"Nos tienen retenidos los pasaportes, no nos dejan continuar y nos están deportando en grupos de 15 o 20 hacia Colombia", relató a DIARIO DE CUBA el emigrante Giorvis Castro Pérez desde la selva del Darién, en Panamá.
Castro Pérez es uno de los 110 cubanos que se encuentran retenidos por guardias del Servicio Nacional de Fronteras de Panamá (SENAFRONT) en el puesto militar de Bajo Chiquito.
"Estamos en condiciones extremas. Dormimos en el suelo, en una carpas que están llenas de pulgas, de garrapatas", describió. Dijo que hay muchas personas con diarreas porque el río Turquesa, que pasa por la zona y del cual beben, "está contaminado".
"No hay puesto médico, aquí no hay personal que nos atienda", añadió Castro Pérez y precisó que en el grupo hay dos mujeres embarazadas.
"No nos han dado alimentos", dijo el emigrante. "Ya no tenemos dinero; estamos vendiendo los celulares, la ropa" para poder comprarlos, añadió. Dijo que el plato de comida les cuesta tres dólares.
Bajo Chiquito es un pequeño poblado ubicado en la Provincia del Darién, en Panamá, a escasos 30 kilómetros del paso fronterizo con Colombia conocido como la "Loma de la Muerte". El caserío bordea el río Turquesa, en cuyas traicioneras aguas han muerto decenas de migrantes arrastrados por la corriente.
Los cubanos que están en la localidad son solo una pequeña parte de los centenares que se encuentran varados en varios países de América Latina y que enfrentan un futuro incierto desde que el pasado 12 de enero el Gobierno estadounidense eliminara la política "pies secos/pies mojados".
Pese a que ahora no pueden entrar a Estados Unidos sin visa, la mayoría de los cubanos mantiene sus intensiones de llegar a ese país.
Deportados bajo engaño
Entre quienes se encontraban en Bajo Chiquito estaba Yisel Venegas, embarazada de dos meses.
A Venegas le costó seis días atravesar el paso fronterizo entre Colombia y Panamá junto a otros siete emigrantes. Los sorprendió la crecida del río Turquesa. Aunque pudieron salvar sus vidas, la corriente se tragó sus pertenencias.
La cubana dijo que los guardias panameños los trasladaron a unas cabañas la noche del 21 de enero. "Nos cobraron 25 dólares por traernos supuestamente a Loma Blanca, pero no tenemos seguridad del lugar. Estamos acordonados por guardias armados, no nos dejan mover. Desde ayer tengo un fuerte dolor en el bajo vientre, varias veces le he suplicado a la guardia que, por favor, me lleven a un centro médico, y la única respuesta que he recibido son amenazas de deportación a Capurganá, Colombia", relató.
Los cubanos denuncian que mediante engaños están siendo deportados para Colombia. Con la promesa de que en Metetí, Darién, les serán entregados sus pasaportes y podrán continuar el viaje, los emigrantes son sacados en grupos de 15 a 20 de Bajo Chiquito, pero en realidad, son llevados a la localidad de La Miel, y luego abandonados en Cabo Tiburón, una loma selvática cerca de Capurganá.
Danis Reinaldo Oro, otro emigrante, contó que el pasado jueves 19 de enero fue víctima de uno de esos engaños. Bajo la promesa de ser llevado a Metetí por la guardia, se subió a un vehículo oficial, pero fue deportado.
"Al llegar a Metetí, un guarda nos dijo que él nos hacía el favor de llevarnos a Ciudad de Panamá, pero nos llevó a un puerto. De ahí nos ordenaron que nos montáramos en una lancha. Yo le pregunté al oficial para dónde nos llevaban y dijo: 'para Ciudad de Panamá', pero la verdad fue que nos dejaron en la isla de Narganá. Al otro día nos trasladaron a La Miel en otra lancha y de ahí nos cruzaron para Colombia".
Oro estaba de vuelta en Bajo Chiquito el 22 de enero. Había atravesado por segunda vez la selva colombo-panameña en su intención de continuar camino hacia Estados Unidos. "Si tengo que cruzar 1.000 veces la selva, lo haré. A Cuba no vuelvo, allá no hay libertad", afirmó.
Cáritas Panamá, la mano amiga de los migrantes
La Pastoral Social Cáritas Panamá ha sido la mano amiga de los cubanos que han llegado al país centroamericano desde el verano de 2016. Ha brindado albergue, alimento, asesoría legal y ayuda espiritual a cerca de 6.000 emigrantes.
A la cabeza de esta obra se encuentra el diácono Víctor Berrio. "En nuestra labor solo cumplimos el mandato de Dios", dice.
Según Berrio, actualmente en el albergue de Cáritas Panamá se le brinda atención a 280 emigrantes cubanos. La mayoría llegan deshidratados, enfermos y con los pies en llagas, después de la travesía por la selva.
Informado sobre las denuncias de los cubanos retenidos en la zona fronteriza de Metetí, el diácono dijo que se reunirá con obispos de la iglesia local para poner en conocimiento de la situación al presidente del país, Juan Carlos Varela.
"Estoy seguro de que él no tiene conocimiento de estas deportaciones", afirmó Berrio. "Además, es necesario saber quién las está ordenando. Aunque estamos escasos de recursos, acogeremos con los brazos abiertos a esos migrantes. Dios proveerá como lo ha hecho en el pasado", añadió.
El diácono dijo que está estrechando vínculos con las autoridades de la Iglesia Católica en Colombia, con el fin de aunar esfuerzos para "poder brindarle una ayuda más humana a los hermanos migrantes".
Al cierre de este reportaje, decenas de migrantes se agolpaban en las oficinas de Migración de Turbo, Colombia, a la espera de un salvoconducto para aventurarse en las selvas del Tapón del Darién y poder así continuar su viaje hacia Estados Unidos.