Gabriel Calaforra es abogado y políglota. Nacido en Nuevitas, Camagüey, en 1933, ha sido funcionario diplomático, traductor, profesor, y autor de libros que son referencia para iniciar cualquier viaje al pluricultural continente asiático.
Cuando trabajaba en la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAL), que presidía Osmany Cienfuegos, y a través de su secretaria Iraida Montalvo, conoció al periodista independiente Yndamiro Restano y empezó a militar en Armonía, un movimiento de estudio de la socialdemocracia europea que aspiraba a activar la iniciativa civil.
El 26 de diciembre de 1992 recibió la visita en su casa de tres agentes de la Seguridad del Estado, que durante un minucioso registro encontraron un boletín del movimiento donde aparecía un artículo que comparaba a Fidel Castro con Hitler. Con el objetivo de interrogarlo, fue trasladado a Villa Marista, donde permaneció 37 días.
Obsesionado con un filme británico que vio en su niñez, Las cuatro plumas, en cuya trama un hombre es repudiado por su familia y amigos por desertor, confiesa que su mayor miedo ha sido siempre ser acusado de cobarde.
Con su hablar pausado y ademanes que evocan los caballeros de un pasado desterrado en Cuba, Calaforra responde pacientemente a mis preguntas entre el trasiego de visitantes al Monday Club, en su casa de la calle Lealtad, en Centro Habana.
Esta tertulia donde se sirve té sin azúcar, como en Europa, surgió en 1997, no por casualidad, recalca su anfitrión, porque "yo no creo en la casualidad, sino en el karma".
¿Usted participó en la lucha revolucionaria?
Yo ayudé a recoger algún dinero, pero en general era bastante escéptico, pues pensaba: bueno, en Cuba todas las revueltas terminan en lo mismo…
¿Tenía formada una opinión de lo que era la revolución?
Tenía la opinión de que era frontal contra Batista, y eso desde luego era bueno. Pero yo antes del 59 trabajaba en una firma francesa, aquí y en Nueva York. Ni me enorgullezco ni me avergüenzo de decir que mi primer idioma es el inglés, y en segundo lugar el francés y el español. Como anglicano iba a la iglesia, escuchaba las misas en inglés, así que vivía un poco alejado de lo que era el pueblo cubano.
¿Ejerció como abogado antes o después de la revolución?
Mientras estudiaba trabajé como secretario de un abogado, o sea lo que llaman un corporation lawyer. Él aspiraba a que fuera su socio cuando me graduara, pero calculé que al retirarme sería un viejo rico, alcohólico y aburrido, y esa no era la vida que yo quería. Cuando triunfó la revolución mi facilidad con los idiomas me permitió empezar a trabajar como diplomático, y aunque la idea era enviarme a Tokio porque sé japonés, terminé en Dinamarca. Allí estuve cinco años y hasta me casé, con una polaca.
Cuando regresé, el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) había cambiado. Se estaba fortaleciendo ideológicamente y desechando a los tipos liberales como yo. Así que fui a parar a la Casa de las Américas, donde supuestamente me había pedido Haydee Santamaría, que ni siquiera me conocía. Todo ocurrió de manera bastante hitchcockniana.
¿Cómo llegó a estudiar tantos idiomas?
Por razones circunstanciales, podría decir. Por ejemplo el francés porque me inscribí en lo que se llamaba el Círculo de Amigos de la Cultura Francesa, así que ya lo hablaba cuando estudié la carrera de Derecho Internacional. Pero te confesaré que detesto la gramática y no me sé ningún tiempo gramatical, mas como hablaba tan bien el francés el profesor me presentaba como su gran éxito, así que en los exámenes yo ponía lo que se me ocurría y él no me podía desaprobar porque, imagínate, yo era su gran éxito.
¿Cuándo comenzó a escribir?
Como ya he dicho considero que mi primer idioma es el inglés, así que no me sentía capaz de escribir en español. Pero cuando empezaron a organizarse las editoriales aquí me sugirieron que escribiera un libro sobre la historia de Asia. Luego que hiciera la historia de los estados de Asia que eran miembros de los No Alineados. Cuando se fundó la editorial Gente Nueva me pidieron que fuera su asesor, y recomendé hacer monografías de diferentes países. Yo escribí las de la India y Mongolia.
¿Nunca ha escrito nada de ficción?
No tengo mucha imaginación. Hace poco tuve por segunda vez una infección ocular y pensé que si me quedaba ciego no me iba a quedar más remedio que escribir ficción, pero bueno, por suerte todavía no ha llegado ese momento.
¿Qué le ha aportado espiritualmente la cultura oriental?
Desde niño soy miembro de la Iglesia Anglicana (lo que aquí se llama Iglesia Episcopal), así que tengo un lazo sentimental con ella y me gusta su enfoque de que aunque el hombre esté influido por su pasado, toma sus determinaciones libremente, no es que está el Maligno asechando para darte un reglazo. Ahora la ciencia afirma que hasta el adulterio está ya condicionado por la genética, yo creo que se pueden absorber ciertas particularidades de los padres pero no son determinantes. También desde mi infancia estudié el budismo, y tengo una visión budista del mundo, creo en la ley del karma, creo que las acciones, buenas o malas, regresan a uno, aunque lo bueno y lo malo es siempre muy relativo.
¿Qué le enseñó aquella estancia involuntaria en Villa Marista?
Mira, hay cosas que si yo pudiera borrar de mi vida, como las imágenes de un videocasete, las borraría, pero no esos 37 días. La prisión es una de las experiencias donde uno aprende más de uno mismo, del valor y de la cobardía. Aprendí muchas lecciones, pero la principal, que cualquier proyecto político en este país no puede estar oculto, tiene que ser a la luz del día.
¿Cómo ha sido la actitud oficial con usted después de esa experiencia?
Podría decir que no hostil, pero tampoco obsequiosa.
¿Ha tenido algún problema con el Monday Club?
No, nunca. Algunos dicen que eso es muy sospechoso, así que dudan de mí primero que nada, y los entiendo porque yo en su lugar, dudaría. Pero en Cuba es tan común que haya gente que informa y a mí eso no me preocupa, siempre que la persona que informe diga exactamente lo que se dijo aquí. Los fundadores del Monday Club están en la diáspora, pero cada vez que vienen a Cuba, me visitan. Ahora, ¿por qué se mantiene? Yo creo que es un espacio donde la gente puede conversar libremente de temas inteligentes.
Una vez usted me dijo, que de tener aún fuerza suficiente, se dedicaría a la política. De haber sido así, ¿su proyecto habría sido el mismo?
Creo que eso debí decirlo hace muchos años…Para mí el modelo ideal de sociedad sigue siendo la que han logrado los países escandinavos. Conocí muy bien Dinamarca y algo así era lo que yo quería y quisiera para Cuba, una verdadera socialdemocracia, aunque está claro que los cubanos no son daneses. Que todo el mundo tenga un nivel de vida decente, asistencia médica y educación gratuitas, y aunque la universidad se pague, que sea posible pedir préstamos al Gobierno. Y por supuesto, que haya libertad.
Entre los diferentes proyectos actuales de la oposición cubana, ¿cree que existe la esperanza de que alguno provoque los cambios que la sociedad necesita?
Yo ahora mismo no estoy al tanto del actual panorama político, y es algo que digo con vergüenza. Creo que la oposición ha estado (no sé ahora mismo), muy fraccionada y ocupada en fajarse entre ella más que en hacer una crítica unida e inteligente al Gobierno. Estamos en una casa que se derrumba, y cuando por fin se desplome vamos a tratar de vivir entre los escombros.
Temo que mañana den la noticia de que Fidel Castro murió, y a partir de ese momento sea un sálvese quien pueda, que se forme el caos, porque vivimos en un caos controlado. Aquí nada funciona, y la gente se ha acostumbrado a eso pero es una situación insostenible, ningún país puede estar así por tiempo indefinido. El problema número uno es rescatar los valores morales. El cubano nunca fue muy honesto, pero la revolución oficializó la mentira. Solamente tienes que ver la televisión. Los niños están obligados a decir que serán como el Ché, los padres que están con la revolución…, todo el mundo sabe que es mentira pero es lo que hay que decir. ¿Qué honestidad se puede rescatar así?
Viviendo en un país con tan alto índice de emigración, y después de haber estado en tantos países, ¿por qué no ha emigrado también?
Una pregunta que me hacen mucho es cuál prefiero de todos los países donde he estado. Y siempre digo: el país en el que esté en ese momento. Es cierto que he viajado mucho y eso me permite ver el mundo con cierto desapego. Pero no he emigrado, primero que nada porque me siento muy cubano, y amo a Cuba por encima de cualquier cuestión política. Cuba a veces es muy irritante por tantas cosas relacionadas con la administración gubernamental, pero cuando camino las calles de La Habana me siento envuelto en una ola cálida y es algo que no he sentido en ninguna parte. Y a pesar de toda la pérdida de valores, me siento muy unido al pueblo cubano. No lo vas a creer, pero uno de mis programas favoritos es "Palmas y cañas".
Usted ha dicho que conoce la fecha de su muerte. ¿Se siente preparado para cuando llegue ese momento?
No he preparado nada porque hay un proverbio chino que dice: "La caja de muerto no tiene gaveta", así que no hay nada que me pueda llevar. No sé qué me voy a encontrar del lado de allá, pero creo que tengo buenas conexiones y adonde caiga, ya sea Mahoma, o Buda, o Cristo… me tire un cabo. Y si me toca ir al infierno no será por mucho tiempo.
¿Hay algo que le gustaría hacer antes de irse?
Quiero lanzar un proyecto de bibliotecas en braille, pedir apoyo directamente a embajadas para que financien la publicación en braille de libros que he escrito sobre sus países. O por ejemplo ahora se publicó Un puñado de trigo, con un prólogo mío…, que esos libros puedan existir también en braille. Alguien me dijo que había ido a la Casa de las Américas, y el único libro que había en braille era La historia me absolverá, y en la casa Asia, un libro sobre los símbolos patrios cubanos.
Usted, que siempre está rodeado de gente joven, ¿cree que la juventud cubana se siente comprometida con el futuro de su país?
Los jóvenes que vienen aquí, a mi casa, sí. Pero comprometidos con el país, aclaro, porque uno de los errores de este Gobierno ha sido confundir la identidad de la nación con un sistema político. La patria es la patria, sea cual sea el Gobierno.
Pienso que Cuba está ahora mismo como quien tiene un cáncer terminal. La operación será difícil, la recuperación dolorosa, pero hay que operar. Alguien dijo una vez que somos un pueblo culto, lo cual no es exacto. Sí se ha dado instrucción, y eso es una base. Yo confío en el cubano, creo que cuando estén creadas las condiciones, sabrá triunfar.