La revista católica Espacio Laical se halla en un laberinto. Patético, triste tras sus innegables méritos aperturistas. Y para colmo en dos sentidos. La más reciente evidencia confirma el laberinto: que se hunda o redima…
Crezca como aquella Vitral que dirigiera Dagoberto Valdés, cuando el obispo de Pinar del Río era José Siro Bacallao; o se enfangue entre boñigas concesionarias, impropias de una fuerte tradición crítica, donde aún brilla la revista La Quincena contra la dictadura de Batista y la actitud arriesgada y valiente de la ACU (Acción Católica Universitaria), de la que formó parte José Antonio Echeverría, líder estudiantil que cayó el 13 de marzo de 1957.
Espacio Laical parece no encontrar su hilo. La Ariadna que la conduzca, como a Teseo, hacia la libertad. Toma por donde no es. Se extravía porque para escapar del laberinto —groseramente elemental— se exigen pocos titubeos, mayor resolución, no bañarse y guardar la ropa.
Por ahí anda el primer sentido, que por cierto no es el más peligroso. Acaba de ocurrir y da mucha pena. Es una "reclamación" de Espacio Laical al Boletín Oficial del Ministerio de Cultura, donde se duele de que haga eco al bloguero Alejandro de la Cruz, que "difama" a la valiosa publicación en su blog Cubanos en Primer Plano.
La "difamación" (¿?) consiste en vincularla a DIARIO DE CUBA y algunos intelectuales de la diáspora. Los editores de Espacio Laical afirman: "rechazamos toda parcialidad". La demagogia alcanza alturas andinas: ¿Acaso ha dejado de ser católica, de tener su parcialidad? ¿No lo saben los "imparciales" en su laberinto?
Lo peor viene ahora. Comienza cuando dice: "Resulta preocupante que una entidad oficial cubana facilite sus espacios para deslegitimar y ultrajar a cubanos que laboran por la estabilidad y el desarrollo del país". El lenguaje parece salido de una reunión de núcleo del Partido Comunista, con su "preocupante" preocupación —redundancia irónica— y su entusiasta declaración de principios. Pero la inferencia sí que es desoladora: ¿Por qué preocuparse de que un boletincillo de un ministerio venido a menos reproduzca el punto de vista de un sujeto, tal vez inexistente?
Ah, sin querer, abren las cortinas. Tienen miedo. ¿Por qué? Nada explican, hasta allí no llega la Arquidiócesis de La Habana, de la que Espacio Laical es su vocero y el cardenal Jaime Ortega su jefe.
No salen del laberinto, qué pena… ¿Por qué no revelan la verdad? ¿Por qué no denuncian que en Cuba el simple hecho de que una publicación oficial arremeta contra algo o alguien, no debe ser un error sino una orden bajada del techo del Poder?
El insignificante Boletín reproduce la supuesta diatriba. Y Espacio Laical no refuta tan fuertemente el ángulo de apreciación como el hecho de que sea en un órgano oficial. Algo absurdo de pensar en cualquier otro país de América Latina, hasta en la Venezuela chavista.
Quizás los editores de la útil revista deban leer la polémica que sostuvieron Gastón Baquero y Juan Marinello en 1944, al alcance gracias al rescate realizado por Amauri F. Gutiérrez Coto —Polémica Literaria entre Gastón Baquero y Juan Marinello (Espuela de Plata, Sevilla, 2005). Ninguno de los dos —desde el diario Información y desde Gaceta del Caribe— tuvieron la menor preocupación sobre las reacciones del Gobierno al enfrentamiento, donde por cierto Baquero destroza elegantemente los argumentos del suave comisario político, de lenta prosa e ideología leninista.
Espacio Laical sí está muy preocupada por el qué dirán gubernamental, algo impensable en la Cuba de los 40, donde los comunistas no solo estaban legalizados sino que eran senadores, representantes, ministros…
Cuando José Lezama Lima en un editorial de Orígenes rechaza la ayuda económica que le ofrece la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, a cambio de aparecer en el machón de la revista, poco le importa lo que en los boletines puedan decir los funcionarios públicos. Ni siquiera le preocupa perder el humilde puesto de trabajo que allí mismo tenía.
Pero Espacio Laical parece habitar —en este aspecto— algún espacio cósmico, rehuir cualquier juicio porque el "pluralismo" —magia con trucos— elimina las parcializaciones, es decir, aplasta el diálogo porque deja de existir la diferencia. Más fácil —y baratico— es considerar como difamación cualquier coincidencia de la revista con las ideas de Rafael Rojas o Yoani Sánchez.
Lo más grave viene ahora. Es el segundo laberinto, difícil por sutil. Aunque también sea hijo de una sociedad donde el totalitarismo está tan arraigado que se acepta como a los mosquitos.
El último párrafo de la carta dice: "Esta difamación en un boletín del Ministerio de Cultura contra un órgano de la Arquidiócesis de La Habana, que preside el cardenal Jaime Ortega, nos recuerdan momentos difíciles de las relaciones Iglesia-Estado, gracias a Dios superados por dinámicas positivas que tanto bien han traído a la patria cubana. Desde hace muchos años ninguna publicación oficial había sostenido una acusación de este tipo en sus páginas. Recordamos que la difamación es penalizada por nuestras leyes".
¿Estará pensando Espacio Laical que es Granma, donde Raúl Castro y su hermano son inatacables, inobjetables, incorruptibles, inodoros? ¿Es que Jaime Ortega es distinto al Papa Francisco, a cualquier cardenal del mundo que recibe críticas, justas o injustas? ¿Cuáles son esas "dinámicas positivas"? ¿Acaso el silencio ante las descalificaciones de disidentes? ¿Y por qué las pueriles amenazas con que cierra la petición?
Por supuesto que sus gestores y ejecutores viven en Cuba. Precisamente por ello es que retrato el laberinto: O salen a la libertad —siempre relativa— como Teseo tras vencer al Minotauro, o se quedan dando vueltas tibias, perdidos entre concesiones tácticas y deseos pospuestos.
Entrar a las esferas públicas democráticas tiene un camino que Espacio Laical a veces pierde. Quizás Yoani Sánchez sea una buena Ariadna. Quizás aquella Vitral desenfadada y valiente podría quitar pasadizos, recovecos, charcos de bilis o de estiércol… Entonces nadie podrá rebautizarla como Laberinto Laical.