En una programación de verano hace ya varios años, fue puesta en TV la cinta Frida (2002) de Julie Taymor, con Salma Hayek en el papel de la Khalo. Nunca más volví a ver esta película. Y me quedé con ganas de repetirla.
Me parecía injusto que cintas como Frida fueran puestas solo una vez y luego engavetadas, cuando la televisión nacional peca de repetir los mismos filmes, series y novelas año tras año, a veces hasta por décadas (y no exagero). Curiosamente, la semana pasada, el programa De Nuestra Américatuvo como propuesta la película Frida, naturaleza viva, de Paul Leduc,1984, con la actriz Ofelia Medina como protagonista. El biopic de la pintora mexicana de principios del siglo XX tuvo un comentario discreto del anfitrión del programa y fue presentada en carácter de estreno en dicho espacio.
Volví a ver Frida, esta vez en una versión más vieja, pero no por ello menos valiosa. Un recorrido por las diferentes etapas de la vida y la obra de la artista. El sufrimiento físico que marcó su vida, las enfermedades, lesiones y operaciones que padeció. Su adolescencia rebelde. Su incursión en el grabado. El controvertido matrimonio con el muralista Diego Rivera, relación que consistió en un amor muy singular, aventuras con terceros, consentidas infidelidades, vínculo creativo, odio y un divorcio diez años después.
Este maridaje, tan a lo Frida y Diego, contuvo relaciones sexuales de Diego con la hermana de Frida, y de Frida con muchas personas, como su romance con el comunista ucraniano León Trotsky, cuya vida política en Rusia le costó el exilio, por lo que vivió tres años en la casa de la pintora en Coyoacán, junto a su mujer.
Pero la talentosa retratista iba a por más: era una connotada bisexual. Y algo de sábanas hubo de haber entre ella y muchas de sus amigas; de hecho siempre se rumoró su flirteo con la conocida fotógrafa, artista y comunista Tina Modotti, quien fuera pareja del líder estudiantil cubano y también comunista Julio Antonio Mella.
Y es en este punto de la vida de Frida donde quiero detenerme, y al que le atribuyo —desde mi punto de vista—, las escasas veces que se han visto (y se verán) en la televisión nacional películas dedicadas a la retratista mexicana. Frida fue tres mujeres en una: la artista, el ser humano (con todas sus debilidades, gustos y preferencias) y la militante revolucionaria.
Principios morales
¿Pero cómo ha sido la historia de la militancia comunista en Cuba? Poco tiempo después de la llegada de los barbudos a La Habana se abolieron los partidos políticos, salvo el Comunista. Este, a imagen y semejanza de sus tutores soviéticos y al estilo estalinista, imponía a sus miembros acatar incondicionalmente los estatutos y reglamentos, en los que quedaban definidos no solo los preceptos ideológicos, sino también principios morales y líneas de conducta, anulando de facto la práctica del criterio de la democracia partidista.
Cuba se convirtió en un laboratorio político-social donde se pretendía crear un nuevo modelo de individuo: "el hombre nuevo". Esta invención aspiraba a un hombre perfecto (según sus ortodoxos cánones). Debía ser un revolucionario intachable, una suerte de sacerdote comunista que rechazara lo foráneo, odiara a muerte el imperialismo yanqui y por extensión, la lengua inglesa, la música en inglés, la moda, y además abominase de todo el que decidiera irse a vivir a "las entrañas de monstruo", aunque fuera su propia familia. El militante comunista cubano debía tener una moral impecable. Ser gay o bisexual, ni pensarlo (eso era un sacrilegio al Partido), tampoco adultero (al menos de manera notoria). Eso sí, admitir el adulterio (en el caso de los hombres) resultaba aún mucho peor.
Conozco penosas anécdotas de militantes que tras estar fuera de casa largos años en "el cumplimiento de misiones internacionalistas", a su llegada fueron llamados a reuniones a puerta cerrada, donde sus superiores del Partido le mostraban fotos de sus esposas traicionándolos. Desde ese momento, el compañero militante tenía que renegar de la infiel que le había faltado. Es decir que las esposas de los militantes internacionalistas estaban obligadas a ser una versión forzada de Penélope.
Más allá, se conoce de las cacerías de brujas a homosexuales. De más está decir que un militante denunciado o cogido in fraganti en actos homosexuales, era sometido al escarnio público y separado de las "honrosas filas".
Cuando Frida murió en Coyoacán el 13 de julio de 1954, fue velada en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México y su féretro fue cubierto con la bandera del Partido Comunista mexicano, un hecho muy criticado por la prensa nacional. No obstante, sus compañeros de Partido así lo decidieron.
¿Cómo se sentirá un antiguo miembro del PCC expulsado del mismo tras la infidelidad de su mujer y su decisión de seguir con ella, si ve la película de Frida? ¿Pensará —él y otros tantos como él— que los comunistas mexicanos eran menos dogmáticos, o que el PCC estuvo a la par de los absurdos axiomas comunistas de la ex URSS, la China de Mao Tsé-tung, o la Corea del Norte?