Cada año miles de jóvenes cubanos intentan entrar a las aulas del Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDi), pero solo unos pocos alcanzan una de las preciadas plazas.
Fundado en 1984, el ISDi ha graduado a centenares de diseñadores, y muchos más estudian en la actualidad en el edifico de Belascoaín y Estrella.
Sin embargo, ¿cuán cercanas son academia y realidad? Para muchos estudiantes el abismo entre ambas se hace evidente en los proyectos de investigación con que culminan estudios y que la mayoría de las veces no van más allá del papel.
"Lo que pasa es que el ISDi a veces no tiene total relación con la realidad que hay afuera. Muchos proyectos no son realizables en las condiciones del país. Otros son muy buenos, de diseñadores prometedores, capaces de hacer mucho con lo poco que tenemos. Sin embargo, al Estado o las instituciones involucradas no les interesa. Esos proyectos también se quedan encerrados aquí", comenta Karina, diseñadora y profesora del ISDi.
El diseño cubano está despuntando, es un momento de evolución. Ha sido uno de los primeros campos que se ha visto beneficiado por la autorización de negocios privados. ¿Eso cambia las cosas para los jóvenes recién graduados?
"Cuando uno acaba de salir del aula tiene que ir para donde lo manden, cumplir con el Servicio Social que, salvo alguna excepción, es en una empresa del Estado", explica Jesús, graduado del ISDi en el 2015.
"Si los negocios privados demandan diseño, en el sector empresarial la mentalidad es la misma de hace 50 años. El diseño no se valora lo suficiente, por tanto, no se le destinan muchos recursos. Así no puedes aplicar ni la mitad de las cosas que aprendiste en el aula", asegura el joven.
Los graduados de Diseño Visual ven realizadas sus expectativas de estudiante con más facilidad, pues su trabajo no requiere tanta inversión o infraestructura como el Diseño Industrial. Los licenciados en esta rama enfrentan más adversidades.
"La industria local, muy deprimida en la actualidad, no produce diseño cubano, todo lo que venden las tiendas es importado; así que no se aprovechan ni el talento ni el potencial de los diseñadores formados en la Isla. Es muy desalentador, porque es difícil que sus creaciones lleguen a ser producidas y vendidas", explica Karina.
Ante esa realidad, es cada vez mayor el número de diseñadores que opta por empezar sus proyectos personales o, a la par del trabajo estatal, ofrecen sus servicios a negocios privados.
"Los diseñadores que logran avanzar son los que tienen el deseo y las ganas de superar todo tipo de dificultades. Por lo general es muy complejo. Pero definitivamente uno no se puede sentar a esperar a que las cosas cambien en el sector empresarial, y mucho menos soñar con la industria", explica Ileana, que diseña para cafeterías y otros negocios pequeños.
Otros diseñadores prefieren probar suerte más allá de las fronteras, a veces con éxito.
"Creo que la formación en el ISDi intenta ser bastante abarcadora, siempre hay quien aprovecha más o menos. Pero a veces sabes que no es en tu país donde vas a usar esos conocimientos, que no vas a llegar a donde quisieras, porque no tienes muchas opciones", opina Laura, que comenzará su quinto año de estudios.
Eventos como las exposiciones del proyecto Geo-gráficas, que reúne a diseñadores radicados fuera y dentro de la Isla, y la I Bienal del Diseño, son muestra del potencial desaprovechado que sale de la academia cubana de diseño.