La noticia ha saltado a los medios de forma inesperada. Al parecer, más de 100 obreros procedentes de la India están trabajando actualmente en la construcción del hotel de Gaviota S. A. que se inaugurará en la Manzana de Gómez y cuya gestión correrá a cargo del grupo Kempinski Hotels, especializado en establecimientos de lujo en los centros urbanos de las principales capitales.
Estos trabajadores extranjeros representan una novedad histórica en el panorama sociolaboral castrista, que algunos califican como el "paraíso de la clase obrera", y desde luego, salvo excepciones muy significativas, se pueden considerar pioneros desde el triunfo de la llamada revolución allá por 1959. Porque antes de esa fecha, conviene recordar, la economía cubana, una de las más competitivas del mundo con altos niveles de renta percápita y crecimiento sostenido, atraía cada año a más de medio millón de ciudadanos europeos, españoles, italianos, algún francés, que trataban de establecerse en Cuba para realizar sus sueños, toda vez que en sus países era imposible o ciertamente difícil.
Aquellos trabajadores extranjeros aportaron a Cuba tenacidad, coraje, capacidad para innovar y crear negocios y empresas, actuando como motores del crecimiento económico nacional. Para su desgracia, muchos de ellos lo perdieron todo después de una vida de trabajo y ahorro, con las confiscaciones sin compensación de los derechos de propiedad de los tiempos revolucionarios y murieron olvidados y en la más absurda de las miserias económicas. Otros simplemente desaparecieron para la historia.
El caso es que el régimen instaurado por los Castro cerró las puertas a los trabajadores extranjeros y durante más de cuatro décadas, prácticamente hasta el "Periodo Especial", la economía cubana permaneció cerrada al exterior, desarrollando políticas autárquicas de naturaleza estalinista, cuyos efectos y consecuencias conocemos bien porque no hace falta investigar mucho para descubrirlos.
Estos ciudadanos de la India que trabajan en la construcción del hotel de la Manzana de Gómez, ciertamente un número elevado, han sido contratados por el grupo francés Bouygues, que se encarga de la obra. Son tan numerosos que ya empiezan a llamar la atención a los habaneros. Además, algunas fuentes han señalado que dicho grupo empresarial llegaría a formalizar contratos para más de 200 trabajadores indios que se encuentran en la Isla para trabajar en la restauración de otros dos hoteles de La Habana —incluido el de la Manzana de Gómez— y uno de Varadero.
Conviene señalar que desde el "Periodo Especial", cuando el régimen no tuvo otro remedio que abrir la economía a la inversión extranjera tras la pérdida de la subvención procedente del bloque soviético que permitía el mantenimiento de operaciones de la economía castrista, los trabajadores extranjeros, si bien a cuenta gotas, empezaron a llegar a la Isla y establecerse en los proyectos empresariales procedentes de sus países. Una amplia mayoría de esos trabajadores regresaban al cabo de cierto tiempo, por lo que la residencia nunca era permanente, salvo casos excepcionales. Y cuando se produjo la desaparición de numerosas empresas de la primera ola inversora, hacia comienzos de siglo XXI, la nómina de empleados extranjeros se redujo de forma significativa. En cualquier caso, esa población nunca alcanzó cifras significativas dignas de mención.
Ahora, con la nueva Ley de Inversión Extranjera aprobada por el régimen para atraer nuevamente capitales con el ánimo de financiar la economía, se establece la obligatoriedad de contratar personal cubano utilizando un mecanismo del Estado que actúa como intermedio entre las ofertas de empleo y las demandas de los cubanos para acceder a las mismas. Por tanto, existe una prioridad a los cubanos en los empleos de las empresas extranjeras. Sin embargo, la ley en uno de sus últimos desarrollos y tal vez por las presiones de los inversores internacionales, incluyó una serie de regulaciones de naturaleza especial para autorizar los contratos de trabajadores extranjeros en condiciones "excepcionales", sin especificar cuáles.
La verdad es que la rehabilitación de un edificio para su conversión en hotel no tiene mucho que ver con esa excepcionalidad de la que habla la Ley, que posiblemente podría estar relacionada con otro tipo de proyectos de mayor complejidad tecnológica. Es como afirmar que en Cuba no existen operarios especializados en el sector construcción que puedan trabajar bajo los parámetros de cualificación del grupo francés. De ese modo, nos encontramos con un caso en que una compañía extranjera, ciertamente importante, ha dejado a un lado la agencia estatal castrista y contrata trabajadores extranjeros en número ciertamente elevado para acometer sus obras.
La situación es tan novedosa que los obreros indios se encuentran alojados en una zona especial al este de la capital, alejados de la realidad de ese "paraíso de los trabajadores" que es el régimen castrista. Al parecer esta política de contratación de extranjeros por Bouyges obedece a que este grupo precisa trabajadores cualificados que previamente forma en otros países, dada su naturaleza multinacional. En tal caso, la pregunta que los dirigentes sindicales castristas deberían formular es por qué no se forma a trabajadores cubanos, sobre todo jóvenes, para que puedan desempeñar esas tareas. O es que tal vez esos trabajadores que necesitan los franceses para rehabilitar los hoteles no se encuentran disponibles.
La realidad es que cualquiera de las dos cosas puede ser cierta. Días atrás había trascendido en Granma alguna información sobre el deficiente funcionamiento del sistema de educación técnico-profesional en Cuba, donde cada año se gradúan miles de médicos y maestros, pero no se encuentran plomeros, electricistas o pintores especializados. Por otra parte, ya han sido varios los informes de la Oficina de Estadística (ONEI) sobre el descenso demográfico que atraviesa la Isla, y la caída en términos absolutos de la población cubana. Si a ello se unen los 40.000 cubanos que han abandonado el país rumbo a EEUU en los últimos cinco años, es posible que la falta de mano de obra esté actuando igualmente sobre los planes de las empresas extranjeras en la Isla.
En tales condiciones, es posible que en los próximos años, se produzca una llegada de más trabajadores extranjeros a Cuba. Bouyges ha dicho que lo piensa hacer, pero no será el último. El régimen, que debería velar por los intereses de los cubanos, tendría que vigilar atentamente este proceso. Porque si los inversores extranjeros están obligados a asociarse con el Estado cubano para desarrollar sus proyectos, no revertir en forma de salario a los cubanos el beneficio de estas actividades, sería una pérdida muy importante para la economía.
Es cierto que el régimen retiene la mayor parte de los salarios pagados a los cubanos por las empresas extranjeras, y les entrega solo una parte del dinero, actuando como recaudador, pero ese contacto con los internacionales es motivo de satisfacción para muchos trabajadores cubanos que, aun cuando no están bien pagados en términos nominales, tienen motivación para desempeñarse en las empresas extranjeras. Además, algunas fuentes señalan que los trabajadores indios, que están contratados por su cualificación y no por la pertenencia a una organización de masas o a un partido comunista, perciben como salario alrededor de 1.500 euros al mes, diez veces más de sus compañeros cubanos. Ciertamente un asunto evidente de discriminación salarial en el que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) debería intervenir y abrir un expediente al régimen castrista por permitir esa irregularidad.
La presencia de trabajadores extranjeros en Cuba abre un nuevo frente para el régimen castrista para el que no se encuentra preparado, y que le puede llevar, por la vía de denuncias ante los organismos internacionales, a una escalada de demandas que ponga en dificultades el proceso en sí mismo. Nadie dijo que iba a ser fácil, pero cuando en economía y en relaciones laborales, en particular, se adoptan decisiones parciales y no generales, como las que necesita Cuba para salir adelante, los problemas llegan y se acumulan. Y luego es más difícil dejarlos atrás.