El reguetonero cubano Gilberto Martínez Suárez, artísticamente conocido como Gilbert Man, está siendo acusado de lavado de dinero, delito inusual en Cuba y nada común entre ciudadanos nacionales.
Sin proponérselo, Gilbert Man adquirió la notoriedad que siempre quiso. Pero la fama no se la proporcionó la mala música que producía, sino el exagerado operativo policial con que fuera detenido el pasado mes de diciembre, en el municipio habanero de Guanabacoa.
Ahora vuelve a ser noticia cuando los instructores policiales y los fiscales a cargo radican su caso por este delito.
En pocas oportunidades se han ventilado casos de lavado de dinero en los tribunales cubanos, el más publicitado fue el del empresario francés Jean-Louis Autret, sancionado en el 2011 a 15 años de prisión por mover dinero entre cuentas bancarias de Cuba y el extranjero, según la sentencia, "para ocultar, desvirtuar y legalizar el origen de fondos resultantes del comercio prohibido de estupefacientes".
Un cargo que pudo ser probado "gracias a la cooperación de las autoridades francesas", tal como presumió la fiscalía cubana.
En esa oportunidad fueron sancionados varios cubanos, pero por delitos de naturaleza diferentes, como falsificación de documentos y cohecho.
La acusación de lavado de dinero contra Gilbert Man implica necesariamente una relación con los casos de robo de identidad y de tarjetas de crédito por los que se le persigue en los condados floridanos de Miami-Dade y Martin, desde septiembre de 2014 y mayo de 2013, respectivamente.
Esta inesperada acusación podría evidenciar un guiño del sistema legal cubano hacia las autoridades norteamericanas para obtener un nivel de cooperación e interacción nada habitual entre ambas naciones, si es que a estas alturas esa cooperación no existe.
Gilbert Man no puede ser entregado a las autoridades norteamericanas: La deportación de un cubano es una opción legalmente excluida por el artículo 6.1 del código penal.
Tampoco puede ser contemplado como un ciudadano extranjero: Es un cubano con carnet de identidad recién confeccionado.
Y además, la doble ciudadanía no es reconocida para los nacidos en Cuba, quienes siempre serán contemplados como nacionales.
Pero son tiempos de cambios y cualquier cosa puede pasar.
La acusación inicial de un expediente de fase preparatoria puede cambiar durante el transcurso del proceso, mucho más si, como en el caso del reguetonero, se cuenta con la defensa de un buen abogado: el licenciado Carlos Navarro Duarte, quien es reconocido por su valentía y entrega en la defensa de sus clientes. Alguien que no va a permitir que los instructores se vuelvan creativos.
Pero mientras llega el momento de la definición, Gilbert Man permanecerá detenido en su incomoda celda de 100 y Aldabó, inseguro y arropado con una cuasi acusación que actualmente no llega a ser un caso de lavado de dinero, pero quizás pueda festinadamente identificarse como una especie de "prelavado", apropiándome del término que definía aquellos pantalones populares en los años 90 del siglo pasado.
Un expediente que para las autoridades de La Habana puede convertirse en el caso más importante de los últimos años o en un sonado ridículo del comando policial que, armado con chalecos, cascos y fusiles, terminó ocupando los mandos de unos juegos electrónicos y las copias comerciales de unas pinturas decorativas.
El caso de Gilbert Man no se limita al proceso penal habitual. Cuba está proponiendo una partida internacional, ejecutada en un tablero mucho más grande y con jugadores a nivel de Estado.
Un desafío en donde el pseudorapero es solo un peón, sacrificable y secundario, esa ficha elemental con que se inicia la apertura en la mayoría de los desafíos de ajedrez: un peón prelavado, que puede llegar a ser el todo del futuro jurídico entre ambos países, o evaporarse y no ser nada, solo un preso más en las duras cárceles cubanas, alguien que consuma lentamente su larga condena, olvidado e insignificante, al que solo le quedarán las añoranzas por lo que derrochó y de lo que absurdamente presumió.