Ninguna de las facultades de ciencias médicas cubanas aparece entre las 300 mejores universidades de América Latina. Sin embargo, las estadísticas aseguran que los índices de salud de la Isla superan a los de los países del área.
Según la lista de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre los mejores sistemas de salud del mundo, Cuba ocupa el lugar 39. Para la organización internacional Save the Children, Cuba es el mejor país de América Latina para la maternidad y el trigésimo tercero de todo el mundo.
La Isla, siempre según las estadísticas oficiales, también registra la tasa más baja de mortalidad infantil de las Américas, con 4,6 (2012). Tiene, además, 6,6 médicos por cada mil habitantes y los exporta a 70 países.
Aún así, el reciente informe de QS World Universities Rankings, no muestra a ninguna universidad médica de la Isla entre las 300 mejores de América Latina.
Según dicho informe, Brasil domina la lista universitaria, aunque la OMS ubica al gigante del sur en el lugar 125 de los mejores sistemas de salud del mundo.
¿Es posible, entonces, que Cuba marche a la vanguardia en los indicadores de salud en América Latina, y sin embargo quede rezagada en la excelencia académica de sus facultades médicas?
Hay cubanos que así lo creen, y hechos que lo confirman.
Dos variables claves de una ecuación
Para algunos médicos y estudiantes, los índices de salud del país no son directamente proporcionales, en la mayoría de los casos, a la calidad profesional de sus galenos, sino a su cantidad.
Pero la fabricación en serie de médicos se traduce no solo en más galenos, sino también en una insuficiente preparación académica de muchos de los egresados.
Según Elena, una doctora con diez años de experiencia que ejerce como profesora en un policlínico de la capital, Cuba cuenta con cuatro institutos superiores de Ciencias Médicas, 21 facultades de Medicina y 20 filiales que abarcan todas las provincias del país.
"Esto supone dos grandes retos: encontrar los mejores alumnos cada año, y mantener y preparar profesores que estén a la altura de la tarea. En ambos nos tropezamos con graves problemas", afirma.
Para esta galena, a medicina no ingresan los alumnos idóneos de preuniversitario. Muchos de ellos ya consideran la medicina como una carrera de segunda clase, poco remunerada, y muy difícil de aprender.
Ante la poca motivación de los alumnos y la necesidad del Estado de seguir produciendo galenos a ritmo de fábrica, los requisitos de selección casi desaparecen.
"Algunos la escogen para no quedarse sin nada. Acuden a las aulas no solo con un promedio insuficiente para una carrera tan compleja, sino también sin que medie una vocación para la profesión", explica Elena, que prefiere mantener el anonimato.
"Tanto es así —dice—, que el promedio actual para ingresar a la carrera es de 77 puntos sobre 100. Con ese promedio no se es un buen estudiante. Para encarar los retos de esta carrera se necesitan, al menos, 90 puntos".
Para uno de los profesores del policlínico de Coco y Rabí, que tampoco quiso identificarse, otro problema que incide en la calidad de la formación de los profesionales de la salud radica en el sistema de calificación.
Como en toda la educación superior cubana, el sistema que se emplea en las facultades de medicina es el cualitativo. Pero las evaluaciones no cumplen su objetivo, pues se realizan de manera formal. Esto se traduce en que la mayoría de las veces las calificaciones obtenidas por los estudiantes no se corresponden con el nivel de desarrollo de sus habilidades.
A la postre, asegura el galeno, esos hechos tienen una incidencia negativa en el desempeño académico de esos estudiantes, y en su posterior desempeño clínico, en caso de que logren graduarse.
La otra variable son los maestros. Sin buenos maestros no hay buenos discípulos. Para ser un buen profesor en una facultad de medicina no basta con ser un buen médico. Hay que ser, parafraseando a un grande de Cuba, "un evangelio vivo".
La falta de profesores calificados y experimentados para hacer frente a la avalancha de alumnos, incide también de forma negativa en el "producto final".
"Hay profesores que, por más que se esfuercen, a uno le cuesta trabajo entenderlos. Se nota que les falta el don de comunicarnos las cosas, no como médicos, sino como maestros", asegura una alumna de primer año, que culmina el curso "sin penas ni glorias".
Muchos docentes también están desmotivados materialmente. Por ejemplo, a un médico contratado para impartir clases tres veces a la semana en un policlínico, le pagan 60 pesos al mes (poco más de dos dólares).
Con docentes desmotivados y discípulos mal elegidos, la calidad se esfuma.
Medicina y política
Las decisiones en el sector no las toma un colegio médico o similar, sino un partido político. Son, por tanto, decisiones políticas las que moldean el universo médico cubano.
El Gobierno considera a sus miles de galenos su mejor ejército. La mayoría de ellos no cuenta con una formación académica y tecnológica a la altura de otros países latinoamericanos, como el propio Brasil.
Pero en la guerra preventiva contra las enfermedades, que es la estrategia suprema de la medicina cubana, el Estado parece no brindarle mucha atención a la excelencia académica.
"¡Zapatero, a tus zapatos! Que los políticos dirijan la política, y los médicos la medicina", piden por estos lares. Esa parece ser la fórmula para rescatar la excelencia académica, y devolverle a Asclepios su trono perdido en la Isla.