Los medios de prensa del Gobierno estuvieron narrando durante toda la pasada semana, a modo de peregrinación o cruzada, las "protestas" de los estudiantes contra las becas de la organización no gubernamental estadounidense World Learnnig.
¿Pero sabrán padres y alumnos de qué va ese sistema de becas? ¿Habrán tenido acceso a las inscripciones y suficiente información como para llegar a la conclusión de que son una estafa, como las describe el Gobierno?
Los estudiantes son los principales afectados, pero los padres son los que, por lo general, sostienen los años de carrera y se sacrifican para paliar las deficiencias del sistema educacional que no se atreve a reconocer el Gobierno.
Malú se enteró de que su hijo estaba en una manifestación cuando lo vio en el Noticiero Nacional de Televisión en medio de la multitud. Se preguntó "¿y esto qué cosa es?". Ella no ha dejado de dar al muchacho una mesada para que no tenga justificación para dejar la escuela, pero "él se fue a vivir para casa de la novia nueva que tiene", y Malú, antes de preguntar a su hijo, decidió ver si en el noticiero explicaban "en algún momento contra qué iba el mitin" y si no era simplemente "otro ataque más del imperialismo".
Al final, Malú tuvo que preguntarle a su hijo porque en el noticiero nunca explicaron exactamente en qué consistían las becas y por qué eran una amenaza.
"¿Cómo es posible que después de tanto años citando a Martí ahora se manifiesten en contra del conocimiento, de lo nuevo? Por lo que me explicó el niño, aunque creo que él tampoco sabe mucho, lo que hay es un miedo tremendo a que se queden todos los que vayan. Así debe ser la diferencia entre el aquí y el allá", razonó más tarde.
La hija de Edgar quiere ir a una universidad en Miami. "La niña a penas empieza y me dice, 'tú sabes, papi, si lo digo me embarco'. De aquí va a ser muy difícil que la dejen ir, más la humillación y el maltrato, y yo no podré estar ahí para protegerla. No hay justificación para cortarle las alas a los que quieran volar. No hay justificación".
Los argumentos son los mismo de siempre: "el enemigo los quiere penetrar", dice Edgar, que nació con la Revolución y que no tuvo muchas oportunidades de ir a la universidad porque "era de madre ver a la vieja partirse el lomo y yo sin poder ayudar. Pero para mi hija quiero lo mejor", zanja.
"Es cierto, aquí es lo mismo para negros y blancos, el mismo calor, la misma miseria, aunque algunos le cueste más trabajo que a otros llegar a la misma universidad", dice alguien en la cola de ETECSA, en la calle 17, en el Vedado.
"Por eso terminan yéndose —afirma una vecina de Centro Habana— a ver si no es más fácil dejarlos ir, que se superen, darles más perspectivas de vida y que regresen a invertir lo que aprendieron aquí".
"Los hijos de ellos son los únicos que pueden estudiar en el extranjero. Los nuestros no. Los nuestros tienen que mirar para atrás después y arrepentirse de no haber tomado la decisión, por miedo, de estudiar donde se les abriera el mundo", agrega.
Una tía preocupada analiza: "Es como el otro día alguien estaba comentado: 'Fui a España y no encontré el sabor de la galletas cubanas por ningún lado'. ¿Y sabes cuál, según esa persona, era el sabor cubano? A zocato, a viejo, a harina húmeda de las galletas que venden en el Ten Cent del Vedado. ¿Es que nuestros hijos se tendrán que conformar como nosotros con una universidad solo para los revolucionarios pese a que los baños estén sucios o rotos, los medios de enseñanza sean viejos o de la peor calidad?"
"Mi sobrino estudia en la ENA y ahora está metido en tremendo lío porque los tienen becados en pésimas condiciones y ellos protestaron. ¿Y tú sabes cuál ha sido la respuesta de la escuela? Coaccionarlos, tratarlos como parias sociales, los quieren hasta botar, pero nada de solucionar el problema real", critica la tía.
A los estudiantes que no "encajan" en el sistema como deberían, muchas veces les espera el estigma de "no confiables" y recibir las peores ubicaciones aunque hayan sido los mejores alumnos en lo académico. O pasar por el calvario que impone la Revolución para moldearlos a su medida.
A la hija de Odalys, por llevar un tatuaje la expulsaron del pre del Ministerio del Interior y no tiene derecho a ingresar nuevamente en la enseñanza preuniversitaria hasta transcurridos dos años. Los que en busca de pasarla mejor ingresan en ese mismo preuniversitario lo tienen difícil luego para desligarse de sus funciones de "policías". Incluso reciben formación de agentes, como el sobrino de Armando, que aún graduado de Turismo, como sus amigos a veces responde a seudónimos.
Esa es la mejor opción que tienen ahora muchos jóvenes cubanos: transporte, buena comida, uniforme, jabas de aseo y el alma al diablo.
Otros deberán sobrevivir a las iniciativas de maestros frustrados, como ha venido sucediendo en el pre de Alamar, donde la profesora de Cultura Política acosa a sus compañeros para que suspendan en sus asignaturas a los estudiantes que ella cree no son revolucionarios; o como Verónica, que tendrá que sacar a su hijo de la escuela porque su pelo no se ajusta al reglamento… realmente de ninguna escuela cubana, donde se exige que los varones estén pelados con cortes militares.
"¿Cuál es la edad a la cual considera la Revolución que sus ciudadanos tienen el derecho a pintarse el pelo de rosado si quieren? Porque yo creía que esas eran locuras de adolescencia, no de la madurez", se pregunta Clara, psicóloga retirada.
"Lo que veo ahora mismo es que hay mucha resistencia ante lo nuevo, hay demasiados temores ante el cambio. Y eso no es un comportamiento de la juventud, sino de gente vieja y achantada", añade.
El hijo de Juan aún no termina la primaria y él espera que "cuando llegue su hora ya haya pasado todo esto".
"Me da la sensación de estar viendo una película medieval donde creen todo el tiempo que la curandera del pueblo es la bruja y el pintor el hijo del diablo. ¿Tú sabes lo que es decir que porque te están ofreciendo una beca en el extranjero te están manipulando? Eso es cosa de guajiros, eso es ignorancia".