Back to top
Sociedad

Tecnología y bulla, mala combinación en la capital

'A las 7:00 de la mañana puedes encontrarte personas que suben al ómnibus con bocinas y el volumen al máximo', se queja una habanera.

La Habana

La Habana es una ciudad donde impera la bulla, y no solo por sus habitantes, que vociferan de balcón a balcón, o por la cotidiana guerra del claxon que libran los conductores de vehículos en avenidas y calzadas.

El desmadre sonoro de la capital ha devenido, más que en crisis, en "acto natural", y uno de los espacios que ha invadido con más fuerza es el transporte urbano, tanto privado como estatal, debido al uso indiscriminado de bafles portátiles y otros dispositivos por parte de pasajeros y choferes.

"A las 7:00 de la mañana puedes encontrarte personas que suben al ómnibus con esas bocinas gritonas con el volumen al máximo. Es un verdadero tormento y te pone de malhumor camino al trabajo", se queja Madelyn Reygada, vecina de Arroyo Naranjo.

"Y ni hablar de hacerles ver que esas no son horas para tanto volumen porque se insultan. Es como si te gritaran: 'la bullanga soy yo, y qué'", añade.

Por regla general, las autoridades no suelen aplicar penalización a quienes imponen música y otros sonidos, y rompen de las normas elementales de urbanidad.

Las disposiciones al respecto "son letra muerta", dice Joaquín Tamayo, vecino de La Lisa. "Por eso, tanto los choferes de ómnibus estatales como de almendrones (taxis privados) y bicitaxis también contribuyen a la bulla. Saben que no les va a pasar nada por escandalizar y van con el volumen a tope, sin importarles lo molesto que resulta al viajero. Incluso llegan al extremo de ofenderte cuando amenazas con quejarte".

A excepción de los escasos reportajes y las quejas que publica en ocasiones la prensa estatal, quienes se sienten afectados apenas encuentra instrumentos a los cuales recurrir.

Gonzalo Herrera, exprofesor de Educación Física, cree que actualmente "viajar en una guagua o en almendrones puede ser un deporte extremo".

"No son pocas los broncas que se presencian a causa de discusiones sobre el volumen" de los dispositivos "en espacios cerrados como el transporte", añade.

El sociólogo Norberto Pérez considera que, aunque al cubano siempre le ha gustado "compartir sus fiestas", resulta "alarmante" que muchos habaneros prefieran imponer la música de sus móviles, tablets y otros reproductores portátiles a utilizar audífonos.

"Es un fenómeno que no era masivo en los años 70, 80 y 90 porque era difícil que un cubano pudiese comprarse una grabadora estéreo", recuerda. Aunque no era extraño ver entonces a personas en la calle o en la playa con enormes aparatos de radio o grabadoras de casetes.

"El gran problema —opina la estudiante de derecho Luci Núñez— es que existe la prohibición para los choferes de ómnibus urbanos de no reproducir música en absoluto".

"Sin embargo, si logras llevar tu denuncia a la prensa o a la entidad correspondiente, casi nunca hay respuesta o, cuando se resuelve, dura muy poco el efecto y el problema regresa".

Y los pregoneros también

"La paletica de helado. A cinco pesos la rica paletica de helado".

Este es uno de los pregones más escuchados en los barrios habaneros. Con sus grabaciones reproducidas por altoparlantes, los pregoneros de este dulce se han colocado entre los más criticados por los vecinos.

"Imagínate que es una grabación a modo de letanía machacona, sin pausa y a todo volumen. A medio kilómetro los escuchas como si estuvieran ya en el portal de tu casa", critica Berta Moreno, vecina del Cerro.

"Y si fuese uno solo sería tolerable, pero son varios y pasan hasta tres veces al día. El hecho de que grabes el pregón no significa que venderás más que si lo haces a viva voz, porque más que un chino, en esta Isla nadie pudo vender nunca".

Para René Sotolongo, carpintero particular, la bulla que se amplifica a través de la tecnología deberían estar sujeta a regulaciones.

"No al extremo de prohibir todo, sino que funcionen los mecanismos y las penalizaciones para reincidentes. Así se protege realmente a la población", precisa.

"Y el fenómeno se extenderá porque también los carretilleros y reparadores de colchones se van sumando a grabar sus pregones", avisa Lorenzo Artiles, trabajador privado en Centro Habana.

"¿Te imaginas eso? La Habana se convertirá en un manicomio si el Gobierno no toma medidas para reactivar reglamentos urbanos. Entre eso y la falta de educación formal generalizada, la cosa pinta negra con pespuntes verdes".

Archivado en

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.