Hay razones para pensar que el nuevo primer vicepresidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, podría a mediano plazo parecerse no a Mijail Gorbachov, como quisieran algunos con gran optimismo, sino a Osvaldo Dorticós, quien fuera presidente cubano de mentiritas entre 1959 y 1976.
Entre las varias razones para creer tal cosa está el anuncio hecho por Raúl Castro en febrero pasado (al ser ratificado como Presidente del Consejo de Estado) de que se harán modificaciones a la Constitución.
Salvo referirse a poner un límite de 10 años para ejercer cargos públicos y también un máximo de edad, el dictador no dio pista alguna sobre qué otros cambios serán efectuados en la única Carta Magna marxista-leninista del hemisferio occidental. No hay que ser muy perspicaz para percibir que esas posibles enmiendas parecen apuntar a Díaz-Canel.
Y es que, de faltar Raúl (por muerte o enfermedad) antes de 2018, este civil que no forma parte de la exclusiva élite militar que dirige el país sería el nuevo Jefe de Estado, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), y Jefe del Gobierno, todo a la vez, como estipula la Ley de Leyes, pero sin ser el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) —el "número uno" de la nación según la Constitución—, que le correspondería al Segundo Secretario, José Ramón Machado Ventura.
O sea, Díaz-Canel no sería el dictador constitucional, pero sí lo sería de hecho al convertirse en jefe máximo de los tres ejércitos de la Isla, la aviación, la marina de guerra, la Seguridad del Estado y todas las fuerzas represivas; y presidente con poderes ejecutivos reales. Eso sobrepasaría con mucho su actual condición de "número dos" del Gobierno (no del país), en la que lo situó el general Castro para hacer creer que se avanza hacia la renovación de la cúpula dirigente, y para disimular el tufo castrense del régimen.
Como en cualquier autocracia militar, en Cuba el jerarca más poderoso es el Comandante en Jefe, no importa lo que formalmente diga la Carta Magna. Fidel y Raúl han sido los "hombres fuertes", más que por ser los jefes del partido, por ser los jefes militares indiscutidos.
Lo que pasa es que hasta ahora ambos cargos han sido monopolizados por una sola persona. Ahí radica el problema "técnico" que se presentaría con Díaz-Canel, de faltar Raúl, o con posterioridad a 2018. La Constitución socialista fue impuesta por Fidel en 1976, cuando él era joven y se visualizaba a sí mismo por décadas a cargo de todos los poderes de la nación además del militar, cual cónsul romano. Pero hoy el caudillo, enfermo y retirado, se acerca a los 90 años y su sucesor cumplirá 82 en junio.
Por ley de vida, el general Castro podría no llegar a 2018. Si eso sucediese, Díaz-Canel sería el sucesor, pero por primera vez el jefe del Gobierno y comandante supremo no sería el líder del PCC.
¿Estaría dispuesta la junta militar a destituir a Machado Ventura, designar en su lugar a Díaz-Canel y ungirlo graciosamente como nuevo dictador, por encima de generales y comandantes con cicatrices en el cuerpo y experiencia en los campos de batalla de Angola, Etiopía, Siria, Argelia, Congo, Guinea Bissau y Nicaragua, aún "jóvenes" sexagenarios o septuagenarios?
Habría que verlo para creerlo. Es más realista pensar que la cúpula militar colocaría como Primer Secretario del partido y nuevo "líder de la revolución" a uno de los suyos. Y de permitirse que el presidente fuese Díaz-Canel, ello sería una fachada para la exportación. Estaría maniatado, pero el carácter ornamental del nuevo "mandatario" se haría tan evidente que socavaría la imagen de civilidad institucional que el régimen vende al mundo.
Repartir el pastel
Por eso son de esperarse cambios a la Constitución. Estos podrían ser parecidos a los de la Unión Soviética en 1964 tras la destitución de Nikita Kruschev, quien era el Secretario General del Partido Comunista y Comandante en Jefe de las fuerzas armadas, y jefe del Gobierno (Primer Ministro) con poderes ejecutivos omnímodos.
Mediante una "troika" se repartieron el pastel para que nadie tuviera los poderes de monarca absoluto que tuvo sobre todo Stalin. En el caso de Cuba, tal repartición podría ser diseñada con tiempo por los propios hermanos Castro, para que nadie más pueda gozar de la omnipotencia feudal que ellos tuvieron durante más de medio siglo.
En Moscú, Leonid Brezhnev sustituyó a Kruschev como Secretario General del partido y jefe militar supremo. Como jefe de Gobierno quedó Alexei Kosyguin, y Anastas Mikoyan pasó a ser jefe de Estado como Presidente del Presidium del Soviet Supremo (Consejo de Estado), ambos con poderes limitados.
En Cuba, podrían igualmente pasar la comandancia de las FAR al jefe del PCC, o crear un cargo especial como en China, donde el Comandante en Jefe es el presidente de la Comisión Militar Central de la República (CMC), al mando de 2.5 millones de hombres. En Beijing la jefatura de la CMC usualmente la ostenta el jefe del Partido Comunista, pero Deng Xiaoping, luego de retirarse en 1987 como Secretario General del partido, la siguió presidiendo.
Sin embargo, podría ocurrir que no haya modificaciones constitucionales y todo quedase igual. Entonces las posibilidades de Díaz-Canel de ser Presidente y Comandante en Jefe serían remotas. Lo mismo antes de 2018 que después. Y en caso de serlo se parecería más al presidente Manuel Urrutia en enero y febrero de 1959, que a Dorticós.
Urrutia tenía poder ejecutivo, pero era Fidel Castro quien gobernaba desde su residencia de Cojímar como Comandante en Jefe del Ejército Rebelde, pese a que no tenía cargo gubernamental alguno. Dorticós, en cambio, nunca tuvo oficialmente poder ejecutivo. El 7 de febrero de 1959, nueve días antes de destituir a José Miró Cardona y asumir como primer ministro, Castro redactó e impuso la llamada "Ley Fundamental", que dejó sin efecto la Constitución de 1940.
Con aquel golpe de Estado "legal" Castro convirtió la figura del Primer Ministro en Jefe del Gobierno, por encima del Presidente de la República; abolió el Congreso y pasó al Consejo de Ministros la facultad de redactar y promulgar las leyes. Castro concentró en sus manos todos los poderes, aunque "provisionalmente". Al tomar posesión como Primer Ministro, el 16 de febrero de 1959, dijo: "No me importa ningún cargo público, no me interesa el poder".
El Presidente de la República devino Jefe de Estado de cartón. Un cargo apenas protocolar con la misión de recibir las cartas credenciales de los embajadores y representar a Cuba internacionalmente. A partir de entonces, con el clásico humor criollo, a Urrutia la gente lo llamaba "cuchara", porque "ni pincha ni corta". Cinco meses después Fidel obligó a Urrutia a renunciar y nombró a Dorticós en su lugar.
Como en política casi nunca sucede lo pronosticado y en Cuba además puede pasar cualquier cosa, podrían presentarse escenarios sorprendentes, muy distintos a los que hoy se pueden vislumbrar.
No obstante, sea cual sea el futuro cubano, lo que sabemos hoy es que Díaz-Canel, por ahora, no tiene pedigree castrista suficiente para ser dictador, y sí el necesario para emular con Dorticós, Urrutia, o Mikoyan.