Los hermanos Castro siempre han conocido mejor a los presidentes y los intríngulis del poder político en EEUU, que a la inversa. En Washington no acaban de entender que ambos hermanos y su Junta Militar no desean tener relaciones amistosas y normales con EEUU, sino que se levante el embargo, recibir créditos, y muchos turistas del "Norte" con sus billeteras abultadas. Y punto.
Debido a que la crisis venezolana cabalga al galope, el cese del embargo urge al régimen castrista. Pero tener relaciones políticamente amistosas y normales con Washington no solo no le interesa, sino que va a hacer todo lo posible para impedirlas, o para torpedearlas aun si se levanta el "bloqueo" (término militar que nada tiene que ver con un embargo comercial unilateral de un país a otro).
La percepción de la elite dictatorial es que "demasiado" acercamiento a EEUU le traería problemas internos, y también externos, por cuanto estaría "traicionando" su historia de liderazgo izquierdista antiestadounidense en Latinoamérica. Pero sobre todo podría erosionar el control orwelliano que hoy tiene sobre toda la sociedad cubana. La gente en la Isla sentiría menos miedo a la hora de exigir más libertades, al convertirse el "Imperio" en un buen amigo.
La gerontocracia de comandantes "históricos" no está preparada —ni quiere estarlo— para lidiar en forma civilizada con la "contaminación" política, ideológica, económica, cultural, psicológica y social que podría emanar de una relación fluida con EEUU. El entrenamiento de la nomenklatura castrista siempre se ha basado en todo lo contrario, el enfrentamiento visceral al "enemigo imperialista".
Destino Manifiesto castrista
Como reacción a unos cohetes de fabricación estadounidense lanzados contra la casa de un campesino en la Sierra Maestra por aviones de la dictadura batistiana, el 5 de junio de 1958 Fidel Castro escribió una carta a Celia Sánchez que devino el Destino Manifiesto de "su" revolución: "Cuando esta guerra se acabe empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que este va a ser mi destino verdadero".
Esa guerra no terminó con la reapertura de embajadas en La Habana y Washington. Y no terminará mientras gobiernen en la Isla los Castro y los comandantes que se lanzaron a la guerra anti-yanqui convocada por su jefe. No habrá una relación cordial entre Cuba y EEUU mientras no haya en la Isla un nuevo liderazgo político desideologizado.
Pero eso no lo comprenden en Washington. Incluso si se levantara el embargo, la cúspide castrista colocará piedras en el camino para bloquear el proceso normalizador. El comandante José Ramón Machado Ventura, segundo jerarca del régimen, el 3 de octubre pasado adelantó algo al respecto: "el Partido Comunista de Cuba será siempre la columna vertebral de la resistencia de la nación cubana". En el argot castrista eso significa que continuará la lucha política y mediática contra EEUU.
Las fuertes alianzas con Rusia, Irán, China, Corea del Norte, Siria, la intervención directa en Venezuela para apoyar al régimen chavista, así como alentar posiciones antiestadounidenses en gobiernos de América Latina, formarían parte del arsenal geopolítico castrista para mantener serias diferencias y empantanar una posible normalización total de relaciones.
Seguirán culpando a EEUU
Es un error creer que con el fin del embargo el castrismo se va a quedar sin discurso político al no poder seguir echando la culpa a EEUU del cataclismo económico cubano. No, los Castro jamás van admitir que la miseria masiva en Cuba ha sido responsabilidad de ellos y del socialismo.
Al día siguiente de la derogación de la Ley Helms-Burton el régimen lanzaría su Plan B: una ruidosa campaña diplomática, legal, política y mediática, a nivel mundial, en reclamación de los más de 100.000 millones de dólares que dice debe pagar EEUU a Cuba por los daños ocasionados por el embargo. Argumentaría que fue debido al embargo que Cuba se empobreció, se quedó sin recursos financieros, sin maquinarias y materias primas, sin alimentos suficientes, al margen de la revolución tecnológica.
Insistirán en que si Washington no desembolsa ese dinero no será posible mejorar el nivel de vida de los cubanos, ni la reconstrucción del país, ni la creación de la infraestructura que se necesita para recibir inversiones estadounidenses, ni desarrollar la economía e insertarla en la economía global.
Silencioso traspaso del poder
La Habana tiene prisa para el cese del embargo por dos motivos: 1) con el desplome de los precios del petróleo, el panorama político y financiero de su mecenas venezolano pinta cada vez peor; y 2) el fin del "bloqueo" facilitaría económicamente el silencioso traspaso del poder político-militar de los Castro y los "históricos" a sus familiares y el generalato más joven.
Tengan o no apellido Castro, ellos se encargarán de instalar el modelo neocastrista. Serán quienes se van a "empoderar" con un cese del embargo. Por ley, los cuentapropistas no pueden negociar directamente con entidades extranjeras. Por cierto, de no derogarse las actuales leyes estalinistas difícilmente habrá inversiones estadounidenses importantes en Cuba.
Las bases de ese modelo sucesor serán presentadas en el próximo Congreso del Partido Comunista, en abril de 2016. Se trata de una hibridación de capitalismo de Estado con elementos postsoviéticos, chinos y con fuertes rasgos fascistas por su carácter marcadamente militar. Y ojo, el "cambio" más relevante que en materia económica ha realizado el raulismo hasta ahora ha sido la militarización de la economía.
Más militarizado que nunca
La gran paradoja del "deshielo" Cuba-EEUU es que se produce cuando el país está más controlado que nunca directamente por las fuerzas armadas y se desdibujan de su sistema político las apariencias formales de una "democracia socialista" ortodoxa, para parecerse más a un régimen militar fascista.
Ya no importa lo que dice el marxismo-leninismo, o la Constitución Socialista cubana, sobre el papel rector del Partido Comunista. Esa militarización no se la imaginaron los dirigentes leninistas y estalinistas de la vieja guardia comunista, como Blas Roca, Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, César Escalante o Lázaro Peña. Ninguno de ellos tendría hoy la fuerza política, la influencia y el poder que tuvieron en su tiempo.
GAESA (Grupo de Administración Empresarial S.A.) es una gigantesca corporación realmente capitalista del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) que recibe todas las divisas que entran al país y casi el 80% de los ingresos generados en la Isla. No rinde cuentas institucionalmente al Gobierno de la República. Así los Castro se ríen de los principios básicos del socialismo diseñado por Marx, según los cuales el "Estado popular, obrero y campesino" es el encargado de distribuir y redistribuir socialmente el "plusproducto" creado por los trabajadores. Por eso Antonio Castro puede pasear en un yate lujoso por el Mediterráneo.
Y esa claque militar que manda en Cuba lo que quiere es quitarse de encima el embargo para acceder a créditos y enriquecerse con el turismo y los negocios que pudieran hacer con los estadounidenses. Y para facilitar financieramente la inevitable sucesión, por razones biológicas, hacia una dictadura militar cuyos integrantes van a conectarse al capitalismo, pero sin permitir a los cubanos de a pie que lo hagan también.
Entretanto, la normalización total de las relaciones con Washington no figura en los planes del castrismo. Su Destino Manifiesto no lo contempla.
Al parecer tampoco está en los planes neocastristas, pero acontecimientos impredecibles podrían cambiarlo todo y dejar a ese relevo dictatorial colgado de la brocha.