Desde el fundador del primer Estado comunista de la historia, Vladimir Lenin, hasta los actuales dirigentes marxista-leninistas de China y Vietnam, se percataron de que la dramática escasez de alimentos que mataba de hambre a millones de personas en sus países era causada por la colectivización forzosa y estatización de las tierras, y las trabas al campesinado privado.
Los hermanos Castro, en cambio, siempre se han negado y se niegan aceptar tan ostensible realidad. En pleno siglo XXI el actual dictador insiste en que la falta de alimentos y los altos precios de los productos agropecuarios de que se quejan los cubanos se debe a la especulación de los "intermediarios y revendedores",a los que calificó de "parásitos sin escrúpulos".
En diciembre pasado Castro II dijo con su tono amenazante habitual: "No podemos permitir que un país como Cuba no pueda enfrentarse a un grupo de pillos que se enriquecen todos los días, debido a que cada vez crecen más los precios de los alimentos".Y recientemente, el 23 de enero, José Ramón Machado Ventura, el número dos de la dictadura, ratificó que el Gobierno evalúa "la alternativa de fijar un límite máximo a los precios de los productos"agrícolas.
Para empezar, hay que recordar que Fidel Castro, al llegar al poder en 1959, incumplió su promesa del Moncada y la Sierra Maestra de entregar las tierras a los campesinos y a los obreros agrícolas. Lo que hizo fue convertir en propiedad del Estado el 80% de las tierras cultivables del país. Semejante irresponsabilidad fue alentada fuertemente por "Che" Guevara, quien en materia estalinista estaba más ducho que Fidel.
Si no hubiera habido antecedentes se habría podido pensar que el Comandante estaba actúando de acuerdo con la experiencia de los regímenes comunistas de Europa y Asia. Nada de eso. Ya 38 años antes, luego de cuatro años de aplicar las teorías colectivistas de Marx en la agricultura, Lenin se dio cuenta de que la estatización de tierras era la causa de la hambruna que estaba matando a millones de personas. Y en marzo de 1921 lanzó su Nueva Política Económica (NEP), que autorizó la producción libre de los campesinos (la propiedad de la tierra siguió siendo estatal) y la creación de pequeñas y medianas empresas privadas industriales y comerciales.
Aquello fue calificado de "regreso al capitalismo" por Trotski y otros bolcheviques incendiarios. Lo mismo que habría dicho "Che" Guevara en Cuba si a Castro se le hubiese ocurrido una NEP criolla.
Mediante el nuevo plan, el Gobierno bolchevique tomaba solo una parte de las cosechas de los campesinos, quienes vendían el grueso de la producción en el mercado, y podían contratar trabajadores. Se disparó la producción agropecuaria y se acabó la hambruna. Pero al morir Lenin, en 1924, Stalin calificó a la NEP de "traición al comunismo" y la suspendió en 1928. Se volvieron a estatizar las tierras y a confiscar las cosechas campesinas. Y se crearon sovjoses (granjas estatales) y koljoses (cooperativas forzosas).
De inmediato se derrumbó la producción alimentaria y en solo nueve años (hasta 1937) murieron de hambre 12 millones de personas en toda la Unión Soviética, según los investigadores históricos rusos y extranjeros. En Ucrania murieron más de seis millones, un millón en Transcaucasia, y varios millones en la cuenca del Volga, los Urales, el Cáucaso, Kazajistán y Kirguizistán. En 2006 el Parlamento de Ucrania declaró como genocidio aquella tragedia causada por Stalin.
Por otra parte, en China el "Gran Timonel" Mao Tse Tung en los años 50 ordenó igualmente la colectivización forzosa de las tierras. Se crearon comunas gigantescas y las cosechas de los campesinos eran confiscadas. Llamado "El Gran Salto Adelante", aquello fue un catastrófico salto atrás. En los dos decenios siguientes murieron de hambre 30 millones de chinos. Solo después de la muerte de Mao, con las reformas iniciadas por Deng Xiaoping en 1978, fue que se acabó el hambre en ese país asiático.
Los sovjoses "Granjas del Pueblo"
De manera que Castro no solo tenía el antecedente de la hambruna soviética de los años 30, sino que mientras él en nombre de la mal llamada Reforma Agraria (nunca lo fue) en Cuba decretaba la creación de las "Granjas del Pueblo" —versión tropical de los sovjoses y las comunas—, la colectivización y estatización de las tierras, en China se estaban muriendo de hambre millones de familias completas por haberse estatizado las tierras.
Como consecuencia de aquel capricho criminal se vino abajo la producción agropecuaria en Cuba, y en 1962 surgió la libreta de racionamiento de alimentos que, vigente 54 años después, es la de más larga duración en la historia del Hemisferio Occidental.
Y si no hubo hambrunas letales en el país no fue por la libreta, sino por los megamillonarios subsidios soviéticos, y luego los de Caracas, que han permitido al régimen importar alimentos. Un solo dato es elocuente: la Isla producía en 1958 más leche y carne que hoy.
Lo peor es que, pese a tantas evidencias, en vez de liberar las fuerzas productivas del campo como hicieron 33 de los 35 países (con excepción de Corea del Norte y Cuba) que tuvieron sistemas comunistas, el dictador anuncia el regreso al estalinismo guevarista de los años 60 y 70, y dice que va a reforzar los controles para poner un tope al precio de los productos agrícolas que se venden a la población.
La cúpula castrista no tiene en cuenta siquiera a su Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), que en diciembre pasado reportó que de 1,8 millones de hectáreas aptas para el cultivo que cuentan las empresas agrícolas estatales solo se cultivan 470.700 hectáreas, o sea, el 26% del área total. Ello significa que 1,3 millones de hectáreas de tierras fértiles cubanas están ociosas. No producen ni una malanga.
En cambio, la propia ONEI informó que los campesinos, las cooperativas y los usufructuarios de tierras estatales produjeron en 2015 más del 80% de los alimentos del país, en 2,2 millones de hectáreas que tienen en explotación. Y el Buró Nacional de la ANAP fue más preciso: los campesinos y cooperativistas privados produjeron el 71% de la leche, el 85% de la carne de cerdo, el 68% de las viandas y el 92% del tabaco.
Es decir, no hay que forzar mucho las neuronas para advertir que el Estado como agricultor hambrea al pueblo, y que es el sector privado el que debe de encargarse de cultivar las tierras de la isla. Y punto.
Raúl Castro tiene la obligación de pasar todas las tierras estatales a manos privadas. Y debe entregarlas en propiedad y no mediante tramposos contratos de usufructo que el Estado puede revocar en cualquier momento, como ya lo hace. Y debe dejar a los agricultores privados que produzcan lo que quieran y lo vendan libremente al por mayor a comerciantes minoristas, también privados, como ocurre en todos los países normales del mundo.
Moraleja: aquí los únicos "pillos" en esta historia son el general Castro, su hermano y la Junta Militar, no los campesinos y cuentapropistas que venden los productos del agro. Ambos hermanos, ya multimillonarios, sí se enriquecen ilícitamente y son los culpables de la escasez crónica de alimentos, los altos precios, y lo serán de la crisis alimentaria que se producirá en la Isla si colapsa el chavismo en Venezuela, algo que parece cada vez más probable.