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Negocios

GAESA atrapa con sus tentáculos la 'Ciudad Maravilla'

El poderoso grupo militar sigue iniciando obras para aumentar sus capacidades hoteleras. Una de las más recientes es la reconstrucción del Gran Hotel, en Zulueta y Teniente Rey.

La Habana

Parodiando el espacio televisivo de Eusebio Leal Spengler, resuelvo "andar La Habana" para comprobar que en la intercepción de las calles Zulueta y Teniente Rey trabajadores de la Unión de Construcciones Militares (UCM) y la constructora francesa Bouygues comenzaron a levantar el socio-administrativo y las facilidades temporales, iniciándose de esta forma la reconstrucción del Gran Hotel. El igualmente conocido como "hotel de las 100 habitaciones", es un conglomerado de ruinas que desde hace décadas permanecen soportadas por estructuras de acero para evitar su desplome.

Ocho cuadras al norte se encuentra el Hotel Regis (Prado y Colón), un inmueble de estilo ecléctico de los siglos XIX-XX, que al filo del colapso espera por los constructores. El edificio está rodeado por una cerca y algunas vallas anuncian que el inversionista es la inmobiliaria ALMEST; el explotador, Gaviota; el suministrador, TECNOTEX; los constructores, UCM y Bouygues (BBI); mientras los proyectos corren a cargo de la empresa Restaura, perteneciente a la Oficina del Historiador de La Habana.

A pesar de los atrasos, ya son notables los avances en el hotel Packard (Prado y Cárcel) con un porcentaje de ejecución que ronda el 60%. Según cronograma debe terminarse este año.

En las proximidades, recientemente arrancó la construcción del hotel Prado y Malecón (ubicado en la esquina del mismo nombre) donde resuenan los martinetes que escavan los hoyos de las cimentaciones, ardua labor que corre a cargo de soldados del Servicio Militar General (SMG), mano de obra esclava utilizada por la UCM y la BBI para los menesteres constructivos que no requieren calificación.

Por San Rafael, donde se ubica el frontis del hotel Manzana de Gómez, ya retocan con pintura las farolas del alumbrado público y la marquesina, puesto que próximamente Kempinski abrirá sus puertas para ofertar 172 habitaciones y 74 suites; servicios de tiendas con 16 locales destinados a comercializar productos de marcas reconocidas, piscina, bar, restaurante, cafetería, salas de negocios y bar panorámico, además de servicios de belleza, casilleros y salones de masaje. Sin embargo, para reconstruir este "Taj Mahal", las constructoras contrataron 400 trabajadores indios "que rindieron cuatro veces más que los trabajadores nacionales", según informó la prensa oficial, que al mismo tiempo ocultó escandalosamente a la opinión pública que los foráneos recibían salarios 20 veces superiores a los de los cubanos.

Con las citadas inversiones, el poderoso consorcio militar GAESA elevará la capacidad de su subsidiaria Gaviota en el centro de la capital, uno de los polos más demandados por el turismo internacional.

Lo preocupante es que los servicios ofertados por el Estado —amén de ser administrados por prestigiosas cadenas hoteleras— están siendo cuestionados por los usuarios que engrosan la avalancha turística, disparada tras la política de deshielo que inició Obama en 2014. Malos tratos, falta de higiene, grandes poblaciones de cucarachas, contagio de enfermedades diarreicas y altos precios son algunas de las quejas más frecuentes. No es descartable que las compañías hoteleras también contraten personal extranjero para los servicios, ya que las normativas lo permiten.

Al andar La Habana quedamos expuestos a las nubes de polvo y humo, como los centenares de turistas que van y vienen a pie, en bicitaxis, o reciclados descapotables de los años 50. Con el trasfondo sonoro de las guitarras, bongoes y maracas que caracterizan la música típica que impera en la zona, los excursionistas se sientan a las mesas de los establecimientos gastronómicos diseminados por doquier, para empinar el codo o degustar manjares criollos. El disfrute incluye gratuitamente el olfateo de un amplio repertorio de pestes, entre las que se destacan la variada perfumería de orines, basuras y excrementos, pero lo más importante es que pueden husmear en vivo y en directo la pobreza que angustia a la población de La Habana profunda, el reverso de la "Ciudad Maravilla" tan sublimada en los catálogos.

El timo permanecerá a perpetuidad en una tarja develada hace un año en la explanada de la fortaleza de San Salvador de la Punta por cuenta de la fundación New7Wonders, que eligió a La Habana como una de las siete "ciudades maravilla" por su "atractivo mítico, ambiente cálido y acogedor, más el carisma y jovialidad de sus habitantes".

Caminando en dirección a la bahía nos topamos con otra "maravilla", en este caso de la ingeniería civil cubana: la estación de bombeo que trasiega las aguas albañales generada por la ciudad hasta la Playa del Chivo. Como dato curioso y casual, agregamos que en la charada el número siete es "mierda".

En las proximidades se alza el antiguo Estado Mayor de la Marina de Guerra, hoy sede central del consorcio militar GAESA y guarida del brigadier Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, el genio tenebroso de la economía subterránea del régimen, quien desde su despacho y palpándose los bolsillos, quizás observe y contabilice, como si fueran cabritos, a los turistas que descienden de cruceros en el muelle San Francisco.

Ya en retirada por la calle Neptuno, con rumbo oeste, y admirando cómo empercudidas sabanas blancas cuelgan de los balcones, dos turistas interrumpen el "andar La Habana" de este reportero para preguntarle "¿por qué los taxis (almendrones) siguen de largo cuando les hacen señas?".

Les instruyo que la nueva señal "auto-stop" consiste en hacer "el pollito con los dedos", lo que significa que pagaran la carrera en CUC. Me miran desconcertados y aclaran que me preguntaron "por los taxis que cobran 10 pesos"; respondo que esa tarifa ya es agua pasada. Y, alzando y bajando los hombros argumento: "¿no querían 'ciudad maravilla'?... pues ahí la tienen".

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