Las flores son un producto que siempre tiene demanda en Cuba. Se compran para regalos, fiestas, para adornar la casa y para poner en los altares domésticos y de las iglesias. Cada santo o virgen tiene su flor distintiva y los fieles las compran todos los días en los mercados agropecuarios o a los vendedores ambulantes.
Pero a pesar de que se venden muy bien, los productores de la capital parecen estar desapareciendo gradualmente. Las flores que se comercializan en los mercados ya no vienen de Guanabacoa o del Cotorro, sino de lugares cada vez más lejanos.
"Por eso es que a veces no lucen tan frescas", opina una mujer que sale con un enorme ramo de girasoles del mercado de Egido.
Los vendedores de Egido aseguran que sus productos vienen todos de Mayabeque o Artemisa.
Los que ofrecen su mercancía en carretillas o bicicletas dicen que van a comprarlas a San José, Güines, Güira.
"Las flores las traemos de Matanzas", comenta la vendedora de una tienda particular en 25 entre G y F, Vedado.
Las vendedoras de la calle 12, frente al Cementerio de Colón, aseguran que todas sus flores vienen de Mayabeque. "Si hay alguna finca de flores en La Habana, yo no la conozco", dice una de ellas.
"Las mariposas las compro en Guanabacoa", detalla un vendedor ambulante de Habana del Este. "Pero las demás las tengo que ir a buscar a Batabanó".
Entonces, ¿hay flores todavía en La Habana?
La producción de Guanabacoa, municipio capitalino que tenía fincas enteras dedicadas al cultivo de diversas variedades, apenas alcanza hoy para abastecer a los vendedores locales y, como mucho, a algunos particulares de municipios aledaños, como Habana del Este y San Miguel del Padrón.
Los campesinos se han decantado por otros productos. Algunos han disminuido los canteros de flores hasta casi eliminarlos. Otros ya no tienen en sus tierras ni un solo botón.
'El cultivo más lindo que puedas tener'
En la finca de Orestes apenas queda un cantero con una planta de girasoles marchitos y algunas rosas miniatura perdidas en un surco.
"En los años 90 cultivábamos 16 variedades de flores distintas", recuerda Orestes. "Teníamos extraña rosa, azucena, varios tipos de rosa, como búlgaras, miniaturas y happy. También teníamos girasoles, pero menos, pues hay que cambiarles la tierra todos los años, porque absorben muy rápido los nutrientes del suelo".
Orestes mira su ahora descolorida finca y señala: "Tú te parabas aquí y veías la hilera de botones saliendo. Era muy bonito"
Según Orestes, las plagas acabaron con sus sembrados. "Traté de seguir, pero el hongo negro me las comía cada vez que sembraba".
El hongo negro es una plaga que para ser eliminada necesita antifúngicos cada 10 días aproximadamente. Para Orestes se hizo imposible pagar el costo de la desinfección.
"Cada vez que ibas a echar un plaguicida eran 2.000 pesos", asegura. "Llegó un momento en que no podías sembrar, enseguida le caía el hongo y se echaba a perder toda la producción. Es una lástima porque en esta tierra se da de todo".
Orestes extraña sus flores. "Ese es el cultivo más lindo que puedas tener. Es difícil, pero a mí me encanta. Ojalá pudiera cultivar flores toda mi vida".
En la finca de P. no quedan siquiera unos girasoles abandonados. Algunos árboles frutales y matas de plátanos son los únicos cultivos visibles.
"Me he dedicado a las vaquitas que tengo", comenta el anciano P., un hombre que luce como el clásico guajiro del imaginario popular.
"Cultivé flores toda la vida. Mi especialidad eran las happy, que son esas a las que la gente les dice príncipes negros, pero ya no me queda ni una", dice.
P. considera las flores un cultivo difícil, que lleva cuidado y dedicación. "Hay que fumigar cada 15 días. No se puede sembrar como quiera, lleva poda, injertos, hay que estar encima de ellas todo el tiempo".
Como P. pertenece a la cooperativa local, depende de ella para la adquisición de plaguicidas y para la venta de su producción. En los últimos tiempos, las flores no eran rentables para él, por eso dejó de cultivarlas.
"Antes llegaban productos a la cooperativa para eliminar las plagas, pero ya no llegan. No se puede mantener un sembrado de flores sin plaguicidas", explica.
"Además, yo le vendía toda mi producción al Estado y me pagaban cuando les daba la gana".
Una docena de vacas son ahora la ocupación de P., quien se queja de que ni siquiera los plátanos dan negocio, sobre todo porque la gente entra en la finca a robárselos.
"Todavía hay quien cultiva flores, pero son pocos. Fincas de flores como existían en Guanabacoa no existen ya", asegura.
Flores extranjeras
La estatal empresa provincial Jardines cuenta con varias tiendas en la capital. A ella pertenecen Flor de Lis y La Dalia, que radican en el Vedado.
"Tenemos otras en municipios como Centro Habana y todas venden en moneda nacional", señala una trabajadora de Jardines. "Las flores vienen de fuera de La Habana, pero son cubanas, excepto las de la tienda en CUC, que son importadas".
Florhabana, la tienda en CUC situada en 23 y 12 y administrada por la empresa provincial, comercializa flores importadas de Ecuador por Ave del Paraíso, otra empresa estatal.
"Nosotros le compramos las flores a la importadora, que también le vende a particulares", explica una trabajadora de Florhabana. "No compramos directamente al proveedor, así que eso encarece un poco el producto, pero sigue siendo un poco más barato que en los cuentapropistas".
En realidad, la diferencia de precios es poca. Una rosa que en Florhabana cuesta 1.80 CUC, en una tienda particular de Zapata y 14, en la calle paralela, cuesta 2 CUC.
En la tienda particular hay mayor variedad de ofertas, más tipos de rosas, lirios y al menos tres variedades de crisantemos. También se pueden encontrar claveles, una flor que no se ve ya entre los vendedores de la producción nacional, sean privados o estatales.
"A lo mejor en Cuba se pueden cultivar flores como estas. Ya se han logrado algunas muy parecidas", dice la trabajadora de Florhabana. "Eso sí, duran menos que las importadas".
Pero es difícil que la iniciativa de desarrollar estos cultivos se tome en serio, si ni siquiera se ha potenciado la producción de La Habana. Lo más probable es que los habaneros continúen comprando por un buen tiempo flores que vienen de otras provincias, incluso de otros países, antes de ver recuperados los antiguos cultivos locales.