Días atrás, dos hombres conversaban sobre los peloteros cubanos que han "desertado" de las filas nacionales para continuar sus carreras deportivas fuera de la Isla. Uno decía al otro: "Aquí el Estado no puede pagarles lo que ellos creen que valen".
El que hablaba con tristeza es médico. Lo ha sido por más de cuarenta años. Pertenece a esa generación de quienes escalaron montañas para emular a los rebeldes que enfrentaron a Fulgencio Batista, de quienes alfabetizaron y recogieron café. Pero a diferencia de otros de esa generación, que se decepcionaron del sistema, este hombre permanece fiel a lo que aún llama "revolución".
Para alguien como él resulta difícil comprender que un deportista, que debe su formación y logros al Gobierno "revolucionario", no sea capaz de conformarse con lo que el Estado es capaz de pagarle. ¿Un deportista vale más que él, alguien que se quemó las pestañas para salvar vidas? ¿Qué derecho tiene un deportista a sentirse por encima de un trabajador de la salud o de cualquier profesión más útil que el deporte?
"Todo el derecho del mundo", parece decir nuestro Gobierno, que acaba de aprobar un sistema de pagos y estímulos para los deportistas de alto rendimiento. A partir de ahora, un medallista olímpico ganará 1500 pesos en moneda nacional mensualmente, de por vida; un medallista mundial, 1300 pesos; y un ganador de medalla en Juegos Panamericanos, recibirá un salario de 1200 pesos mensuales. Por su parte, los peloteros que integren la preselección nacional y participen en la Serie Nacional de Béisbol recibirán 1000 pesos en moneda nacional.
Hay ahora todo un sistema de reconocimientos y estímulos monetarios en función de los resultados, que incluye a deportistas y entrenadores retirados; algo que tal vez no sea lo que —usando las palabras de nuestro médico— "ellos creen que valen", pero por lo pronto supera por mucho lo que gana cualquier profesional cubano de otra esfera.
Al escuchar las palabras de este médico, cabe preguntarse cuánto vale un deportista. Nuestro Estado parece saberlo muy bien. Aunque ya la misión de los deportistas cubanos no será demostrar la superioridad del deporte amateur sobre el profesional, sí deberán seguir poniendo en alto el deporte "revolucionario"; el deporte de una pequeña isla de 11 millones de habitantes.
Pero para que los logros sigan siendo del deporte "revolucionario", todas las competencias y eventos deportivos nacionales tienen que seguir en manos del Estado, así como las academias donde se forman los atletas. De la misma forma en que se le negó al vallista Dayron Robles la posibilidad de crear su propia academia de atletismo, no se vislumbra la posibilidad futura de que un particular pueda hacerlo.
El Estado no renunciará al crédito por los logros de nuestro deporte, ni a conservar parte de la propiedad sobre los deportistas. Estos ya cuentan con la autorización para contratarse en ligas extranjeras, siempre que cumplan sus compromisos con los eventos nacionales, y mediante contratos que se harán a través del INDER, para que nuestros atletas no caigan "como mercancía".
Varias cosas saltan a la vista al mirar las cifras que cobrarán ahora los deportistas cubanos, que no son tan altas si se tiene en cuenta que 1000 pesos equivalen a 40 CUC, pero resultan envidiables para la mayoría de los ciudadanos, que ganan menos de 20 CUC al mes: ¿Resulta que el Estado sí podía pagar a nuestros deportistas y entrenadores salarios que se acercaran un poco más a lo justo, de acuerdo con sus esfuerzos y resultados? ¿Era necesario que el país estuviera al borde de quedarse sin deportistas para que el Estado no solo soltara el dinero, sino dejara a deportistas y entrenadores el monto total de los premios en metálico que obtengan? Es vergonzoso que hasta el momento, el atleta solo recibiera el 15% y el entrenador el 4%, en los deportes individuales, y en los colectivos entre el 30% y el 50%.
¿Será necesario un éxodo (más) masivo de todos los profesionales del país para que el Estado decida pagarles salarios más acordes a la realidad y a sus necesidades?
La otra pregunta es de dónde saldrá los fondos para pagar estas cantidades de dinero a los atletas, porque el oficialista periódico Granma no lo aclaró. Muchos compatriotas no parecen preocupados al respecto. "Ahora sí va a mejorar el deporte", "no van a poder ganarnos en la pelota", "tú vas a ver ahora cómo se va a poner el deporte en Cuba", son sus algunos de sus comentarios optimistas.
Esa parece ser otra importante misión de nuestros deportistas: darle alegría al pueblo en medio de sus adversidades; que a pesar de los salarios que no duran hasta fin de mes, de la posibilidad de quedar disponible en el trabajo, de la incertidumbre que despierta el futuro del país, cubanos y cubanas puedan sentarse frente al televisor y ser felices con las victorias de nuestros atletas. A ellos les toca no solo entretenernos, sino mantener alto nuestro orgullo nacional. Así es que para qué preguntarse de dónde saldrá el dinero.
En otros países, los deportistas generan millones pues la gente no solo paga por ver su desempeño en los estadios, sino por tener camisetas con el número o la imagen de sus ídolos, por usar su misma indumentaria deportiva.
A su regreso de México, donde jugó con los Piratas de Campeche, el pelotero de la provincia Granma Alfredo Despaigne contaba que allí los jugadores no reciben dinero solo por los juegos, sino también por concepto de publicidad.
En Cuba, hasta el momento no existen mecanismos que permitan a los atletas generar todo el dinero que pudieran. En las calles hay gente con camisetas de los futbolistas Messi o Andrés Iniesta, argentino uno y español el otro, pero nadie lleva una camiseta con la foto de Despaigne o de Frederich Cepeda.
¿Serán suficientes el cobro de las entradas a las instalaciones deportivas y los impuestos que supuestamente pagarán quienes sean contratados fuera, para pagar los salarios de deportistas y entrenadores en activo y retirados, además de los premios y estímulos anunciados por el Consejo de Ministros? ¿Tendremos publicidad y camisetas con imágenes de nuestros deportistas, como en las sociedades capitalistas? ¿O se pagará a nuestros atletas con el presupuesto estatal, que es generado por el conjunto de la población?