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Música

Ignacio Piñeiro tiene ya su libro

Casi nueve décadas de música va a cumplir el Septeto Nacional. Ricardo R. Oropesa hace la historia detallada del grupo y la de su fundador.

San Juan

Este libro es una biografía de Ignacio Piñeiro, y del grupo que fundó el Sexteto Nacional, después convertido en Septeto. Piñeiro está entre las grandes figuras de la música cubana, y su grupo, uno de los más longevos en nuestra música, conjuntamente con la Sonora Matancera y la orquesta Aragón. Hay unos seis libros escritos sobre la Sonora, y tres sobre la Aragón; así que es bienvenido este libro sobre el Septeto Nacional. Aunque, a diferencia del caso de los otros dos grupos mencionados, el director del Nacional, Piñeiro, es más importante que su grupo.

El libro comienza con un prólogo que lleva nota al pie. Nunca nos habíamos topado con un prólogo con nota, y esta dice lo siguiente: "En la transcripción de estas palabras, tomadas de una entrevista que realizara el autor Helio Orovio, se realizaron ajustes imprescindibles para su publicación". No entiendo bien la frase: ¿a quién entrevistó Orovio? Al final se aclara que fue una "entrevista cortesía de Helio Orovio para este trabajo, hecha en junio de 2008", aparentemente por el editor del libro.

Falta, en la primera frase que he citado, una "a" que le de sentido. Y me detengo en esta nimiedad porque se me hace difícil  aceptar algunos de los conceptos al parecer vertidos por Helio Orovio. Como, por ejemplo, que Piñeiro fue en buena medida el padre del son, y que el son que nace en Oriente es un son montuno, son-montunero y otras disquisiciones, para llegar a la conclusión de que el verdadero son, es el son habanero de Ignacio Piñeiro, y que lo demás son antecendentes. Pero, ¿quién dijo eso, Orovio, o el editor en sus "ajustes"?

Sigue el libro con una "Introducción" en la cual el autor parece aceptar la unidad histórica del son, al escribir: "La cristalización de un género… es también un proceso social, y muchos individuos contribuyen a su modelación…" (p. 23). En la siguiente página, al hablar de la experiencia de Piñeiro en los coros de guaguancó, afirma: "Tal fórmula le serviría para introducirla en el son, y cristalizar así un largo proceso de evolución y creación, que dió como resultado una novedosa variante, el son habanero".  Ahí estamos de acuerdo: el son, como todo fenómeno musical, va variando en el tiempo: su etapa oriental, su etapa habanera, y todos los cambios que surgirán después, son parte de su evolución y desarrollo como género musical.

Debemos hacerle una aclaración: en la página 26 sostiene que "en 1914, cuando los discos de 78 rpm  eran de una sola cara". Desde 1909, la industria disquera había comenzado a fabricar los discos con ambas caras. 

Le llama al autor la atención (p. 29) "el uso del término 'son' empleado frecuentemente desde el siglo XVII". No le debía extrañar, y de mucho antes también: son viene del latín sonus, y según el diccionario es un sonido agradable, y se usa como sinónimo de música. Se usaba así en España para la época del descubrimiento de América. De manera que en México (posiblemente antes que en Cuba) se hablaba del son huasteco o veracruzano o jaliciense para hablar de la música de una región determinada. No es raro pues que en Cuba se hablase de son, pero,  ¿cuándo empezó a tener apellido?.

En mi Discografía de la Música Cubana, accesible gratuitamente en internet en http://latinpop.fiu.edu/discography.html   (y perdonen que tenga que mencionarla varias veces en este artículo) aparece que, cuando en 1905 la Zonophone va a grabar más de 100 números que serán las primeras grabaciones hechas en Cuba, no aparece el son entre los muchos géneros cubanos grabados. Y lo mismo pasa cuando viene la Edison a grabar en 1907. No será hasta 1917, cuando la Columbia le hace cuatro grabaciones al Cuarteto Oriental, que una de ellas, "Pare motorista", será rotulada como "son santiaguero", y al año siguiente la Victor le graba al Sexteto Habanero de Godínez  un "son habanero" titulado "Amalia Batista". Ya aquí parece comenzada la polémica, que será un capítulo mas de la eterna rivalidad entre el Oriente y el Occidente de Cuba.

En su catálogo de discos de 1921, la Columbia dedica una página a anunciar "sones santiagueros". Describe 42 grabaciones, casi todas identificadas como "rumbas" en el mismo anuncio: solo una es llamada son habanero, "Santa María", y otra sencillamente son, "Oye mi son laborí". O sea, la diferenciación Santiago-Habana u Oriente-Occidente era bien confusa, inclusive con otros géneros musicales, y todo con un transfondo comercial de vender discos…

Otra sección de este libro, "Opiniones de personalidades", todas elogiosas  para Piñeiro, confunde más al lector en la oficiosa polémica entre el son oriental y el habanero.

Música y sociedades secretas

El relato de la vida de Piñeiro incluye sus humildes orígenes, sus primeros pasos en la música y otros oficios, las primeras composiciones y su iniciación en la sociedad secreta de los abacuás, sociedad parecida a la masonería traída de Africa por los negros de origen carabalí, y ampliamente difundida en Cuba. Narra el autor que Piñeiro había escrito en 1926 un número titulado "En la alta sociedad" que María Teresa Vera grabó con el Sexteto Occidente, y donde se narraba una ceremonia de dicha sociedad, y que esto provocó el disgusto de la "potencia" que es como se llamaban  estas sociedades secretas, contra Piñeiro, por violar el secreto de la misma. Respecto a esto, hay algo que no cuadra, porque esta grabación no aparece en este propio libro entre las realizadas por dicho sexteto, y no es hasta 1956 que la graba María Teresa Vera con Lorenzo Hierrezuelo (Lp Kubaney 109).

Lo cierto es que Piñeiro escribió muchos números usando términos del idioma carabalí usado por dichas sociedades, cosa además que le da una característica única entre los compositores cubanos, que hasta ese momento solamente habían usado el español. Como las casas grabadoras norteamericanas aceptaron sin problema estas incursiones de Piñeiro, le cabe el honor a Cuba de ser posiblemente el primer país latinoamericano en haber grabado en otro idioma que no fuese el español u otra lengua procedente de España, como el catalán o el gallego.

Muchas grabaciones que no menciona Oropesa, traen este tipo de música, siendo la primera en tiempo "Los cantares del abacuá", grabada por María Teresa Vera y Rodolfo Zequeira a principio de los años 20, (Columbia 2070x).

Oropesa habla de la amistad entre Piñeiro y el cantante Juan de la Cruz, miembro a su vez  de otra potencia abacuá, y quien grabó también  canciones en lengua, sobre todo "Iyamba bero" (también conocida como "Dichosa Habana"), de la cual el autor incluye la letra, y que, bajo su nombre abacuá, fue grabada por De la Cruz, dato que omite Oropesa, en el disco Columbia 2421x, grabado en Nueva York en 1927 con el acompañamiento vocal de Bienvenido León y la guitarra de Alberto Villalón, y el tres de Eutimio Constantín. (También grabaron en la misma ocasión "Marcha carabalí", ambos números como "clave ñáñiga" de Ignacio Piñeiro.

Un aspecto importante de este libro es que Oropesa va identificando entre los muchos músicos mencionados a lo largo del libro a todos aquellos que estaban vinculados a potencias abacuás, con su nombre original, y con el nombre con que se les rebautizaba, en lengua carabalí, al iniciarse en dichas sociedades. De esa manera, el libro es también la historia de la influencia e importancia de la cultura  de estas sociedades secretas, en la música cubana.

El recuento de la vida de Ignacio Piñeiro continúa con su inclusión como contrabajista en el Sexteto Occidente, fundado en 1926 por María Teresa Vera (directora) y Miguel García (director musical). Era bien inusual por entonces que se le entregaran las riendas de un grupo musical a una mujer, aunque fuera acompañada por un "director musical".  La Columbia Records quizás lo hizo precisamente por eso, por hacer algo distinto. Su rival, la Victor, estaba copando el mercado disquero para los interesados en esta nueva forma musical que era el son: tenían al Sexteto Habanero, y  grababan para ellos otros grupos  soneros. Además conocían el trabajo de María Teresa Vera con el Sexteto Habanero de Godínez en 1918, y sus muchas grabaciones con Zequeira y después con Miguel García  para el sello Columbia, en los 20. Como ya sonaba lo de "Habanero", había que buscar algo parecido y lo de "Occidente" lo era y, además, María Teresa era nacida en Guanajay, pueblo del occidente cubano.

En definitiva, como nos narra el autor, el Sexteto Occidente no tuvo el éxito que se esperaba y desaparecería poco después. En 1926 se formaría el Sexteto Habana Sport, con Piñeiro como director, para tocar en un cabaret con dicho nombre. El músico tenía entonces 38 años, aproximadamente la misma edad que tenía  Miguel Matamoros cuando fundó su trío. Ahora, a esa edad, se retiran muchos cantantes populares después de ganar millones de dólares, pero estos dos titanes de la música cubana comenzaron entonces sus triunfos.

El Septeto, paso a paso

El autor sigue paso a paso la trayectoria del grupo que se convertirá en el Sexteto Nacional, cuando comienza a grabar para la Columbia, que con lo de Nacional quiere obviar astutamente las posibles diferencias entre son oriental y son de occidente o habanero: lo nacional lo cubre todo.

Como va explicando Oropesa, van triunfando, se le adelantan al Sexteto Habanero en agregar una trompeta y convertirse así en septeto. El genio enorme de Piñeiro, como cuenta el autor, estuvo en abrirle nuevos horizontes al son, en sustituir en la letra las repetitivas cuartetas del son oriental por versos de otras medidas, con bellas imágenes, con mayor variedad de temas, con uso más eficiente del lenguaje, convirtiéndose así Piñeiro por derecho propio en el "Poeta del son", como ha sido llamado.

Ignacio Piñeiro le agrega además al son elementos de la rumba, y no vacila en conectarlo también con la música guajira, e incursiona en otros muchos géneros, como el bolero.  A diferencia del Sexteto Habanero, en el cual cuatro de sus miembros componían, Ignacio lleva practicamente solo la autoría del repertorio del grupo, escribiendo sones, criollas, boleros, guarachas, guajiras, etc. Es un genio. Esa linda carrera es cuidadosamente seguida paso a paso por el autor, con todos los cambios de personal que va teniendo el grupo a la largo del camino. Oropesa cuida de incluir toda la información pertinente sobre cada nuevos miembro (son muchos), y con el mismo detalle narra los viajes del grupo a Estados Unidos y España.

Por supuesto, es parte importante de esa narración la relativa a las grabaciones y el autor las va cubriendo, señalando en cada caso los cambios de personal, pero no sigue las normas discográficas usuales de poner en columna el nombre de cada canción grabada, con su autor, género musical, lugar y fecha de la grabación, número del disco y sello. El autor, en cambio, los agrupa por fecha de grabación.

Pero quien quiera más detalles de las grabaciones, los puede encontrar en mi discografía antes mencionada, e inclusive puede comprobar allí si algunos de los números hechos originalmente en discos de 78 rpm, o Lp han sido reproducidos en CD, con lo cual es más fácil poder localizarlos y escucharlos.  Y, como siempre sucede entre discófilos, tenemos diferencias.

Algunas precisiones discográficas

En la página 93, a los siete números que aparecen relacionados como grabados en Madrid, según nuestra información habría que agregarle "Suavecito", primera grabación que se hace de este número; y la grabación de "El arroyo que murmura" no es del septeto, sino que algunos miembros del septeto (Juan de la Cruz, con la segunda voz de Bienvenido León y la guitarra de Eutimio Constantín) grabaron el día 30 del mismo mes siete números en Madrid, uno de los cuales se titula "Punto cubano" que es, en realidad, "El arroyo que murmura" de Anckermann, pero con otra letra, y está regrabado en el CD Harlequin 37, cuya portada aparece en la página 392 del libro que estamos reseñando.

Las siguientes grabaciones, para la Brunswick, son reseñadas aunque faltan dos anteriores, del año 1929 y también para la Brunswick (Br 41092), que son "Incitadora región" y "Suavecito", ambos números reproducidos en el CD Arhoolie 7003, cuya portada aparece en la página 394 de este  libro.

A continuación vendrán grabaciones con la Victor, que todavía no era RCA como dice el libro. Y hay que aclarar que el señor San Juan no era "el dueño de la RCA Victor en Cuba", sino un empleado de la ferretería Viuda de Humara y Lastra, corporación que tenía la representación de la Victor en Cuba, y ayudaba a escoger los artistas a contratar. San Juan era viajante de comercio, tenía que ir por toda la Isla y, efectivamente, era un fumador de pipa empedernido. De ahí le vino la idea a Piñeiro para el número "La cachimba de San Juan".

En 1932 no hubo grabaciones, pero al parecer los ferreteros de Humara y Lastra sabían de clavos y algo más: las estrellas máximas del son, el Sexteto Habanero, habían comenzado grabando cuatro números en 1925 (igual que el Nacional en 1931), 12 en 1926, 33 en 1927, 32 en 1928, en el 1929 no grabaron, en 1930, 10, y en 1931, 8. Evidentemente, estaban en decadencia, y había que suplantarlos, y para eso estaba el Septeto Nacional, que en 1933, con todos los problemas políticos y económicos que tuvo Cuba en ese año, grabó 24 números según Oropesa, aunque solo nos da el título de 16. Además entre esos 16 números, incluye los cuatro que se grabaron en 1931, reseñados antes en el libro, y dos que en realidad se grabarán en 1949: "Lindo yambú" y "Allá en el monte". (En mi discografía pueden ver los 14 números que, según los archivos de la Victor, fueron grabados en 1933. Aunque debo aclarar que he incluido dos grabaciones que supongo de esa época de las que no he podido determinar matrices Victor: "Descanso" y "No me perturbes".)

Lo mismo sucede con el grupo de grabaciones con la Brunswick que cita el autor en la página 109, hechas en La Habana en 1936. En este caso, soy yo el que debo rectificar la discografía hecha por mí, que afortunadamente se revisa periódicamente.

En 1937 regresan a la Victor, según narra Oropesa, con la que graban seis números, tres de los cuales son congas, lo cual lógicamente llama la atención del autor. Y es que ese año se reanudaron los desfiles de carnaval en La Habana y las comparsas, que habían estado suspendidas por varios años. Coincide además que la Victor hace en la Habana entre el 14  y el 17 de junio de ese año un maratón de grabaciones, mas de 100, ya que en los años anteriores había grabado poco. Creo además que se instituyó un premio para la mejor composición de conga, y otros grupos grabaron las suyas también.

En la página 110 menciona Oropesa otras seis  grabaciones del Nacional para la Victor, aparentemente de ese año, cuya autoría atribuye a Bienvenido Granda. Suponemos que quiso decir que es la voz principal, ya que por los títulos se ve que se trata de composiciones de Piñeiro, entre ellas el "Efí embemeró" o "Dichosa Habana", que ya dijimos grabó por primera vez  Juan de la Cruz.

Una página más tarde menciona unas grabaciones de Miguelito Valdés, a quien le atribuye el nombre artístico de "El tenor de las Américas" (que en realidad se le aplicaba al tenor René Cabel),  con el Septeto Nacional  como hechas en 1937. Como puede verse en mi discografía bajo Miguelito Valdés, en realidad se efectuaron en mayo de  1940, cuando Miguelito regresó a Cuba,  quien reunió a los miembros del septeto, pero  se grabó como "Miguelito Valdés y su conjunto". Así aparece en los discos,  y se grabaron dos que menciona Oropesa —"Alma guajira" y "La cachimba de San Juan"—, pero no "Me han quemao".

El autor va explicando cómo el Septeto continúa bajo la dirección de Lázaro Herrera.  Para  la década del 40 nosotros teníamos en nuestra discografía dos grabaciones del Septeto con el sello Star, un pequeño sello cubano que hizo grabaciones en Cuba antes que la Panart. Sin embargo, gracias a Oropesa sabemos que fue en 1940, y no dos, sino cuatro los números grabados. Aquí, como vemos, somos nosotros los que tenemos que rectificar. Es bueno aclarar además, que todas las referencias discográficas del autor vienen con detalles completos del elenco del Septeto en cada momento, cosa que no está en detalle en la discografía que preparé.

Otras grabaciones que no conocíamos del Nacional, son las mencionadas en la página 118, bajo otro pequeño sello, Jagua, e inclusive otras en que se amplió el grupo añadiéndole piano, trompeta y tumbadora, y que bajo el nombre de Conjunto Nacional, grabaron bajo el sello Puchito, todo esto en el año de 1957, en que también graban un álbum para el sello West Side Latino.

Haciendo música hasta hoy

Con el triunfo de la Revolución, comienza una nueva y fructífera etapa del  Septeto, que se reorganiza,  y además para que no haya dudas , se rebautiza como Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro. Con el nuevo nombre, graban en 1959 el  Lp Seeco 9278, "Sones cubanos-Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro". Al parecer este es el disco que después se reedita por el Consejo Nacional de Cultura como SMLD-P1 en 1961 y en otros discos de larga duración.

De ahí en adelante, en el aspecto discográfico, tenemos que suponer que el autor tiene mejores fuentes que nosotros, ya que en años posteriores, se vincula muy estrechamente al  Septeto, trabajando en la parte organizativa y promocional del mismo.  Solo queremos hacerle dos salvedades: en la página 132 dice refiriéndose a Piñeiro: "Además compuso sones en favor el [sic] socialismo, como: 'Canta la vueltabajera'".  En realidad, como aparece en la página 105 de su propio libro, ese número era anterior, y fue grabado en 1933. Y lo mismo sucede en la página siguiente  con el son "Quejas de la montaña", que es de 1940, según aparece en la página 116 de su libro, aunque en este caso parece que Piñeiro le agregó versos adicionales alusivos a la Revolución y Fidel Castro.

De aquí en adelante, más de la mitad de las 416 páginas del libro, se sigue casi día por día las actuaciones del Septeto en Cuba en todas partes del mundo, sus grabaciones dentro y fuera de Cuba, los cambios de personal con detalles biográficos de los nuevos miembros, comentarios y reseñas  de sus actuaciones, mención de los honores y premios recibidos en diversos países, premios y honores recibidos en Cuba, y una buena colección de fotos del grupo, y de las portadas de sus discos.

Creo que no hay grupo musical en  América Latina que tenga un libro tan laboriosamente trabajado, describiendo casi día por día la historia de un grupo que, fundado en 1926, sigue triunfando en los escenarios del mundo, que se ha sabido renovar, pero manteniendo las esencias de su creador, Ignacio Piñeiro, del que además se cuenta su vida y obra, y se analiza la importancia de su trabajo.

En realidad,  en este volumen se juntan dos extensas y detalladas biografías: la de ignacio Piñeiro con su importantísimo aporte a la música cubana, y la de su obra magna, el Septeto Nacional, vigente todavía a los 87 años de su creación. Todo esto supone un extraordinario trabajo por parte de su autor, Ricardo R. Oropesa. Por encima de detalles que hemos señalado, todos de carácter secundario  en la discografía, que es materia por demás difícil y escabrosa,  se trata de un libro muy importante en la discografía de la música cubana.


Ricardo R. Oropesa, La Habana tiene su son (Ediciones Letras Cubanas, La Habana, 2012).

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