Un investigador de la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos, ha concluido que la tasa de mortalidad infantil en Cuba pudiera ser casi el doble y hasta el triple de las cifras oficiales, según informa El Nuevo Herald.
El economista Roberto M. González concluye en su artículo —publicado en Cuban Studies, la más importante revista científica de estudios cubanos— que la tasa de mortalidad infantil reportada por La Habana "no parece muy confiable".
La tasa oficial de mortalidad infantil cubana en el 2014 fue de 4,2 muertes por cada mil nacidos vivos, entre las mejores del mundo y más baja que la de Estados Unidos.
Al analizar en detalle las cifras oficiales y contrastar las tasas de mortalidad fetal tardía y la mortalidad neonatal precoz entre 1987 y el 2010, González encontró una "profunda discrepancia" entre ambas cifras: la mortalidad fetal es mucho mayor que la neonatal, lo cual según el autor, es "inusual", pues los países con bajas tasas de un tipo también exhiben bajas tasas del otro.
Al comparar estos datos con los de 25 países europeos, con los que Cuba usualmente se compara por su baja tasa de mortalidad infantil, la diferencia entre ambas tasas es un valor atípico que se aleja de la desviación media observada en esos países.
La explicación más probable, alega González, es que existe "un subregistro sustancial" en las cifras de muertes de recién nacidos en Cuba debido a una clasificación incorrecta de las muertes de recién nacidos como muertes ocurridas en las últimas semanas de la gestación o durante el parto.
Aunque el investigador no descarta que el subregistro de las muertes de bebés recién nacidos se deba a los errores de los médicos al clasificar las muertes, señala que esto es más probable en países donde los especialistas de la salud tienen poco entrenamiento, que no es el caso cubano.
González, no obstante, llama la atención sobre la detección de esta misma tendencia en la antigua Unión Soviética y la existencia de un incentivo para que las autoridades pudieran estar alterando las cifras: mientras la mortalidad neonatal precoz es un componente de la tasa de mortalidad infantil, la mortalidad fetal tardía no lo es.
González presenta un método para ajustar estas estadísticas a cifras más probables. Por ejemplo, en el año 2004, que es el caso presentado en el artículo, las autoridades cubanas reportaron una mortalidad neonatal precoz de 2,13 por cada mil nacidos vivos y una mortalidad infantil de 5,79 en contraste con una mortalidad fetal tardía de 13 muertes por mil nacidos vivos.
Después de corregir las cifras, la mortalidad neonatal podría ser hasta tres veces mayor (7,51) y la mortalidad infantil podría estar en un rango entre las 7,45 y 11,16 muertes por cada mil nacidos vivos.
Ello implica que la mortalidad infantil en Cuba, si bien baja, podría no ser tan diferente de la de otros países latinoamericanos como Chile y Costa Rica, que ese mismo año reportaron tasas de 8 y 9,4 muertes por cada mil nacidos vivos, respectivamente. Además, ya no estaría a la par de las tasas alcanzadas en países desarrollados de Europa y Norteamérica.