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Política

Frente a la lógica totalitaria

De no recibir sanciones que afecten a la estabilidad de su poder, los líderes de Cuba y Corea considerarán que nada puede detenerlos. Hoy es un contrabando de armas, mañana la masacre de una protesta popular.

Miami

Primero, un apretado resumen:

a) Cuba y Corea del Norte organizaron clandestinamente un contrabando de varios tipos de armas que, al margen de su fecha original de fabricación, violan lo estipulado por el embargo dispuesto por el Consejo de Seguridad de la ONU contra este último.

b) Para hacerlo decidieron que no iban a declarar esa carga prohibida cuando intentaran pasarla por el Canal de Panamá. De haberlo logrado, habrían también violado las disposiciones que prohíben el paso de armamento por esa vía marítima.

c) Al ser detenido bajo sospecha el barco, Cuba envió rápidamente a Panamá al viceministro de Relaciones Exteriores, Rogelio Sierra Díaz,  a mentir —con premeditación y alevosía— a un gobierno con el que mantiene buenas relaciones y al que venía cortejando para hacer avanzar tempranamente su objetivo de participar en la próxima Cumbre de las Américas a efectuarse en ese país. Juró a su contraparte que nada ilegal venía a bordo y la exhortó a permitir que el barco continuara de inmediato su curso.  

¿Para qué era necesario correr esos riesgos si las piezas pueden ser traídas de Rusia o China (Venezuela puede comprárselas) y en la Isla hay, desde inicios de los sesenta del pasado siglo, técnicos, ingenieros e instalaciones dedicados a esa faena y especializados en esos equipos?  Si los consideran obsoletos, ¿para qué malgastar dinero enviando esos equipos al otro hemisferio del planeta para su mantenimiento?

Esas incongruencias sugieren que quizás también mientan en este asunto y el destino de esas armas no era realmente ser reparadas en Corea del Norte y devueltas a la Isla. En tal caso, ¿a quién estaban entonces destinadas? Este incidente, investigado hasta sus últimas consecuencias, puede resultar mucho más grave de lo que conocemos hasta ahora.

Los líderes totalitarios no comparten la misma lógica que los estados democráticos. Sus regímenes no permiten una prensa libre, ni existe en ellos una división y equilibrio de poderes que los obligue a responder por la violación de compromisos nacionales o internacionales. No hay una sociedad civil que fiscalice y denuncie los abusos gubernamentales. Su objetivo no es procurar el bienestar de los ciudadanos, sino proteger su poder totalitario.

Suponer que comparten la lógica de los regímenes democráticos es un presupuesto no solo errado sino peligroso, porque acostumbran a entender las concesiones y la tolerancia como debilidad e impotencia para contener sus acciones. Ahora pretenden minimizar el escándalo diciendo que se trata de equipos obsoletos. Su maquinaria de desinformación y propaganda ya intenta distraer la atención hacia ese dato, real pero secundario. De ese modo esperan salir del apuro con una, mínima, reprobación de algún comité de ONU. Y así no van a escarmentar, sino serán alentados a escalar su audacia.

Véase la conducta de Corea del Norte después de ser excluida de la lista negra de Washington. Lo que en un momento dado "dejan de hacer", pero sin asumir compromisos de trasparencia ni suscribir tratados vinculantes, pueden reanudarlo mañana cuando vuelvan a sentirse confiados. Su lógica no es la nuestra. Pertenecen a otra galaxia mental.

Cuando los demás países toman a la ligera actos como estos, los líderes totalitarios llegan a la conclusión de que nada puede detenerlos. Hoy violan las medidas del Consejo de Seguridad con un contrabando conjunto de armas cubierto de azúcar y mentiras. Mañana pueden estimar factible masacrar una protesta popular suponiendo que nada les sucederá. La firmeza con que se les enfrente hoy puede salvar vidas en el futuro.

El único lenguaje que entienden estos líderes es el de aquellas medidas concretas que afecten —de manera eficaz— la estabilidad de su poder. Es entonces mejor que se les hable, oportunamente, en ese idioma. Luego puede ser tarde.

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