En los escritos que publicó en la prensa inglesa sobre sus viajes a la Cuba revolucionaria, Graham Greene dejó constancia de su admiración por Fidel Castro aunque, párrafos más adelante, se convertiría en un singular crítico del nuevo régimen.
Si los tres viajes que realizó a la isla durante la dictadura de Fulgencio Batista le sirvieron al autor inglés para escribir Nuestro hombre en La Habana, sería en el año del triunfo revolucionario que se concretaría la filmación —no sin escollos— de ese "entertainment".
Pero, Greene —con fama también de católico convencido, de putero consumado, y de antiguo espía— volvería para aprender los nuevos salmos. Este tipo de viaje sería descrito por Guillermo Cabrera Infante como una suerte de "viaje con guía (que es la versión cubana del perro para ciegos)".
Ya el escritor inglés había publicado en The Times unas líneas sobre la liberación, en las que hablaba de cosas que no le eran ajenas: "Príncipe de las Vegas, Cuba os llama;/ tenéis plaza reservada en el avión de los gángsters:/ las máquinas tragaperras vuelven a los salones del Hilton/ y de nuevo están ahí las chicas del Blue Moon". (Versos sobre la liberación de Cuba, 28 de abril de 1961.)
Los siguientes viajes a la antigua isla del placer, le servirían ahora a Greene para demostrar su simpatía por Castro.
En julio de 1963, el escritor se ve en la necesidad de regresar a la "isla sitiada". No explica por qué. Tenía tres opciones: tomar vuelo a través de Praga, de Madrid ("lo cual no deja de ser curioso", dice), o de México. Elige México. Robadas sus maletas, atracado nada más llegar, la primera conversación que Greene pareció tener en la capital federal versó precisamente sobre putas, según cuenta él mismo.
En el artículo "Regreso a Cuba", aparecido en el Sunday Telegraph, el 22 de septiembre de 1963, Greene observó que "México es un aviso para revolucionarios: es todo un muestrario de una revolución que ha fracasado".
Ya en La Habana, este turista sensorial buscó refugio en su lugar habitual, El Floridita: "Ningún país socialista de los que yo he visitado da muestras de semejante escasez de bienes de consumo. (…) En El Floridita, que fue uno de los más grandes restaurantes del mundo entero, el día menos pensado dejarán de servir daiquiris por falta de limas".
Con lujo de detalles, Greene recordaba todos los puti-clubs, cines de relajo y casinos, ahora cerrados; incluso llegó a anotar la diferencia de calidad y precio entre los menús bajo Batista y Castro, en dólares y hasta en peniques.
"Y es que hoy en día el problema de Cuba no es un problema de libertad. La inmensa muchedumbre que el 26 de julio se congregó ante el monumento a Martí para oír el discurso de Castro —tres horas de duración— nada tenía que ver con la muchedumbre militarizada o hipnotizada que en tiempos saludaba con vítores los discursos de Hitler", anota.
"El discurso de Castro fue como una película continua", prosigue Greene. "Unos venían a escucharlo durante una hora, se marchaban y llegaban otros. Hubo interludios de canciones, interludios de comedia, interludios de farsa; un joven delante de mí se puso a cuatro patas para imitar los ronquidos de un cerdo cuando Castro hizo referencia a la invasión".
Una historia de muertos, pero sin muertos
Si 1959 fue para Greene el Año de la Filmación; 1963, sería el Año de la Confirmación; y 1966, el Año de las Verdades Ocultas: el 9 de diciembre, el escritor inglés publicó en una de las más conservadoras publicaciones británicas, el Daily Telegraph Magazine,un artículo titulado "Luces y sombras en Cuba".
En ese texto —que no por crítico dejó de ser laudatorio—, Greene desvela: "existe una oscura sombra que resulta mucho peor que el bloqueo, el racionamiento o las incursiones aéreas: las UMAP, una palabra que parece extraída de la ciencia ficción (como si la humanidad de algún modo estuviera enterrada en ella)".
"Las siglas significan —explica— Unidad Militar de Ayuda a la Producción, pero representan los campos de trabajos forzosos que controla el ejército".
"En teoría, no pasa nada erróneo en ellos: un hombre que no es capaz de prestar servicio militar pasa tres años trabajando la tierra, pero la práctica difiere de la teoría, ya que no existen los permisos ni las visitas de la familia. (Incluso el contrarrevolucionario recluido en la sombría prisión de Isla de Pinos, construida por Batista, tiene derecho a una visita mensual)", apunta.
He aquí que lo contado a Greene, en versión Greene, difiere de la realidad: la realidad era que Fidel Castro había decidido quiénes tendrían capacidad para pasar el servicio militar y los que no. El deslinde era entre "los verdaderos revolucionarios", por un lado; y los "pepillitos" y los "lumpencitos", por el otro. Castro dixit.
A propósito de los epítetos usados por el Máximo Líder para descalificar, Cabrera Infante anotaría en Mea Cuba: "Todas estas etiquetas fueron fabricadas por el doctor Castro, un lingüista tan imaginativo como el doctor Goebbels".
La historia de las UMAP era en realidad una historia de muertos, pero sin muertos, según las versiones oficiales y los informes de la prensa revolucionaria, también oficiales. Poco después de ser inauguradas en noviembre de 1965, se produjeron los primeros fusilamientos, suicidios y balaceos a los que escapaban de esos campos.
En abril de 1966, el diario Granma informaba de un tribunal de guerra para los militares que habían cometido abusos. Por igual fecha —y contradictoriamente—, el periódico El Mundo publicaba un reportaje con abundante material fotográfico con los recluidos en esos campos de trabajo forzado, todos con rostros sonrientes y felices.
Según testimonio del propio Greene, él había dicho a Castro que no quería que Cuba se convirtiera en "un campo de concentración". El encuentro de ambos se produciría en agosto de 1966, que es cuando Greene viaja a Cuba. Pero en el artículo de diciembre aparecido en el Daily Telegraph Magazine, el escritor emplea otra frase: "campos de trabajos forzosos".
En su artículo anotó: "Corre el rumor de que hay tres categorías de hombres sujetos a trabajar en los campos: los viciosos (entre los cuales se incluyen los homosexuales), los lumpen o haraganes y los sacerdotes; hoy hay tres sacerdotes confinados en los campos".
Greene —que era inglés pero no tonto, y además había sido espía— se cuidó en este texto de mencionar el encuentro con Fidel Castro. Lo hará en otro, en "El hereje marxista", también de su viaje de ese año, donde para nada menciona las UMAP.
En "Luces y sombras en Cuba" el escritor empleó palabras que denotaban que no había visitado las UMAP, y una incertidumbre sobre lo que allí sucedía, según lo que le contaron. (La frase "corre el rumor" será empleada por Greene una segunda vez.) Al parecer, tampoco le hablaron de los muertos, porque Greene no utilizó esa palabra.
"El ataque contra los homosexuales, cuando comenzó a afectar al mundo de las artes, fue vigorosamente respaldado por un grupo de escritores, y unos cuantos actores que recibieron la citación para presentarse en un campo, recibieron de parte de uno de los principales integrantes del gobierno la orden de no atender la citación", relata Greene.
Y explica: "En el caso de una actriz muy conocida que pasó por comisaría y fue interrogada sobre diversos detalles de su vida sexual, intervino el presidente [Osvaldo] Dorticós, y el propio Fidel la llevó a su casa y le pidió disculpas, en un característico acto de generosidad".
¿Quién era esa actriz? ¿Raquel Revuelta? ¿Ese acto de generosidad se debió al hecho de que ella era miembro del Partido Socialista Popular?
En cualquier caso, Greene confirma que tanto Dorticós como Castro estaban al tanto de lo que ocurría: "Diríase que en los círculos más elevados del poder se ha librado una pugna entre la intención y la práctica".
Castro’s Digest
Pero Greene, con vena para el espionaje, es más preciso en la imprecisión: "Corre el rumor de que se han tomado medidas disciplinarias contra los brutales oficiales responsables de los campos; el propio Fidel, en su discurso del 29 de agosto [de 1966], hizo una afirmación que el pueblo espera que sea aplicada a los campos".
Y justo aquí Greene cita un párrafo del discurso de Castro (que en la versión española fue traducido desde el inglés y no reproducido desde el original): "¿Acaso van a convertir el país en un campo de concentración? ¿Y cuando van a hacer un plan de cualquier cosa, presos para allí con una cerca de alambre de púas? No, que la Revolución no significa el trabajo esclavista (…)".
Greene afirma: "Muy a menudo, Fidel ha reconocido sus errores políticos, y éste es mucho más serio que un simple error en los cálculos de industrialización del país. Un error moral es mucho más peligroso que un error táctico, ya que compromete la Revolución. Y solo la Revolución puede matar a la Revolución".
Un mapa de Cuba, el gran juguete de Castro
En "El hereje marxista", su otro texto de 1966, Graham Greene dejó escapar: "El nuevo apartamento preparado para Fidel en el Palacio de la Revolución le resulta poco atractivo, excepto por el gran juguete instalado allí, un mapa de Cuba del tamaño de una mesa de billar con un tablero de control que le permite iluminar los pastizales, las plantaciones de azúcar, café, tabaco. Este paisaje agrícola es su hogar".
Cabrera Infante diría del texto que: "El más importante de los artículos [de Greene] es el más difícil para los lectores ingleses si quieren entender lo que pasa en Cuba. Esta pieza es una alabanza (hala, avanza) a Castro llamada 'El marxista hereje' –lo que Castro no es ni nunca ha sido".
"El resto del artículo es Graham Greene cayéndole detrás a Fidel Castro por toda Cuba, como Holly Martin perseguía a Harry Lime por toda Viena en El tercer hombre. Es obvio que no sabe todavía que su héroe caribeño es en realidad el malo de la película", dice Caín en Mea Cuba.
Después de publicados, los artículos de Greene engrosaron un expediente del ministerio cubano de Exteriores.
Hasta 17 años después, Graham Greene no volverá a ver a Fidel Castro, a pesar de que el inglés había hecho otros dos viajes a Cuba. Gabriel García Márquez fue testigo y dio testimonio de ese reencuentro.
Los textos "Versos sobre la liberación de Cuba", "Regreso a Cuba" y "Luces y sombras en Cuba" aparecen en Graham Greene, Reflexiones (traducción de Enrique Martínez Lage, Prensa Ibérica, Barcelona, 1998). Título original: Reflections.
El artículo "The Marxist Heretic" aparece en Graham Greene, Collected Essays. (No hay referencia a la fecha de publicación de ese texto en la prensa, solo aparece como dato el año de 1966.) La versión en español, "El marxista hereje", fue tomada de la revista A plena voz, Caracas, No.49-50, ene-feb, 2009. Descargable en PDF desde aquí.