La mayoría son islas desconocidas y remotas como Palau, Samoa y Seychelles. En Europa, solo Bielorrusia, Rusia, Montenegro y Serbia no requieren visado para los cubanos.
El único país latinoamericano que no requería permiso de entrada era Ecuador, y ya sabemos cómo fue la historia. Pero es aún más sorprendente saber que los cubanos necesitan visa —ahora llamada habilitación— para visitar Cuba.
Incluso el trámite dentro de la Isla es una verdadera tragedia. Después de pagar el pasaporte más caro del mundo y en moneda del "enemigo", toca enfrentar a los oficiales consulares. No bastan propiedades, hijos, fama profesional: todo cubano es un posible emigrante aunque demuestre lo contrario. Las preguntas suelen ser vergonzosas; la posibilidad de negativa flota encima del entrevistado cual noria inevitable. Y los cubanos, por una visa, suelen hacer de todo: ofrendas a los santos, "limpieza" con el padrino, "confesión exprés" con el sacerdote de la parroquia.
Pero lo más absurdo sigue siendo tener pasaporte de la Isla para entrar al propio país. No sabría decir si es una práctica común en otros sitios del mundo. Pero de alguna manera justifica que a nuestros compatriotas no les den permisos de entrada en tantos lugares de este planeta. Si es el mismísimo Gobierno cubano es quién exige visa de entrada a los cubanos, ¿por qué otros no pueden hacer lo mismo?
Una nota irracional al margen: llegados con pasaporte cubano y todo, la humillación de las autoridades migratorias a sus compatriotas es de alquilar balcones: son los únicos aeropuertos del mundo que pesan el equipaje para salir a la calle.
No son pocos los conciudadanos a quienes se les niega la "habilitación". Uno nunca sabe el "delito" que le espera. Como si fuera un juego de fútbol, unos pueden ser "habilitados" con el balón-apostilla, y otros quedar outside, fuera del juego. Y para estar "fuera del juego" basta con escribir en estas páginas, o salir en un programa de televisión de Miami. Hay fuera del juego para cualquiera que piense, no ya que actúe diferente.
La justificación para la bajeza de negar la entrada a la Patria de todos, deshonrar la máxima martiana, es preservar la seguridad del país. O sea, que el trabajo de los policías lo deben hacer los viajeros y no a quienes pagan para eso. Los cubanos deben tener el "balón-visa" para estar en juego mientras los "yanquis" pueden colocarse, ventajosamente, en cualquier parte del terreno. Los cubanos podrían ser multados con tarjetas rojas y amarillas, mientras los jugadores del "Imperio" cometerían cualquier falta y el juego continuaría.
Estos detalles, nimios para algunos, bastan para que muchos cubanos, con más derechos naturales y dignidad que cualquier extranjero, hayan prometido jamás pisar suelo patrio mientras existan tan humillantes condiciones.