El vino se está volviendo tendencia en Cuba. Los miles de turistas que visitan la Isla cada año han establecido una demanda continua de la bebida, pero también entre los cubanos se vuelve habitual.
La aparición de restaurantes y bares privados, así como la fuerte competencia entre estos por la clientela, ha influido en una nueva inclinación hacia el vino. Contar con una cava, aunque sea pequeña, eleva el status de los negocios.
"Los vinos acompañan mejor las comidas. Actualmente las tendencias están marcando que la mentalidad cubana evolucione en ese sentido. Hay muchos restaurantes bien estructurados, con sommeliers que guían al cliente con los vinos que pueden acompañar la cena y van educando su gusto", explica el sommelier del restaurante El Cocinero, Roberto Villegas.
Pero con el aumento de la demanda, los dueños de negocios se han visto en apuros. En Cuba mantener un restaurante bien surtido no es tarea fácil. La dependencia de un mercado inestable, sumado a la imposibilidad de realizar importaciones, hacen que las ofertas de vino en locales privados varíen continuamente.
¿Qué vinos y dónde comprarlos?
En bares y restaurantes como El Litoral, Río Mar o Sloopy Joes pueden encontrarse botellas de Mas Borràs, de España; Chianti Clásico, de Italia; Champagne L´Hoste, de Francia, o Amelia, de Chile.
"Mantener una carta de vinos es muy difícil", explica Alejandro, sommelier hace varias décadas. "Vas al mercado donde habitualmente compras y se acabó esa añada o esa marca, y tienes que sustituir por una parecida. Yo tengo que cambiar la lista casi semanalmente".
En El Cocinero, la carta incluye vinos más frecuentes como el chileno Casillero del Diablo, y otros como el Wente Morning californiano y el Ravens Wood sudafricano, pero el sommelier coincide en que "es bien complicado mantener la oferta".
"Los vinos que se encuentran en la tienda son los que el país haya importado, al precio que aparezcan", explica Roberto.
Con tan complejas circunstancias muchos locales prefieren no tener una carta de vinos y simplemente ofrecer las botellas disponibles.
Aunque por muchos años España fue el principal proveedor de la Isla, en la actualidad los vinos chilenos como Casillero del Diablo, Frontera, Maipo, Concha y Toro y Undurraga son los que más abundan en las tiendas.
"En eso influye la relación calidad-precio. No son vinos malos y tienen un precio bastante asequible", explica Alejandro.
También se encuentran vinos franceses e italianos y, con menor frecuencia, australianos y californianos.
La Fiesta Internacional del Vino, con sede en el Hotel Nacional de Cuba, es el evento más relevante del sector. Es allí donde importadores, comercializadores, distribuidores, especialistas, vendedores, sommeliers y consumidores entran en contacto.
Comercializadoras internacionales, bodegas y empresas extranjeras con representación en Cuba, como Euro-Cuba, Freixenet, Inversiones Pucara S.A., ITM (Ibero Trust de Mercado), Euro Caribe Broker, Dioniso Internacional Trade, Duprasa, Torres y De Leone, son algunas de las vendedoras de vino a las entidades cubanas, que luego se encargan en exclusiva de la comercialización en la Isla, entre ellas CIMEX y TRD.
Algunos hoteles pueden adquirir sus vinos directamente con las sucursales extranjeras, sin la intermediación de las instituciones nacionales. Pero los locales privados no tienen ese privilegio.
De precios y otros demonios
A la escasez que a veces reina en las tiendas, se suma la variación en los precios. "No hay un estándar en las tiendas comercializadoras. En una licorera hay un precio, y en otras otro", afirma Armando de la Masa tras la barra del Media Luna, en el Vedado.
Esa fluctuación también afecta las cartas vinos, señala Rubén Díaz, otro sommelier.
El vino en Cuba no es nada barato. De acuerdo con el local y la botella, los precios de la copa pueden oscilar entre cuatro y ocho CUC.
"Los vinos en las cartas cubanas son muy caros, porque no hay donde adquirir al por mayor. Tienes que comprar en el mercado como si fuera para tu casa, o para una fiesta y, por supuesto, ponerle algo arriba para la ganancia", señala Rubén.
"A los extranjeros en las tiendas de aquí algunos vinos les parecen muy caros, comparados con los precios de su país; en los restaurantes más aún", apunta Roberto.
Además del valor agregado necesario para obtener la ganancia, también se tienen en cuenta otros elementos, aclara Alejandro. Las botellas oscilan entre 28 y 50 CUC, aunque pueden encontrase algunas más costosas.
"Los vinos más caros son para darle prestancia al restaurante, no para hacer negocio. Esos vinos están en la carta para los clientes exquisitos y el restaurante tendría dos o tres. Tampoco es mucha ganancia tener una gran botella en la carta esperando un cliente cada tres o cinco meses", explica Roberto.
Alternativas, ¿por avión o por la izquierda?
En eventos como la Fiesta del Vino, sommeliers y dueños de locales pueden entrar en contacto con productores y proveedores de todo el mundo. Pero en la práctica, eso se reduce a simple información. Aunque pueda visitar una bodega en Chile o España, el propietario de un negocio en La Habana "no puede hacer este tipo de importaciones", resumen los sommeliers.
Las leyes aduaneras vigentes limitan la cantidad de productos que una persona puede entrar al país. Los viajeros solo pueden importar hasta cinco litros de vino. Por tanto, esta vía resulta poco práctica para los propietarios privados.
"¿Qué vas a traer? Cuatro botellas. No es lo mismo traer unas botellas de vodka, que te pueden durar un poquito más", dice Jorge, quien administra un restaurante en Playa.
Botellas exclusivas en las cartas o medio ocultas en la cava, reservadas para clientes "especiales", indican que hay otros caminos.
De manera recurrente, gerentes y dueños de negocios privados, que pidieron no ser identificados, comentaron a DIARIO DE CUBA que muchas veces reciben ofertas "por la izquierda" de disímiles productos, incluidos los vinos.
En algunas ocasiones, las botellas propuestas son las mismas que están a la venta en las tiendas del Estado. "Al obligarte el Gobierno a comprar a precio minorista, si adquieres cinco botellas en el mercado y después alguien te ofrece cinco, más baratas, el mismo ticket te puede servir", explicó uno de los consultados.
En otros casos el mercado negro surte botellas "mucho más interesantes que las vendidas por el Estado, en cuanto a denominación". El problema comienza en la imposibilidad de justificar la vía por la cual se adquirieron si aparece un inspector.
Los trabajadores de firmas extranjeras en Cuba son algunos de los "abastecedores" de locales privados, particularmente en fin de año, cuando tienen la posibilidad de comprar e importar productos, no de forma individual, sino a través de la firma en que laboran.
En muchas ocasiones las firmas compran a otras sucursales dedicadas a la venta de alimentos y bebidas al Estado, que preparan ofertas especiales por las fechas.
"Para fin de año puedo comprar, por ejemplo, un par de cajas de Chardonnay y vendérselas a la dueña de un bar restaurante que conozco. Claro, tampoco puedo comprar tanto, porque sería evidente", dice Gretel, trabajadora de una firma con oficina en Miramar.
Pero esas propuestas también son insuficientes señalan sommeliers y dueños de locales. "Alguien puede traerme una botella, pero para un restaurante tendría que ser un gran mercado negro, son muchos vinos a mantener estables", dice un entrevistado.
Vinos estadounidenses, ¿nuevos horizontes?
En el mes de febrero la presencia en Cuba de productores y vendedores de vinos de California, Estados Unidos, generó expectativas sobre una posible aparición de sus botellas en las tiendas del país.
Al Primer Simposio del Vino de California, celebrado en el Palacio de Convenciones de La Habana, asistieron más de 200 especialistas y dueños de unas 50 bodegas, así como unos 200 expertos cubanos, de ellos 25 sommeliers, una parte de los cuales participó hace dos años en un intercambio similar en territorio californiano.
Los norteamericanos manifestaron su deseo de vender sus vinos en Cuba y la esperanza de llegar en el futuro a algún acuerdo con una o más empresas distribuidoras locales.
A pesar del éxito del evento, que incluyó presentaciones y catas, fue solo un contacto entre productores norteamericanos y entidades cubanas.
La exportación de vinos estadounidenses a Cuba no estaría prohibida por el embargo, al tratarse de un producto agrícola. Los productores norteamericanos tendrían que pasar por empresas instaladas en Cuba para vender sus vinos o crear una.
"Paradójicamente, cuando el acercamiento es más real hay menos vinos estadounidenses en Cuba", dice el sommelier Luis Gómez.