Una de las expectativas que ha creado la próxima celebración del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba es la posible aclaración acerca de la cuota de poder que ostentan las principales figuras de la nomenclatura. Sobre todo saber si Miguel Díaz-Canel logra escalar a las posiciones cimeras del Partido, ocupadas hoy por Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura, primer y segundo secretarios, respectivamente.
Claro, nos referimos a la nomenclatura oficial, la que aparece a la luz pública. Porque, en realidad, muchas cosas podrían suceder en el entorno familiar del general-presidente, con la presencia del general de brigada Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, al frente del abarcador grupo empresarial GAESA, y el coronel Alejandro Castro Espín, jefe de la misteriosa Comisión de Defensa y Seguridad Nacional.
Mas, entretanto llega el referido evento partidista, algunos detalles de la cotidianidad podrían aportar indicios al respecto. Y uno de ellos son los viajes al exterior del menor de los hermanos Castro, y en específico la manera en que es recibido a su regreso a la Isla.
Porque nadie tiene libre acceso al aeropuerto para darle la bienvenida a Raúl Castro, aun si se pertenece a la cúpula del poder. Esa ceremonia se enmarca dentro de un protocolo, quizás no escrito, pero de estricto cumplimiento.
Hasta no hace mucho eran Machado Ventura y el general Abelardo Colomé Ibarra ("Furry"), ministro del Interior, quienes iban al aeropuerto a recibir al general-presidente. En ese contexto, y aunque ya Díaz-Canel hubiese sido nombrado primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, muchos analistas señalaban a Furry como el tercer hombre en la nomenclatura, detrás de Raúl y Machado.
Ahora, con la visita de Raúl Castro a Francia, y la salida de Furry de la circulación, no pocos esperaban que Díaz-Canel acompañara a Machado Ventura en tan "significativa" ceremonia.
Por otra parte, hasta algunos cubanos de a pie se interesaron sobremanera por apreciar lo que iba a ocurrir en el aeropuerto. Uno de ellos confesó que se perdió el derby de jonrones de la Serie del Caribe de Béisbol, que transmitía el canal Tele Rebelde, y sintonizó el canal Cubavisión para ver las imágenes de la llegada a Cuba de Raúl Castro.
Sin embargo, la realidad fue decepcionante para casi todos. Solo Machado Ventura participó en la ceremonia de bienvenida. Sin dudas, los observadores del acontecer cubano perdían una oportunidad de atisbar por entre los entresijos del poder castrista.
A la mañana siguiente la prensa oficialista informaba que Díaz-Canel se hallaba por las provincias de Las Tunas y Holguín recorriendo distintos objetivos económicos y sociales. En este sentido se abre la siguiente interrogante: ¿estaría ese recorrido dentro del plan de trabajo del primer vicepresidente, o se trató simplemente de una orden de último minuto para impedirle su presencia en el recibimiento del general-presidente?
En cualquier caso, la ausencia de Díaz-Canel aviva las opiniones de los que apuntan que este "benjamín" no es realmente la tercera figura de la nomenclatura, y que su promoción al cargo de primer vicepresidente fue solo una cortina de humo con la que aparentar un rejuvenecimiento de una dirigencia colmada de octogenarios y setentones.
De todas formas, casi nadie duda de que existe una lucha sórdida por las cuotas de poder; una lucha que debe de acrecentarse a medida que se acerque el momento de la salida de Raúl Castro de la escena política. Una pugna que, además, no solo se dirime entre individualidades, sino también entre las distintas tendencias —pragmáticos pro reformistas de un lado, y dinosaurios políticos del otro— que hoy protagonizan el panorama político de la Isla.