Sin sorprender a quienes no se hicieron ilusiones, el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) fue un jarro de agua fría que cayó sobre los cubanos y todos los que en otras partes del mundo esperaban noticias de cambios importantes en la Isla.
El evento no solo no aportó nada para mejorar la vida de la gente de a pie, sino que tomó decisiones que van a empeorar la devastadora crisis nacional que asfixia al país.
Si me pidieran resumir en pocas palabras el balance final, diría que la élite cívico-militar del único partido-Estado de Occidente marcó el reforzamiento de las posiciones más inmovilistas, y constituyó la más descarnada evidencia en 57 años del divorcio entre los jerarcas de la dictadura y el pueblo cubano.
Además de aprobarse mayores restricciones a los cuentapropistas, el Congreso decidió prohibir no solo la concentración de la propiedad privada, sino de "riquezas", una palabra que no estaba incluida en los Lineamientos del Congreso de 2011. Al igual que hizo su hermano Fidel en 1968, ahora, en pleno siglo XXI, el general Castro acusó a los emprendedores de tener "actitudes inescrupulosas" y de pensar "solo en ganar cada vez más".
Tampoco se aprobó darle personalidad jurídica a los cuentapropistas y reconocerlos como propietarios de pequeños negocios. El dueño de un paladar, digamos, seguirá recibiendo una licencia a título personal como "vendedor de alimentos". De propiedad privada, nada. Y ni hablar de poder importar o exportar mercancías libremente o comerciar y hacer negocios con empresas extranjeras.
El mensaje más claro que emitió el VII Congreso fue que mientras los Castro ostenten el poder no habrá cambios verdaderos en la Isla. Y es que ambos hermanos son el problema y no la solución. Ellos hundieron al país y no lo van a salvar. Una cosa es pensar lo que ellos debieran hacer para que el pueblo cubano progrese, y otra es lo que ellos hacen y harán.
La experiencia histórica del "socialismo real" muestra que en ningún país comunista la vieja guardia dirigente inició ningún proceso de reformas profundas. En China fue solo después de la muerte de Mao Tse Tung que comenzaron las reformas económicas. En la Unión Soviética no fueron Brezhnev, Andropov, o Chernenko quienes lanzaron la perestroika y la glasnot, sino Gorbachov, un líder más joven y sin las ataduras al pasado estalinista que tenían sus antecesores. En Vietnam, el Doi Moi (renovación) se produjo luego de que los ancianos dirigentes de la época de Ho Chi Minh murieron o se retiraron por enfermedad. ¿Por qué creer que en Cuba va a ser diferente?
Paralizado el "deshielo" Cuba-EEUU
Con respecto al "deshielo" y la normalización de las relaciones con Estados Unidos, el Congreso ha paralizado de hecho todo el proceso, y traído de vuelta la vieja retórica de plaza sitiada,al parecer por dos motivos básicos.
En primer lugar, los Castro y toda la gerontocracia están muy preocupados con el acercamiento de EEUU a Cuba, y encima se asustaron mucho con la visita del presidente Barack Obama y su gran popularidad en la Isla. Por eso le ordenaron al canciller Bruno Rodríguez que en el Congreso calificara la visita del mandatario norteamericano de "ataque" a Cuba. Y así lo hizo.
Además, como Obama aclaró que ya hizo todas las concesiones unilaterales que podía hacer y ahora dependerá del Congreso de Washington el levantamiento del embargo, la Junta Militar no puede seguir pidiendo villas y castillas sin dar nada a cambio, que era la estrategia hasta ahora. Es muy probable que en vista de las circunstancias el régimen quiera ahora presionar a Washington con la posibilidad de desatar un nuevo éxodo tipo Mariel o de los balseros de 1994, si no se pone fin al embargo en un corto plazo.
Raúl Castro, líder de la "línea dura"
Por otra parte, la confirmación de los dinosaurios históricos en el Buró Político (menos Abelardo Colomé) y en particular la ratificación de Machado Ventura —cumple 86 años en octubre— como segundo secretario del PCC y número dos del país, fue otra clara expresión de la vocación jurásica de la élite partidista.
En cuanto a Raúl Castro, que no parece decidido a retirarse del PCC en 2018, es bueno aclarar que es falsa la imagen de hombre pragmático, y más moderado que otros comandantes históricos de "línea dura". Al contrario, es precisamente Raúl quien encabeza el ala más troglodita del Buró Político y de toda la nomenklatura. Cumple cabalmente la misión que le encargó su amantísimo hermano.
Algo que ha pasado casi inadvertido, pero es importante, es el anuncio hecho por el general Castro de que al Comité Central del Partido (columna vertebral político-administrativa de la dictadura) solo podrán entrar personas con menos de 60 años, y que la edad máxima para tener cargos de dirigente en el PCC será de 70 años.
Eso huele a un primer paso en la preparación institucional del terreno para que Alejandro Castro Espín, de 50 años, sea el futuro dictador, al frente del PCC, aunque no del Estado, cuando su padre considere que ha llegado el momento. Si lo logra o no, está por ver, pero esa es la intención del general.
Reforma constitucional, ¿para qué?
En igual sentido apunta la anunciada reforma de la Constitución, que bien puede enfocarse en quitarle al presidente del Consejo de Estado del cargo de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), tal y como establece actualmente la Carta Magna socialista; y también separar los cargos de presidente del Consejo de Estado y el de presidente del Consejo de Ministros para que sean ocupados por personas diferentes y no por una sola como hasta ahora.
Viendo al trasluz esa futura enmienda constitucional se van despejando dudas acerca de que cuando Castro II deje su cargo de presidente del país en 2018, lo podría sustituir Miguel Díaz-Canel como jefe del Estado, pero ya sin ostentar el todopoderoso cargo de Comandante en Jefe de las FAR y tal vez tampoco el de jefe de Gobierno, que sería el Primer Ministro. O sea, dentro de dos años Díaz-Canel podría ser una versión actualizada de Osvaldo Dorticós, o de Manuel Urrutia, los dos presidentes de mentiritas que no tenían poder real alguno.
Por último, si algo evidenció la total desconexión del PCC con el pueblo que dice representar fue que del VII Congreso no salió ni una sola palabra de aliento y esperanza para los cada vez más frustrados jóvenes cubanos, que ahora obviamente van a rechazar con más fuerza todo lo que representa el castrismo.
Ahora tendrán más deseos de irse del país. Esa sangría dramática de jóvenes cubanos que van a buscar en otras tierras las oportunidades de una vida mejor que les niega una dictadura ostensiblemente anticubana, es uno de los mayores crímenes de Fidel y Raúl Castro.