Con el título "Diario de Cuba y una mentira sobre el terrorismo en Cuba", publicado en el oficialista Cubadebate el pasado 14 de julio, su autor, un tal Percy Francisco Alvarado Godoy, reclamó diera respuesta a su trabajo.
Vale aclarar que DIARIO DE CUBA publicó un artículo de mi autoría, "Entre explosivos y pacotilla", en el cual mediante una reconstrucción de los hechos, más las opiniones y testimonios de algunas fuentes agrupadas en un reportaje, fueron reveladas supuestas indolencias de la Aduana General de la República y los órganos de la Seguridad del Estado ante los actos terroristas protagonizados hace 17 años por el homicida salvadoreño, Raúl Ernesto Cruz León, hechos que causaron la muerte del turista italiano Fabio Di Celmo.
Como primera embestida, el articulista alega: "Luego de leer detenidamente dicho trabajo —evidentemente alejado de los sucesos históricos vinculados al caso―, no me despierta la menor de las dudas sobre su carácter especulativo y tendencioso". Declaración que merece contestación en forma de pregunta: ¿Ecured, esa elemental enciclopedia de nuestro sistema nacional de educación divulga mentiras?
Para contar la historia que el señor Alvarado cuestiona, me tomé el privilegio de consultar la citada enciclopedia. En ella, una entrada titulada "Explosiones en los hoteles de La Habana" reconstruye los sucesos acaecidos los días 12 de julio y 4 de septiembre de 1997. ¡Ah, que las informaciones sean falsas o manipuladas, ya es otra cosa! Lo paradójico es que ese prontuario es consultado por los estudiantes cubanos de todas las enseñanzas.
Igualmente me tilda de manipulador al aseverar: "Otra de las fallas es sembrar la duda entre los lectores, al lanzar la pregunta: '¿Cómo es posible que en un lapso de tiempo tan breve, las autoridades ya conocieran el modus operandi del terrorista salvadoreño Raúl Ernesto Cruz León?'"
Para poder digerir su mal intencionada especulación, le informo a los lectores que la interrogante a la que se refiere el señor Alvarado fue originada hace 17 años, cuando las autoridades alertaron —por vía telefónica― a los empleados del garaje Servi-Cupet Riviera a alejarse urgentemente de cualquier bolsa de compra abandonada en el lugar, ya que podía explotar. Y el hecho ocurrió minutos después de las explosiones en los hoteles Capri y Nacional.
Reconozco que dicha inquietud ya fue esclarecida gracias a la torpeza del propio señor Alvarado. Tras leer detenidamente su nota, puedo asegurar que la policía política si conocía el modus operandi del terrorista, tal y como se sospechaba.
Según fundamenta en su trabajo, tres meses antes (el 12 de abril de 1997) en la discoteca Aché del hotel Melía Cohiba y en el piso 15 del propio inmueble (el 30 de mayo de 1997) estallaron sendas bombas. La noticia fue silenciada oficialmente. Y gracias a la absurda medida, el terrorista Francisco Chávez Abarca, autor de los bombazos, campeó libremente por La Habana, mientras que todos los pobladores y turistas estaban desinformados y expuestos a ser victimados.
Pero el punto donde Alvarado comienza a tensar la soga en su cuello como el suicida Chacumbele, es cuando desencadena sus delirios de superespía, para narrar su experiencia como exagente encubierto de la inteligencia cubana.
Resulta que el propio Alvarado (agente Fraile) reconoce que fue el "primero" en pasar dos libras de explosivo C4 por la barrera aduanera y al mismo tiempo participó de los análisis sobre la oleada terrorista de 1997, informándole a uno de sus jefes que los terroristas estaban utilizando el canal aéreo Guatemala-San José-La Habana —el mismo utilizado por él para viajar a la Isla—, algo que demuestra que la policía política tuvo conocimiento de los vuelos utilizados por dichos agresores.
A sabiendas de estos detalles —según afirma el propio agente―, por los controles aduaneros del aeropuerto José Martí pasaron, entre 1997 y 1998, varios kilogramos de explosivos, y ni siquiera un solo miligramo fue detectado por los oficiales de la Aduana General de la República y los sabuesos de la Seguridad del Estado que supuestamente estaban al corriente del trasiego.
Según el retablo, otros 9 terroristas fueron capturados a posteriori con las manos en la masa. El agente Fraile confirma que la Fundación Nacional Cubanoamericana (FNCA) proyectó el estallido de 31 bombas, pero gracias a la "sagacidad" de la Seguridad del Estado, solo estallaron 11, proporción que a su criterio responde a un "excelente récord", o sea, por cada 3 bombas explotó 1 para una average de 333, índice magnífico para un bateador de beisbol, pero pésimo para el terrorismo.
Lo chocante y difícil de tragar, es que ni la Aduana, ni la policía política impidieron la entrada de explosivos al país para evitar víctimas mortales, a pesar de las "valiosas" informaciones proporcionadas por el agente Fraile. Lo más asombroso de la historia es que el Ministerio del Interior (MININT), un monstruo represor —homologado con la Stasi de la antigua Alemania del Este— que le proporciona empleo a más de 100.000 efectivos y 200.000 informantes y, cuyo célebre órgano de la Seguridad del Estado, se vanagloria de haber desarticulado exitosamente más de 600 atentados contra Fidel Castro, teniendo a su alcance todas las informaciones aportadas por el agente Fraile y las distintas redes de espías no pudiera dominar la oleada terrorista en La Habana.
Tras leer el trabajo "abarrotado de verdades" del exagente Fraile, ahora sí estoy plenamente convencido de que si los efectivos de la policía política encargados de la operación no estaban comiendo cascaritas de piña —valga el eufemismo―, entonces escenificaron un complot, y lo digo así para que se entienda.
Corrupción en la Aduana
En cuanto a la ola de corrupción que contamina a la Aduana General de la República, no vale la pena tratar un asunto ya conocido hasta por los perros callejeros. Más útil resulta referirse al cuestionamiento hecho por el señor Alvarado a la fuente anónima citada en mi artículo, la cual aseguró que en el aeropuerto José Martí si existían las técnicas tanto electrónicas como caninas para detectar los explosivos.
Aseveración, que reconozco, no ha sido probada categóricamente por ninguna de las partes. Estamos ante "la palabra de la fuente contra la del señor Alvarado" y aclaro que nunca me fio de exespías, o profesionales de la mentira y la doble cara.
Frente al dilema de si existía o no la técnica anti-bombas en el aeropuerto José Martí, intuyo que Cuba debió pedir urgentemente colaboración en materia de detección de explosivos a la Interpol u otra organización internacional. Y el por qué no lo hizo presupone una respuesta.
Con relación a la impugnación hecha a los jefes de Aduana —generalmente oficiales de las FAR y el MININT― por la entrada de explosivos al país, debido a la indolencia y corrupción de sus subordinados, solo formularé dos interrogantes: ¿A quiénes se les exige responsabilidades? ¿A los caciques o a los indios?
No dudo que en las jefaturas de las FAR y el MININT existan hombres honestos y ejemplares. Recuerdo que uno de ellos fue el general de división Arnaldo Ochoa Sánchez, un héroe de la República de Cuba que únicamente se subordinaba a la dupla de Fidel y Raúl Castro, sin embargo fue ejecutado a causa de sus vínculos con el narcotráfico internacional y el zar de las drogas, Pablo Escobar.
Carlos Aldana, Luis Orlando Domínguez, Rogelio Acebedo… —y agréguele los pejes gordos que faltan―, ¿por qué fueron tronados? ¿Acaso tenemos que volver a hacer la historia del tabaco? Le recomiendo, señor Alvarado, que cuando opine sobre corruptelas, mire mejor hacia arriba y no adonde le convenga.
Ya no podemos parafrasear a Shakespeare insinuando que algo huele a podrido en Cuba, sino que tenemos que reconocer que el mal apesta perennemente. Esta isla está podrida de punta a cabo y de cabo a rabo. Y si me cuestiona, tendré que preguntarle también: ¿en dónde reside, en Cuba o Guatemala?
Una campaña mediática desde Terrorilandia
Creo que la cuestión más fascinante de toda esta controversia, corresponde a la campaña mediática desbordada tras la muerte de Fabio Di Celmo. Para nadie es un secreto que desde enero de 1959, el régimen castrista se ha balanceado en "el cachumbambé de la víctima y el victimario". Empañarle el parabrisas a la comunidad internacional acerca de su patrocinio y vínculos con el terrorismo ha sido una malograda pretensión.
El reconocimiento a un régimen como el castrista, llegado al poder mediante la violencia y el terrorismo, ha sido la mayor metedura de pata de los cubanos y las democracias del mundo. A ello se suma la desvergüenza de ver cómo condecoraron y promovieron a cargos importantes en la dirección del país a los jacobinos que detonaron centenares de bombas durante el periodo de lucha revolucionaria. Y han transcurrido 38 años desde que el máximo líder, Fidel Castro manifestara públicamente en el teatro Karl Marx que su gobierno "no ha renunciado al terrorismo", y ni siquiera se ha retractado de tal barbaridad.
El mayor desatino ha sido convertir a la Isla en una pista de aterrizaje para los terroristas demandados por la justicia internacional, y si le sumamos los fanáticos de Al-Qaeda presos en la base estadounidense de Guantánamo, podemos afirmar que Cuba es una auténtica Terrorilandia.
Señor Alvarado, da asco ver el narcoterrorista Jesús Santrich, paseándose por el capitalino bulevar de Obispo, más tranquilo y campante que Johnny Walker y protegido por guardaespaldas del MININT.
¿Y qué podemos decir sobre la fotografía de Iván Márquez, Pablo Catatumbo, Alexandra Nariño y otros narcoguerrilleros gozando la papeleta en un tour de yatismo que surcaba los mares de alguna zona exclusiva y destinada al recreo de los máximos dirigentes partidistas?
¿A quienes representan estos monstruos, señor Alvarado? Nada más y nada menos que a las FARC-EP, una organización tan criminal como la Mafia o Al-Qaeda, que capitanea el narcotráfico internacional y cuyos dossiers enumeran 15.000 víctimas por secuestros y extorsiones, 300 pueblos destruidos, más de 1.000 civiles mutilados, 1.500 personas asesinadas en cautiverio y otras 200.000 en el conflicto, incautaciones de aviones comerciales y la exacerbación del terrorismo a partir del 11 de septiembre de 2001, tal como si Osama bin Laden les hubiera iluminado. Arnaldo Ochoa fue fusilado por la millonésima parte de las barbaridades cometidas por esos crápulas. Paradoja de paradojas, eh.
Es cierto que el régimen castrista también ha sido víctima del terrorismo. Uno de los actos más repudiables fue la explosión en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación en Barbados. Sin embargo, ignorar el terrorismo de Estado contra los disidentes es una burrada que los despoja de fuerza moral para demandar justicia. Las masacres de Rio Canímar, Cojímar y el hundimiento del remolcador 13 de marzo son tétricos ejemplos de masacres.
Veintiún niños perecieron en el hundimiento del remolcador y no fue mostrado oficialmente un ápice de sensibilidad ante la tragedia. La monstruosidad de los mandantes de este país se evidenció cuando ni siquiera decretaron duelo nacional por la muerte de esas criaturas. Esos infantes supeditados a las decisiones de sus padres también fueron criminalizados como apátridas: que abominación.
El régimen bloquea las investigaciones y los asesinos siguen en libertad. Pero lo más monstruoso del pogromo del remolcador 13 de marzo es que el mundo continuó contemplando el crimen en silencio.
Un espía en entredicho
Para terminar, me referiré a usted, señor Percy Alvarado, siento decirle que nunca me han interesado sus hazañas. Hice averiguaciones para responderle y lo primero que desempolvé fue su errabundo desempeño como periodista. Tras el carpetazo que protagonizó al acusar a 5 intelectuales cubanos de "mercenarios al servicio del imperialismo" sin aportar pruebas, se agenció la coronación de chapucero y falto de credibilidad.
Le manifiesto que tengo fundamentadas dudas sobre sus facultades como espía. Dicha profesión está predestinada a hombres y mujeres muy meticulosos, pues un leve desliz pudiera ser fatal.
Le ruego no tomar mis argumentos como un ataque personal, pero tras analizar todas las informaciones que usted suministró a la inteligencia cubana ―según su artículo― albergo el cosquilleo de que la policía política nunca confió en sus soplos. Señor Alvarado, ¿no lo habrán tomado por loco o charlatán? Considero que esta pregunta merece respuesta.
Me tomo la atribución de hacerle algunas recomendaciones para su trabajo periodístico, no para uso doméstico, sino para exhumar la verdad. Por supuesto que son gratuitas y libres de impuestos, aunque soy el blanco de sus acusaciones por supuestamente binsnear con "atentados terroristas, como autoagresiones".
Señor Alvarado, otórguele unas merecidas vacaciones a su guardaespaldas. Olvídese de esos arquetipos de superespía que usa como prótesis cerebral. Vístase con ropa normal y corriente. Mézclese con el populacho o "la plebe" (motes con que los hijos de papá identifican al pueblo). Usted no necesita caracterización porque nadie lo conoce. Después de cumplir con todos estos requisitos pregúntele a la gente —no como espía, sino como un hombre sincero― qué opina sobre los miembros de la Seguridad del Estado.
Conociendo a este noble pueblo que cuando se enfurece es capaz de sacar los cadáveres de los cementerios para arrastrarlos por las calles, declaro solemnemente que no quisiera estar en su pellejo, ni en el de los chivatones y esbirros que tanto daño han hecho.
Mirando desde arriba hacia abajo no dudo que los dioses y semidioses del Olimpo cubano, vislumbren aguas mansas, seres pusilánimes, con hábitos de rebaño y ensimismados en la miseria.
Pero no duerman tranquilos, porque esas multitudes que durante medio siglo han apretado en su fuero interno una abismal carga de odio y frustración, el día que estallen, expresarán en grado superlativo el verdadero significado del terror.
Fraile, la bola está en tu campo.