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Sociedad

Colas, maltrato, locales cerrados: la pesadilla de los horarios comerciales en Cuba

9 y 25 de la mañana. Media docena de personas esperan bajo un sol caliente que abra la sala de navegación de internet, en el piso superior del Centro Comercial Puentes Grandes, en la Avenida 26, La Habana. El horario, según una empleada, es de 9 am a 7:30 pm.

La Habana

9 y 25 de la mañana. Media docena de personas esperan bajo un sol caliente que abra la sala de navegación de internet, en el piso superior del Centro Comercial Puentes Grandes, en la Avenida 26, La Habana. El horario, según una empleada, es de 9 am a 7:30 pm.

"Pero siempre abren 20 minutos después y cierran media hora antes. Y para qué hablar del mal servicio. Ya eso es habitual en Cuba. A veces vas a comprar una tarjeta de internet y la empleada no se encuentra en su puesto de trabajo", señala Gerardo, un arquitecto que dos veces por semana se conecta a internet en salas de navegación de ETECSA, la única empresa de telecomunicaciones existente en el país.

El horario laboral en Cuba es una simple referencia que casi todas las empresas e instituciones incumplen. "El horario de tiendas, agromercados y oficinas para trámites están diseñados de una forma que perjudican a las personas que trabajan", apunta Marlén, doctora de un policlínico al oeste de la capital.

Las grandes tiendas abren a las 9 de la mañana y cierran a la 6 de la tarde. Los domingos solo trabajan hasta la una de la tarde. Pero ese horario es letra muerta.

A ratos, los clientes deben esperar en una cola a que la tendera haga arqueo en la caja o con su mayor cachaza cuente el menudo. Casi nunca las tiendas tienen jabas de nailon para las compras y antes de marcharte, un empleado en la puerta te revisa los vales.

Para entrar en una tienda cubana, hay que dejar el bolso o la mochila en un local habilitado al efecto en el exterior. La empleada entrega unos cartones manoseado con un número, a modo de ticket.

A la salida, hay que entregar el ticket para recoger cualquier pertenencia. La gerencia no se hace responsable de pérdidas de artículos de valor, como cámaras fotográficas, teléfonos móviles o joyas.

En el pasillo de los supermercados, empleados de ceño fruncido vigilan que los clientes no hurten mercancías. Según Donato, gerente de un comercio en Centro Habana, las pérdidas anuales por robos de usuarios en tiendas de todo el país superan los 200.000 pesos convertibles.

"Esas cifras no incluyen la mercadería que se roban los empleados y directivos y que luego se reportan como merma", acota.

Las bodegas, esos pequeños almacenes de barrio importados de España por sus emigrantes a principios del siglo XX, abren de 8 am a 1 pm. Después, abren de nuevo de 4 pm a 7 pm. "Yo no sé por qué se sigue manteniendo ese turno partido. Total, si en las bodegas actualmente solo se venden mandados los primeros días de cada mes. Es más el tiempo que estamos sin hacer nada", comenta Laura, bodeguera, mientras utiliza una revista Bohemia para abanicarse del calor.

"Es una costumbre netamente española. Recuerda que la mayoría de los dueños de bodegas en Cuba eran gallegos, asturianos o canarios. Ellos, al mediodía, cumplían religiosamente con su siesta", apunta Ricardo, bodeguero jubilado.

Pero si el horario de servicios en la Isla no se adecúa a los nuevos tiempos, es llover sobre mojado hablar del maltrato al cliente y la holgazanería mayúscula de muchos empleados.

Se puede hacer una compilación de varios tomos sobre burocratismos absurdos. En Cuba, además de una sopa de siglas institucionales, es frecuente tener que llenar una planilla o hacer colas para cualquier trámite.

En qué otra nación del mundo se hacen colas de dos horas para pagar el teléfono, la cuenta de la electricidad u otros servicios. Para todo se exige un registro, una licencia o un permiso.

Mudarse de barrio, vivir un tiempo en otra casa, o poner la vivienda a nombre de un hijo, son gestiones que pueden demorar meses.

Los empleados suelen ser groseros y lentos. "Cuando llega la hora del almuerzo, detienen el trabajo y están hora y media sin atender al público. En plena jornada laboral se ponen hablar por teléfono y desatienden el trabajo. Y cuando falta media hora para que concluya el horario, sin sonrojarse, te dicen que debes volver mañana. Y no le digas nada, porque te quieren comer vivo", argumenta Doris, ama de casa, quien desde hace cuatro días gestiona un diligencia en la oficina que controla las libretas de racionamiento, la temible OFICODA.

Los rígidos horarios impiden comprar alimentos de noche. No hay un mercado abierto a esa hora. Ni cafeterías o restaurantes del Estado. Solo algunos particulares mantienen abierto sus cafés toda la madrugada en lugares céntricos.

Tampoco se puede navegar por internet en horario nocturno. Las normas estipulan hasta las 7 pm. Kafka se quedó corto.

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