Abiertamente, en su primera entrevista, el "pastor que huele a oveja" decidió tomar partido por el lobo. Juan de la Caridad García, nuevo arzobispo de La Habana, desea que en Cuba "no haya un capitalismo, ni nada por el estilo, sino que el socialismo progrese".
Luego matiza, y anhela lo "bueno que pudieran ofrecer varias partes, ir hacia delante, en una sociedad más justa y equilibrada".
En el Palacio de la Revolución, el castrismo ya reflexiona sobre qué nueva migaja regalarle por su generosa declaración a la agencia Asociated Press (AP). Sin ser castrista, el nuevo prelado capitalino quizás ha hecho la declaración más castrista de la Iglesia Católica cubana en muchísimo tiempo, descontando las perlas de monseñor Carlos Manuel de Céspedes.
Ni siquiera Jaime Ortega, su excéntrico predecesor, se atrevió a llegar tan lejos. A lo sumo, llamó delincuentes a los opositores y entronizó el término "prisioneros" (a secas), para referirse a los encarcelados por motivos políticos. En conclusión, "en Cuba ya no hay presos de esos que usted dice…".
¿Acaso sabe monseñor García qué es el socialismo? ¿Se refería al cubano, al "del siglo XXI", a la socialdemocracia europea o al engendro chino-vietnamita? Ciertamente, hay muchas maneras de entender el socialismo, y cada una encierra una significación completamente distinta.
Al arzobispo podrían hacérsele muchas otras preguntas sobre su declaración de intenciones, pero ahora solo anoto una más: ¿Qué significa exactamente que el socialismo cubano "progrese"? ¿Que la gente viva mejor, pero bajo la misma dictadura?
La Iglesia Católica en el camino más cómodo
La Iglesia cubana ha decidido tomar el camino más cómodo. En nombre del tacto y la discreción, no hace declaraciones polémicas en beneficio de la reprimida ciudadanía, pero sí favorables al régimen. Los intereses particulares de Roma, por encima de los intereses generales de la nación. Solo la evangelización importa, aunque eso signifique apostar por la continuidad del sistema político que ha arruinado el país, asesinado a cientos de compatriotas y enviado al exilio a millones de cubanos. Y todo eso, con la aquiescencia del papa peronista.
Al escuchar al arzobispo de La Habana, me vino a la mente el histórico discurso de monseñor Pedro Meurice ante el papa Juan Pablo II en 1998: Juan de la Caridad García acaba de hacerle una enmienda a la totalidad.
En la plaza Antonio Maceo, y frente a Raúl Castro, el entonces arzobispo de Santiago responsabilizó al marxismo-leninismo por la represión contra la Iglesia y presentó al papa polaco "a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas década y la cultura con una ideología".
La clave aparece en otra frase de García: "No se puede vivir en el pasado". Barack Obama abordó el mismo tema en el Gran Teatro de La Habana, pero en sentido contrario. Dos maneras de entender para qué sirve la historia.
Pedro Meurice y Adolfo Rodríguez deben estar revolviéndose en sus tumbas ante estas palabras de García. Y Ortega Alamino, lleno de gozo.