Según el Resumen adelantado del informe final del Censo de Población y Viviendas 2012, el régimen catalogó de paulatino el crecimiento del bienestar de la población.
El prudente crecimiento del supuesto bienestar de los cubanos se sustentaría en que hoy hay más casas y apartamentos que en 2002, así como más artículos electrodomésticos y mayor uso de nuevas tecnologías. Los 11.167.325 cubanos poseen ahora 850.000 teléfonos móviles particulares y 440.000 computadoras.
Eso está bien, pero, ¿qué pasa con el agua potable y a dónde van a parar las de nuestros efluvios?
Los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información revelan que de las 3.885.900 unidades de alojamiento con que contamos los cubanos, esto es, "todo local o recinto estructuralmente separado e independiente, construido en todo, o en parte para fines de alojamiento de personas", solo 2.854.995 cuentan con baño o ducha con agua corriente y 2.776.866 con abastecimiento de agua por acueducto, mientras que solamente 1.546.121 —menos del 50% del total de la unidades de alojamiento del país— poseen sistemas de desagüe que viertan en alcantarillados, valga decir, fiables e higiénicos.
Con todo, estas cifras no revelan la magnitud de las aguas negras contaminando el manto freático y el medio ambiente en Cuba.
Cierto: quizás sean un millón quinientos cuarenta y seis mil ciento veintiuno los alojamientos humanos que vierten sus desechos en algún que otro sistema de alcantarillado, y eso sería medianamente bueno, si funcionara bien, pero de lo que se trata es que funciona mal.
La mayor parte del alcantarillado existente hoy en Cuba data de los primeros lustros del siglo pasado y permanece saturado. Eso, es sabido. Lo que no sabemos es cuándo comenzarán las obras para dotar a las ciudades cubanas de sistemas de alcantarillados acordes al siglo XXI. Ya es hora de que los responsables respondan.
Con el sistema de agua potable sucede algo parecido. Sí, 2.776.866 hogares cuentan con agua por acueducto… unas pocas horas al día en demasiados lugares, y la mayoría de las veces, con presión inadecuada para abastecer los depósitos de las familias situados en alturas. "Oiga, si llego a mi casa después de las cinco me quedo sin agua", dijo una enfermera a este corresponsal. "Pues en mi barrio antes de las dos de la tarde ya apagan la turbina", dijo una anciana en espera de su turno para atenderse con el médico.
La vieja cantilena de la carencia de recursos en el país para emprender obras constructivas capitales resulta ya un tema manido en boca de la dirigencia del régimen —de los niveles municipales al nacional—, y Puerto Padre, dos veces primer puerto libre de Cuba, primero del colonialismo español en 1898 y luego de la dictadura de Fulgencio Batista en 1958, es un buen ejemplo.
Puerto Padre
La mañana del 9 de septiembre de 2008, veinticuatro horas después de que el huracán Ike destrozar Puerto Padre, se recibió aquí la visita del vicepresidente Machado Ventura. Este corresponsal se encontraba presente y escuchó al Dr. Machado pedir a los puertopadrenses que recogieran cuanta tabla y clavo desprendido por la tempestad tuvieran al alcance de la mano, porque bien conocida era la situación del país.
¿La situación del país…? Bueno, la situación del país tal como aparece a la vista muestra que en Cuba existen recursos para gastos militares, policíacos y judiciales, aunque no para inversiones en acueductos, alcantarillados e infraestructura moderna destinada a la industria y a la agricultura en la medida de las urgentes necesidades. Cierto: se construye en algunos lugares de La Habana, Santiago de Cuba y Camaguey, pero… ¿y en el resto del país?
Por solo citar un ejemplo, con un Código Penal que ya urge actualizarlo en concordancia con el derecho universalmente aceptado, y con un Código Civil que en demasiadas ocasiones desprotege el derecho del ciudadano, uno se pregunta cómo los jueces en Puerto Padre pueden administrar justicia mientras un arroyo de aguas negras corre junto a la acera de su palacio nuevo, construido después de que el Dr. Machado Ventura aconsejara a los puertopadrenses recoger clavos y tablas viejas para reparar sus casas.
Sí, ahora que según las cifras del régimen más del 50 porciento de las familias cubanas no cuentan con una alcantarilla donde descargar las aguas de sus desechos, cabe preguntarse cómo los jueces podrán dictar sentencias condenatorias con aguas de cloacas desbordadas tan cercanas a sus estrados.