Que vivimos en un mundo violento es una verdad de Perogrullo. Que la tradición, el Estado y los medios incentivan a la violencia, también. Pero en una sociedad patriarcal y machista como la cubana el tema sigue siendo escabroso, a pesar de las recientes campañas oficialistas contra la violencia de género, y su acometida resulta incompleta.
Encontrar entonces en las librerías cubanas un título como La violencia: un mal curable, de Iliana C. Gorguet Pi, no solo se agradece, sino que oxigena.
Publicado por la editorial Oriente, con fecha de impresión octubre de 2015, el libro pertenece al menoscabado género de los manuales de autoayuda, y su autora es doctora en Ciencias Médicas, sexóloga clínica, especialista de segundo grado en Psiquiatría y profesora titular.
La violencia: un mal curable comienza enumerando generalizaciones del concepto de violencia y se va adentrando en este drama que afecta a toda la sociedad moderna: violencia contra la mujer, conyugal, intrafamiliar, violencia sexual, y detalles muy funcionales como medidas que el niño o adolescente debe conocer para protegerse del abuso sexual, o cómo proceder en caso de descubrirse el abuso, o instrucciones para ayudar a la mujer víctima de violencia.
No olvida uno de los aspectos menos abordados de este lamentable fenómeno como el maltrato al adulto mayor y el aún más peliagudo de la violencia contra los discapacitados, aunque solo se enfoca en pacientes de retinosis pigmentaria. Sin embargo, no hay ninguna mención a los enfermos mentales, con una mundial tradición de discriminación y abuso.
Los riesgos de una conducta violenta en la adolescencia los aborda la autora con precisión. Cita la "falta de objetivos" o el "temor al futuro", sin decir por supuesto que aquí constituyen la primera razón para esa enfermedad ya crónica que es el exilio. Sin embargo, el lector tiene plena libertad de ajustar el análisis a su contexto.
No faltan aristas del tópico como la violencia en el deporte, en los medios de comunicación, y aunque sea impensable encontrar en sus páginas alguna referencia a la violencia estatal tan presente en Cuba, cada uno de sus capítulos aporta datos y reflexiones sobre las causas de la desvalorización del ser humano y sus consecuencias palpables en el entramado social donde todos estamos insertados.
Claro que uno quisiera encontrar en el espacio dedicado al adulto mayor las angustias de nuestros ancianos, que comienzan con pensiones infames que solo le garantizan una vejez indigna, la convivencia forzada por el irresoluto problema de la vivienda, o una alusión a las condiciones de esos asilos donde no viven, sino esperan la muerte.
Con todas las loables buenas intenciones y aciertos, la lista de carencias es también larga. A pesar de las páginas dedicadas a la violencia contra la mujer, no se menciona la urgencia de incluir en el Código Penal cubano una especial tipificación agravatoria del delito de "lesiones", que no refiere nada sobre la violencia de género. Y es inexcusable que se omita la violencia contra los homosexuales, tan vigente en nuestro país, y especialmente cuando se asume que el tema está ya "despenalizado".
Faltan además otras formas de violencia como las que se ejercen por motivos de raza, estatus social, credo… o por no encajar dentro del canon estético estandarizado. Y qué decir de los animales, sin un Ley de Protección que los exima siquiera de prácticas sádicas.
Tal vez todos estos aspectos están presentes en forma latente en la introducción, cuando la autora cita a Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas en 2004: "La violencia es quizás la más violenta violación de los derechos humanos y quizás la más generalizada. No conoce límites geográficos, culturales o económicos. Mientras continúe, no podemos afirmar que estemos logrando progresos reales hacia la igualdad, el desarrollo y la paz".
Pero conociendo las férreas directrices de nuestra política editorial, La violencia: un mal curable es un logro innegable y un libro que busca activar la conciencia sobre las dos únicas alternativas que se tienden ante cada individuo, ante cada país: humanidad o barbarie. Nosotros elegimos.